La segunda planta

3036 Words
Conforme subieron a la segunda planta, un gran letrero que decía “Boys” señalaba una puerta que estaba abierta. Gustavo se detuvo un poco para que Rusell pudiera mirar con detenimiento la primera puerta. Sus ojos analizaron el lugar, luces neón, un bar, junto con un escenario donde bailarines hombres se presentaban, pudo incluso divisar en una mesa a Ivanov casi babeando por un pelirrojo con uniforme de policía que bailaba en su mesa. — Sígame, no quiero que se pierda – susurro Gustavo a su oído, sacándola de su mente. No dijo nada, solo carraspeó y continuó siguiendo al rubio, poco más adelante había una puerta más esta tenía el letrero de “Girls” era básicamente lo mismo, solo que en vez de hombres bailando eran mujeres. Nuevamente pudo divisar a lo lejos una de sus oficiales, Kylie si bien recuerda, que tenía una rubia sentada sobre ella besándola apasionadamente. Bendito acuerdo de confidencialidad. No sabe cómo iba a poder seguir adelante al ver a sus policías en esas condiciones… Siguieron caminando por el pasillo hasta llegar a más puertas, algunas estaban cerradas, algunas abiertas o semiabiertas, pasaron por una que estaba abierta, Horacio estaba en ella, tenía a un chico esposado a una X en la pared mientras lo torturaba un poco. Gustavo estaba tan acostumbrado a ver a Horacio así, jamás cerraba la puerta, le gustaba ser un explícito total. Pero pudo ver como Rusell recorría con la mirada la habitación, entreabrió los labios y pasó su lengua por ellos. No pudo evitar sonreír. Tomó la mano de Rusell, sorprendiéndola. La sonrisa del rubio se hizo evidente tanto como su perversa mirada. Puede que Rusell sea el enemigo, pero en verdad quiere adentrarse al infierno con él. Rusell no es la única curiosa está noche… — Como buen anfitrión te dará un pase VIP – le sonrió y la guió hasta la habitación contigua a la de Horacio. Entraron en ella, era casi la misma habitación. Gustavo soltó su mano y cerró la puerta. — ¿Qué demonios haces? – dijo Rusell con la voz ronca, no podía ocultarlo, estaba excitada. Su cuerpo hablaba por ella. Los pezones duros que se marcaban en su blusa o sentir la humedad entre sus piernas acumulándose. — Demostrarle lo que la segunda planta hace y qué mejor que hacerlo yo mismo, quien creó este lugar. Cerró la puerta tras él, puso el seguro y fue cuando Rusell se le quedó mirando, intrigada por saber que pasaría. La curiosidad por entrar a ese infierno comenzaba a quemarles las manos. Bajo la luz roja neón, la sexy música de fondo, Gustavo se quitó su camisa, le sonrió y poniendo una mano en su pecho lo empujó hasta tirarla en la cama. Rusell desvió un poco su mirada, solo para confirmar si de verdad en el techo había un espejo. — Mejor vista – susurro a su oído, comenzó a besar el cuello de Rusell, movió un poco sus caderas para hacer fricción con su coño que estaba cada vez más húmedo. Rusell se estaba dejando llevar, estaba tan drogada de todo ese lugar, del dueño de ese lugar y no entendía bien el porqué, seducida por los besos del rubio, pero en cuanto cayó en cuenta retiró a Gustavo de un rápido y ágil movimiento, lo dejó sobre la cama. Gustavo soltó una risita. — Mami quiere tomar el control ¿eh? Rusell no sabía cómo responder a eso. No sabía cómo llegó a la habitación. ¿Cómo es que se dejó llevar tan fácilmente? La curiosidad. Ver a Gustavo desnudo de su cintura para arriba, ver sus tatuajes, como movía sus caderas, provocándola, como movía su cuerpo y jadeaba. La curiosidad de recorrer el cuerpo de ese rubio, de probar el éxtasis, de ser envenenada por la lujuria, era más grande que su propio deber… No iba a dejar qué él tomara el control, es la jefa de policía y no podía verse tan sumisa, además de qué ver al dueño tan dispuesto a ser usado por ella la dejaba sin aliento. Se levantó y se acercó a uno de los cajones, lo primero que encontró fue lubricante, condones y algunos “dulces” saco un condón. El siguiente cajón tenía algunos consoladores, vibradores, anillos de diferentes tamaños y más juguetes. El cajón de abajo tenía