Mekeril por primera vez vio preocupación en ella en cuanto al bebé. Eso alteró a su corazón por completo. ¿Ella realmente amaba a su hijo? Se puso en pie y, sin apartar la mirada de sus ojos, besó su frente para después acariciarle el pelo. Ese acto fue el peor de todos para Nahara. Empezó a llorar y negar. Se sentía tan culpable por todo lo que dijo que le haría a su hijo que ahora quería morir. ¿Por qué fue tan cruel con su propio bebé solo para lastimar a un hombre? ―No llores, gitana. ―La miró sorprendido―. Nuestro hijo está bien, al igual que tú. Nahara lo observó mientras sollozaba. ―¿No perdí al bebé? ―Mekeril negó―. Oh, Dios, gracias ―susurró, y se llevó la mano libre al vientre―. Fui tan tonta… Lo siento, cariño, lo siento. ―Cerró los ojos con fuerza. La consciencia no la hab