Sam no podía dejar de pensar en esa llamada que Gustavo tuvo frente a ella. Gustavo era la curiosidad y ella era el gato. Y por más que no quisiera, la curiosidad pudo más con ella, tomó sus llaves y se dispuso a ir al hospital del Norte. — Es todo – dijo Gustavo quitándose los guantes de látex - ¿Tenemos todo? — Si, todo está en las hieleras. — Bueno váyanse, yo tengo que llevar el corazón con Nat – dijo con una sonrisa divertida. — Eso sonó tan romántico – todos rieron. — Idiotas – sonrió Gustavo – Chicos ya saben, ácido y limpien todo. Gustavo tomó la hielera, se quitó su bata manchada de sangre y la tiró a la basura, subió las escaleras y salió del club, subió a su auto y condujo lo más rápido tomando la autopista para llegar más rápido. Apretó el volante pensando en cómo llegó