esposas, vendas y cuerdas. Miro al rubio, este tenía una sonrisa coqueta, la lujuria brillaba en sus ojos y en verdad quería ver en acción a Sam Rusell, quería ver cómo tomaba el control la Superintendente de Los Santos. Rusell volvió su mirada a los cajones. Pasó sus dedos por las cuerdas, gruesas y duras. Su oscuridad empezaba a apoderarse de ella, esa dominatrix que en el pasado le trajo serios problemas, una de las razones por las cuales bajó de rango muchísimo. Su boca se resecó, sentía el fuerte latir de su corazón y pequeñas gotas de sudor por su frente… la curiosidad pudo más con ella. Saco las cuerdas, tomó un látigo del mueble contiguo a ese y lo dejó caer sobre la cama. Tomó a Gustavo de la nuca y comenzó a besarlo hasta quitarle el aliento, mientras el rubio recuperaba el aliento, tomó sus manos, las puso sobre su cabeza y tomando la cuerda las amarró junto a la cabecera de la cama. A Gustavo le sorprendió lo bien que hacía los nudos ¿Dónde habrá aprendido a hacerlos? No es que en la Academia te enseñen a hacer ese tipo de nudo y menos a usarlos en una cama, una sonrisa perversa iluminó el rostro del rubio, solo una vez había visto esos nudos y fue por una francesa a la que suele ver cada años, una dominatrix. Su polla se puso dura al saber que la oscuridad de esa chica era eso. Cuando sus manos estuvieron inmovilizadas, Ruell pasó sus manos sobre el pantalón de Gustavo, no perdió más el tiempo y lo sacó junto con sus calzoncillos. No pudo evitar soltar un gemido, le encantaba la fuerza con la que le estaba tratando. — Tan rápido te has calentado bombón – sonrió Rusell al ver la erección de Gustavo. — Usted es muy caliente Rusell. — Para ti seré señora, nada de Rusell, no somos amigos. — Está bien, mi señora – sonrió Gustavo. Rusell tomó el látigo y comenzó a deslizarlo por el cuerpo desnudo de Gustavo, sentir el frío de la soga de cuero, involuntariamente jalaba sus manos. Le gustaba, le gustaba ver como el rubio perdía el control con solo un tacto suyo. Dio el primer latigazo, no fue muy ruda pero sí lo bastante fuerte para hacer que gimiera fuerte. No conforme con ver al rubio asi, siguió dando latigazos hasta que se canso, la piel roja de Gustavo donde habia estado dando los latigazos le encanto a Rusell. Gustavo por su parte estaba tan excitado que si recibía otro latigazo más, estaba seguro de que se correría, por suerte no recibió otro latigazo más. Lo que agradeció internamente. Rusell se desnudo y se sentó en la cara de Gustavo, el rubio sabía que hacer y estaba más que encantado, ella tiraba de su cabello y movía sus caderas, sintiendo como la lengua del rubio la lamia y recorría cada rincón de su coño húmedo. Sus gemidos se hicieron fuertes y cada vez movía más las piernas, los dientes de Gustavo rozaron su clítoris y eso la hizo correrse en la boca del rubio. Con las piernas temblorosas, se deslizó por el cuerpo del rubio, mojándolo con sus fluidos, lo besó, probándose en la boca del rubio. Una parte de ella seguía gritandole que eso estaba mal, pero el deseo y la lujuria estaban sobre ella, atacando una y otra vez, quería eso, al menos una vez, lo necesitaba. Bajo la atenta mirada del rubio, tomó su m*****o y saco su lengua y lo lamió, el gruñido que salió de Gustavo la hizo jadear. Lo chupo y cada vez más trataba de tragarlo, llenándolo de su saliva y mojándolo, Gustavo echó la cabeza para atrás disfrutando de la boca de Rusell. Cada vez lo sentía más duro, sentía el palpitar del m*****o de Gustavo en su boca, quería seguir pero se detuvo, escupió en el m*****o y lo masturbo, con una sonrisa y se puso sobre él. — ¿Creí que querías jugar? — Quiero ver como tus ojos se ponen en blanco, como tu voz se hace cada vez más ronca debido a los gritos que me darás, quiero sentir como tus piernas flaquean cuando estés en la cumbre del orgasmo, quiero ver como te corres por y para mi. Gustavo movió sus caderas, impulsandose para entrar por completo en ella, su estrecho y caliente coño los hizo gemir a ambos. Russell comenzó a moverse en circulos y pequeñas embestidas que estaban