Gustavo estaba llegando al hospital, estaba nervioso, no tanto por pedirle matrimonio a su chica sino por el alboroto que haría Horacio, no sabe absolutamente nada de él desde ayer solo un mensaje que le dijo “ve de traje” sabiendo que casi no usa trajes, se lo pidió y ya, solo ha sido eso.
Llegó a la esquina del hospital y vio no solo tres patrullas y dos motos, sino que vio a demasiadas personas que estaban sin hacer nada. Estaciono su auto frente al hospital y busco a Horacio. No sabía qué tanto habrá planeado, pero se estaba poniendo nervioso.
— ¿Qué demonios es todo esto?
— Ya verás – sonrió Horacio – Será épico.
— Tengo miedo.
— Tranquilo, que debes verte bien para tu chica – le arregló la corbata – No hay vuelta atrás, una vez le des el anillo y ella diga que acepta será para siempre.
— Lo sé, no me metas miedo, se a que me enfrento – suspiro – La amo Horacio, amo tanto a esta mujer que no quiero perder un segundo mas, quiero una vida con ella.
— Bueno, pues hacelo saber – sonrió mirando a la puerta del hospital donde Natalia salía con más médicos.
La canción “Candyman” comenzó a sonar, las personas que no hacían nada comenzaron a bailar, Gustavo casi le da un ataque de risa, con esa canción conoció a Natalia y parecía que ella la había reconocido.
Gustavo comenzó a caminar hasta que llegó frente a ella.
— ¿Qué es todo esto? – sonrió – No me digas que olvide algún aniversario.
— No, nada de eso solo quería sorprenderte.
— Lo has hecho – los dos se besaron tiernamente – Pero dime ¿Qué es todo esto?
— Bueno es oro blanco con diamantes incrustados hecho solo para ti.
— ¿Qué? – lo miró confundida, las sirenas de las patrullas comenzaron a sonar y eso atrajo la atención de la chica, que al ver vio que cada uno de los bailarines sostenia una hoja de color con una letra, juntado todo decía ¿Te casas conmigo? Cuando volvió su mirada a Gustavo ya estaba de rodillas – Oh Dios.
— Llevamos mucho tiempo juntos, eres perfecta, te amo con todo mi corazón y quiero pasar cada minuto de mi vida contigo – le sonrió y abrió la cajita que sostenía – Natalia Campell ¿Te casarías conmigo?
La chica que conoció en el hospital mientras le sacaba fragmentos de una bala del pecho, a la chica por la cual fue al hospital más veces con tal de solo verla. La chica que lo aceptó y que estaba con él en todo su negocio, convirtiéndose en su Reina. Esa chica es con la que deseaba pasar su vida entera, formar una familia, solo la amaba a ella, no había nadie más, Natalia era su chica.
— Sí – sonrió en grande – Si, si y si.
— Oh Dios mio – Gustavo se levantó y la abrazó, levantándose del piso para darle vueltas - ¡Dijo si! – grito y todos gritaron celebrando – Ven aquí – la beso tiernamente y le puso el anillo.
— Si que sabes mi talla.
— Sé todo de ti – le guiño – Ahora porque no vamos a casa usas ese traje que prometiste usar – susurro junto a sus labios – Y en la noche celebramos inaugurando la tercera planta del club.
— Eres perfecto – sonrió antes de besarlo.
{…}
— ¿Qué sabemos de ella ? — dijo Horacio, reuniéndose con los de rango importante en la comisaría a la hora del almuerzo.
— Veamos, fue difícil saber algo de ella, parece que no existiera esta mujer — dijo Brown mientras comenzaba a revisar lo que encontró.
— O que asuntos internos no quisiera que supiéramos quién es realmente ella — dijo Kyle mientras le ayudaba a encontrar lo que tenían de Rusell.
— Aquí está – susurro – Es una Marine con honores, estuvo en la guerra, cosas realmente irrelevantes. Esperen, parece que encontré algo, parece que estuvo casada y tuvo hijos pero fueron asesinados. No hay más información, parece como si ella hubiera muerto después de eso, no hay nada más.
— ¿Familia muerta?
¿Por qué enviaron a alguien que prácticamente no existe en la base de datos oficial? Tenía al menos dos razones, una es porque sabían que la policía era corrupta o porque querían sacar a Gustavo del mapa.
