Nahara, conforme escuchaba a su amiga, sus hermosos ojos se abrían hasta llegar a la máxima capacidad. Giró su cabeza lentamente, como si estuviera poseída, para mirar al hombre tras de ella, lista para ver su gesto burlón por las absurdas cosas que decía Chiara. Sin embargo, lo que encontró fue un gesto inexpresivo, pero un tanto cómodo con todo lo que escuchó. ―¡El padre de mi hijo es un mafioso! ―chilló, enloqueciendo por completo al caer en cuenta. Ahora comprendía tantas cosas―. Oh, por Dios. Oh, por Dios… ¡Chiara! ―¡Nos va a matar! ―gritó su amiga, que también perdió los estribos―. Te embarazaste del mismísimo diablo. ¡Ahora he venido a la cueva del lobo sola! ―Oh, Dios. Oh, Dios, ¡un mafioso! Ambas se agarraron de la mano y corrieron a la puerta. Mekeril y Alessandro solo las