siendo una tortura para Gustavo que sus manos jalaban las cuerdas, eso complació a Rusell. El tamaño del rubio la estaba haciendo delirar, la estaba partiendo a la mitad y cuando sintió como Gustavo empezaba a moverse, sonrió y los dos acompasaron sus movimientos, las tetas de Rusell se movían de un lado a otro con cada embestida y las manos de Gustavo luchaban por desatarse para poder tomarla como quería. La curiosidad estaba siendo parte de todo ello. Cegados por el deseo y la lujuria. La curiosidad de ver como se corría era muy grande, así como sus ganas de follarla hasta verla llorar. Gustavo logró desatar una de sus manos y Samo pudo verlo, pero solo sonrió, desató otra de sus manos y la tomó con fuerza, los gritos de Sam se hicieron más fuertes. Una de sus manos viajó hasta el cuello de Sam, apretándola con cada embestida, cada vez un poco más fuerte, mirando como su piel se tornaba roja, sus lágrimas por falta de oxígeno corrían por sus mejillas, era algo excitante para él. Aumentando la presión en su cuello, aumentó sus embestidas, sintiendo como Rusell lo estaba apretando, dedujo que estaba por correrse así que con su otra mano lo comenzó a masturbar al ritmo de sus embestidas. Sam estaba en la cumbre del placer, no trato de contener su orgasmo solo se dejó llevar, corriéndose por completo. Gustavo satisfecho de ver como la Superintendente de la policía puso los ojos en blanco, y sus piernas flaquearon al correrse, se corrió dentro de ella liberando por completo todo lo que tenía. Pasaron unos segundos cuando Gustavo soltó su cuello y salió de ella, tomó el condón lo amarró y lo tiró. Sam comenzó a toser, tratando de recuperar el aliento, jadeando muy fuerte y mirando como Gustavo sacaba un cigarrillo de su pantalón. — Eres intensa, nena – dijo Gustavo con una sonrisa. – Verte en la cumbre del placer será inigualable. — Y tú muy bueno – dijo Rusell con la voz ronca, se acercó a él y le quitó el cigarro para darle una calada. — Y sentirte dentro es algo inexplicable – le sonrió. — ¿Podrás caminar? – sonrió divertido. — Eso espero – soltó una risita Sam y vio como Gustavo se levantaba de la cama para recoger su ropa. — ¿No quieres segunda ronda? — Tal vez otra noche Rusell – suspiro – Tengo que ver que mi club no sea destruido – soltó una risita – No por ser exclusivo signifique que haya imbéciles que se pasen de listos – la miró – Quédate todo lo que quieras, te traeré algo en unos minutos – se acercó y le dio un corto beso en los labios disfrutando los labios de Rusell – Eres fascinante, nena. — Lo mismo puedo decir bombón – sonrió Rusell mirando como se iba Gustavo dejándolo sola en esa habitación – La curiosidad mató al gato – susurro para sí sonriendo divertida. Gustavo tomó dos analgésicos de los fuertes con un poco de vodka, se acercó a sus chicas, para ver que tal estaba su noche. — Todo bien señor – los dos se sonrieron. — Perfecto chicas – sonrió Gustavo – Melissa ven un minuto – la castaña lo siguió quedando un poco lejos del resto de sus compañeras. — ¿Qué pasa Gustavo? ¿Quieres un trabajito? — Está noche no cariño – le sonrió acariciando su mejilla – La habitación 6 de lado derecho, tienes a una dominatrix excelente – la chica sonrió coqueta – Es especial por eso le mandó a la mejor. — Que halagador. — Trátala bien cariño – le sonrió. — Lo haré Gustavo – le dio un corto beso en los labios antes de irse a la segunda planta. Rusell terminaba su cigarrillo, al ver que no llegaba Gustavo comenzó a recoger su ropa pero el sonido de la puerta abrirse lo detuvo. Esperando que fuera Gustavo, encontró una chica alta, buen cuerpo, castaña, con un atuendo de enfermera que mostraba todo. — El señor Gustavo manda algo especial para usted, lo mejor de la casa. — ¿Qué? – preguntó curiosa, intrigada por saber que era. — A mí – sonrió coqueta. Rusell estaba por negarse, pero una noche de descontrol nada le quitará. Así que no dudó más y tomó a la castaña en su poder. {…} El día en comisaría había estado algo ajetreado, sin duda, todos adoraban el acuerdo de confidencialidad. Era como si