— Así es, pero no me deja acceder a nada más – suspiraron – Sea quien sea esa mujer, está aquí por algo no solo por esta comisaría, debe haber algo más.
— Ya veremos – dijo Horacio – Gracias, de todas formas.
— No es nada, comisario – le sonrió.
Apenas habían pasado tres días y esa nueva jefa ya los había puesto a comer mierda, más de la que ya estaban comiendo.
Salió a recepción donde estaba el resto de comisarios, se acercó a ellos.
— ¿Salió algo? – dijo Ivanov.
— Nada relevante – carraspeo – Necesito un trago.
—- Yo igual – dijo Greco – Horacio – lo miro - ¿Cómo está el nuevo club de Gustavo? – sonrió de lado.
La curiosidad estaba matando a la mayoría de comisarios, querían saber más del club…
— Saben que no puedo decir nada, acuerdo de confidencialidad – sonrió Horacio – Pero, si de verdad se quieren desestresar y al mismo tiempo pasar un buen rato, es el lugar indicado.
— ¿Es cierto lo que se dice? – sonrió Ivanov con un brillo en sus ojos.
— No sé que has escuchado – sonrió divertido – Vayan chicos, digan que vienen de parte mía y si quieren el pack completo, firmen el acuerdo.
Todo el mundo sabía lo prestigioso que era el club Ginebra y que había un acuerdo de confidencialidad, lo que hacía que la curiosidad en todos creciera aún más.
— ¿Qué dices Greco? ¿Vamos? – dijo Ivanov, mirando a su compañero.
— ¿A dónde irán, anormales? – dijo Rusell entrando en su conversación.
— A un bar – dijo Greco - ¿Quiere venir? – Horacio e Ivanov lo miraron de inmediato ¿estaba loco? – Solo el mejor whisky en el mejor lugar.
— ¿Mejor whisky? Eso debo verlo yo ¿a qué hora irán?
— Las 9:00 – dijo Ivanov – ¿Pasamos por usted?
— Solo díganme donde está y yo iré, no necesito una puta niñera.
— 10-4 Yo se la mandaré superintendente – dijo Greco.
— Hagan 10-33 no quiero que solo estén planchando bragas.
La jefa se fue dejándolos de nuevo solos.
— ¿Qué coño te pasa? – dijo Horacio – No es un bar cualquiera.
— Por favor, lo único malo es que nos degrade a oficiales – suspiro – Además ¿de verdad creen que quiera entrar?
— Pero si entra — dijo Ivanov mirándolos. — Nuestra nueva jefa en un maldito club y no cualquier club, todos sabemos que hay en ese lugar.
— La guardia baja, tenemos de donde tomar a la nueva jefa — sonrió Greco. — Tenemos una cita perros, nos vemos.
Horacio suspiro, pero admitía que tenían un buen punto, tomó su teléfono y marcó el número de Gustavo.
— Hola bebé ¿Qué ocurre?
— Gustavo, puede que tenga algo – soltó una risita – Ire en la noche con los comisarios.
— ¡Maldición! Esa es la actitud guapo, gracias por informar, sacaré lo mejor para ellos – rieron divertidos - ¿A qué hora vendrán?
— A las 9:00 pero no solo iremos nosotros – suspiro – A Greco se le ocurrió invitar a la nueva jefa, Sam Rusell.
— ¿Cómo?
— Como lo oyes.
— ¿Es la de las pistoleras, verdad? - escucho un “ajam” por parte de Horacio – Tener al enemigo aún más cerca — una sonrisa perversa se le formó a Gustavo — Me encargare de ella.
— ¿Seguro? No quiero que tengas problemas.
— Horacio ¿Qué hacemos con los problemas? – escucho una risita - ¿Qué hacemos?
— Nos los comemos – susurro.
— No escucho.
— Nos los comemos – dijo más fuerte – Me escuchaste, los problemas me los como.
— Así se habla perro, ahora debo hacer unas cosas nos vemos esta noche.
— Vale, adiós.
{…}
Gustavo se puso uno de sus mejores atuendos, su prometida tenía el turno nocturno y por desgracia no estaría esa noche con él en el club, así que tendría mucho tiempo para poder disfrutarlo con los policías que fueran esa noche. Pensar en tener a la nueva Jefa de rango superior en su club le gusta, porque es literalmente meterlo a su mundo, donde él tiene el poder, donde puede controlarlo, donde es el Rey. Sabiendo como sería de obstinada en no querer sobrepasar su curiosidad, ya tenía algo preparado, algo que lo haría romper todas sus reglas y firmara el acuerdo.
Comenzó a preparar algunas bebidas, cuando vio llegar a Horacio junto con sus compañeros, no tenía duda alguna que todos estaban muy bien.
Greco era de los que más imponen, todo su cuerpo bien trabajado, músculo, pecho, espalda ancha, su ropa parecía algunas veces que se iba a romper de tan grande que estaba, barba de leñador y cabello siempre bien peinado aunque en esa ocasión tenía el cabello revuelto, más rebelde.
Ivanov, ese bulgaro de piel morena, barba bien delineada, alto, también hacía ejercicio pero no estaba tanto como Greco. Al igual que Greco, él también tenía cierta actitud rebelde, con ganas de romper las reglas.
— Buenas noches caballeros – sonrió Gustavo.
— Buenas – dijeron todos.
La primera cubierta del club era un simple bar con un pequeño escenario donde estaban las chicas de Gustavo en muy poca ropa. Las luces neón, el ambiente, la música y sin duda las chicas coquetas, de grandes pechos y curvas, llamaban mucho la atención y aumentaba más su curiosidad.
— Esto es una puta locura Gustavo – dijo Ivanov con una gran sonrisa. – Me encanta.
— Y solo estás viendo la cubierta amigo mío – dijo Horacio tomándose la libertad de servirse una cerveza de barril.
— ¿Qué más hay? – dijo Greco curioso.
Gustavo y Horacio compartieron una mirada pícara, sabiendo que estaban logrando lo que querían.
— No puedo revelar nada – sonrió y dio una señal a dos de sus chicas que de inmediato llevaron los acuerdos de confidencialidad personalizados para cada uno – En cuanto tengan su firma en ellos podré hablar libremente.
— No perdamos el tiempo – dijo Brown tomando un lapicero y firmando donde decía “firma”.
— ¿No vas a leer antes? – dijo Greco.
— ¿Qué puede decir? Esto es un club exclusivo – dijo Brown – No me detendré a leer esta mierda.
— Les explico – dijo Gustavo ignorando a Brown – Esto no es un club cualquiera, mis chicas y mis chicos no son cualquiera – en ese momento un par de chicas llegaron, la música de fondo cambió y comenzaron su trabajo atrayendo la completa atención de los agentes – Un solo rasguño y los desaparezco en un chasquido – trono sus dedos atrayendo la atención nuevamente de los maderos – Se los advierto.
— Entendemos – dijo Greco.
— Perfecto – sonrió de lado - ¡Cervezas aquí! – ordenó y las meseras llevaron las cervezas, esperando que terminaran de firmar el acuerdo de confidencialidad. Él se acercó a servirse un trago, mirando con una sonrisa como todos firmaban el acuerdo de confidencialidad. – Ahora sí, vamos a lo bueno. Como ya lo dije mis chicas y mis chicos tienen una vida fuera de aquí, así que si se los encuentran fuera de este lugar, son desconocidos para ustedes así como ustedes lo serán para ellos. Me vale una mierda si es su puto vecino, su compañero de trabajo, ustedes entienden lo que es la palabra confidencialidad.
— Si – dijo Ivanov – Todo lo que pase se queda aquí.
— Así es – suspiró – Al igual que entre ustedes no pueden hablar de esto, si no es aquí. Chicos este lugar será su puto santuario, si están en el closet aquí podrán ser libres, si son curiosos y quieren abrirse paso a nuevas cosas, este es el lugar – les sonrio – Tenemos está planta, donde puedes relajarte, disfrutar de buenos tragos y de bailes y si alguna te gusta y ella accede podras llevarla a la segunda planta donde están nuestras habitaciones privadas, lo advierto una vez mas, nada de abuso aquí, si ellas lo quieren lo harán si las obligan, olvídense de sus vidas – asintieron todos – Perfecto, también en nuestra segunda planta están las zonas donde es solo para hombres – sonrio de lado – Si quieres experimentar, ahí puedes ser tú mismo, asi como también esta la zona para chicas. Lo mismo, si se agradan y quieren entrar más a fondo, tenemos habitaciones. En resumen, mente abierta, relájense y a disfrutar.
— Así se habla – dijo Ivanov.
— Pues a divertirse – sonrió divertido.
Horacio no perdió más el tiempo ahí y se fue a su zona favorita donde Ivanov lo siguió solo por “curiosidad” Greco se quedó sentado mirando el baile de una de sus chicas y Brown desapareció de su vista.
— ¿Cómo vamos?
— Todo bien jefecito – sonrió Pablo – Todo como en un día normal.
— ¿Cómo está nuestra tercera planta?
— Funcionando y con mucho ruido – los dos rieron – Daré mi rondín, te avisaré cualquier cosa.
— Está bien – Gustavo estaba por irse a la segunda planta cuando la vio, con un vestido n***o, fumando un cigarro y lentes oscuros – Vaya, vaya – susurro sonriendo, se acerco hasta quedar cerca de ella y su acompañante.
— Esto es un jodido putero – dijo Rusell.
— Un club de calidad – dijo Gustavo sonriendo – Soy Gustavo, dueño del lugar.
— Creí que era más grande tu “club” — dijo con un poco de gracia.
— Mi club es como un culo, jamás sabes que tan grande es hasta que lo tienes en la cara – sonrió divertido – Adelante, les serviré lo que gusten, la casa invita la primera ronda.
Cómo comenzaban a seguir a Gustavo miraban como las luces neón guiaban a otras partes del lugar lo que les causaba intriga ya que también tenía flechas llamativas. El par de agentes se sentaron en unos bancos cerca de la barra, Gustavo les preparó whiskys de calidad y se los llevó.
— ¿Qué más hay aquí? – dijo Petrov señalando las flechas.
— La curiosidad mató al gato ¿estás dispuesto a correr ese riesgo? – sonrió Gustavo – Cómo dije es un club de calidad y muy reservado – suspiro – Para saberlo, deberán firmar un acuerdo de confidencialidad.
— ¿Acuerdo de confidencialidad? ¿Qué demonios hay ahí para que tengas acuerdo de confidencialidad? – dijo Rusell.
— Mi vida entera – sonrió Gustavo mirándolo, Rusell dio su primer trago a su whisky, no lo pudo ocultar, era un whisky de calidad - ¿Qué tan curiosos están esta noche?
— No está… - Petrov no dijo nada ya que vio salir a Horacio de ese pasillo, tenía un atuendo muy apretado y parecía estar sonrojado aunque las luces neón lo hacían ver así, estaba jadeando y sonriente. Ese era parte de su plan.
— Oh, hola – sonrió Horacio acercándose.
— Horacio – dijo Petrov mirándolo, al tenerlo cerca lo vio jadeando, labios hinchados y sudando.
— ¿Qué pasa Horacio? – dijo Gustavo.
— Ammm – su mirada pasó de Rusell a Petrov hasta llegar a Gustavo.
— Puedes decirlo – sonrió juguetón.
— Rompimos unas esposas – dijo Horacio – No encuentro las de repuesto.
— ¿Rompiste unas esposas? ¿Cómo coño…? No me digas, se que tan rudo puedes ser – dijo Gustavo – Donde estaban esas esposas ahí mismo hay un fondo falso – le dio un guiño – Sigue jugando.
— Gracias – sonrió y se retiró sin decir más.
— Seguiamos – sonrió Gustabo.
— ¿Esposas? – dijo Rusell dirigiendo su mirada al rubio.
— No sé de qué me habla – sonrió divertido – Dejaré esto aquí – dejo dos acuerdos de confidencialidad – Saben que significa la palabra confidencial, todo lo que pase aquí, todo lo que vean y a quien vean aquí, se queda aquí. Nada sale de este lugar – suspiro – Y si sale, me encargó rápidamente de ello – le dio un guiño – Los estaré esperando en la barra.
Rusell no pudo evitar ver como el rubio se iban contoneando las caderas y gracias al pantalón que tenía puesto podía ver su perfecto culo, redondo y levantado.
— Lo siento Rusell, pero soy el gato – dijo Petrov.
— ¿Lo harás? – dijo incrédula.