ninguno hubiese ido a ese club. Rusell estaba incluso de mejor humor, sin duda el sexo hace maravillas. Estaba de camino al hospital ya que habían herido a dos de sus oficiales y quería saber su estado cuando vio a Gustavo con unas rosas en la mano, quería acercarse pero según el acuerdo de confidencialidad no puede hacerlo a menos que la persona implicada quiera hacerlo. Gustavo había tenido una mañana bastante relajada. Había estado perfeccionando la tercera planta para todos sus invitados. Pero, no lo haría sin su prometida. Salió de casa, tomó su Audi R8 y condujo hasta una florería donde compró un ramo de rosas rojas y después condujo hasta el hospital para darle una sorpresa a su chica. Al llegar al hospital vio todo el alboroto que había, si bien había escuchado, hubo un robo al banco central así que podía entender el alboroto. Inconscientemente buscaba con la mirada a la Jefa pero no pudo verla. Así que se concentró en buscar a su chica, quien estaba bajando las escaleras lista para irse y evitar aquel caos. — ¡Nat! – grito Gustavo a lo que su chica se giró y vio a su prometido, los dos se acercaron casi corriendo, se abrazaron y después se besaron como si no se hubiesen visto en semanas - ¿Cómo está el amor de mi vida? — Cansada y estresada – suspiro – Pero ahora estoy mejor – le sonrió. — Perfecto, por cierto, estaba por el camino y vi esto – le entrego el ramo de rosas – Lo mejor para la mejor. — Eres un romántico cuando te lo propones – le dio un corto beso – Pero por eso te amo. — También te amo – la abrazo por la cintura y comenzaron a caminar a la salida, cuando la mirada de Gustavo se encontró con la de Rusell, detuvo un poco sus pasos para verla mejor. — ¿Qué pasa amor? — Nada – sonrió Gustavo sin mirarla – Creí ver a Horacio, eso solo eso – le dio un guiño a Rusell y siguió su camino junto a su chica. Rusell quedó descolocada al ver toda esa escena y encima ver como Gustavo le dio un guiño con su novia al lado. ¿Acaso estaba loco? ¿Cómo es que tiene novia y ayer estaba disfrutando su gran sexol? ¿Qué rayos pasaba con Gustavo? Gustavo era la incógnita más grande para Rusell. {…} — ¿Hablas en serio? – sonrió divertida. — Muy en serio – sonrió Gustavo terminando de cocinar. — Joder, debo decir que es una gran hija de puta, siempre con mal genio y tratando a todo el mundo como si fuera un estupido. Pero sin duda querido tienes efecto en esa clase de personas – le sonrió. — Claro que sí – se acercó a su chica y la beso – Te tuve a ti ¿no? — Bobo – le sonrió - ¿Y supiste que tal le fue a Mel cuando la mandaste con ella? — Salió casi igual que yo – los dos rieron – Deberías probarla cuando la veas en el club. — No quiero que me azoten tan fuerte, suficiente tengo contigo – volvieron a reír – Por cierto, hablando de dejar inválidos a todos, escuche rumores sobre los Miller. — ¿Qué escuchaste? — Que irán al club – lo miró – La tercera planta para ser específica – le sonrió – Tal vez podamos ir esta noche. — No tengo problema con ello – le sonrió – Sirve que vemos cuantos más se unen al rodeo. — En verdad serás el mejor esposo que podre tener – Nat lo beso tiernamente. — Y tú serás la mejor esposa que alguien podrá tener – le sonrió Gustavo – Y hablando de eso, tengo el contacto de una buena organizadora de bodas. — Perfecto, llamémosla mañana y hagamos una cita. Nuestra boda tiene que ser perfecta. — Al igual que la luna de miel – le dio un guiño. {…} Rusell volvía al club esa noche, con la esperanza de encontrar a Gustavo y tal vez hablar con él. — No está esta noche aquí – dijo Melissa. — ¿Qué? — Buscas a Gustavo lo se – le sonrío – Él está en la tercera planta – le dio una cerveza. — ¿Hay alguna planta más? ¿Y qué hay ahí? — ¿Eres soltera o tienes pareja? — ¿A qué viene eso? – dijo Rusell confundida. — Bueno porque si eres soltera ni de coña entras ahí, pero si tienes pareja entras con facilidad – le dio un guiño – Diviértete esta noche, señora – dijo antes de irse y dejarlo descolocada. ¿Qué demonios hay en la tercera planta?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD