―Baja esa arma, muchacho ―ordenó el hombre maduro―. ¿Por qué no me llamaste? ―Se acercaron a él―. ¿Cómo estás, querida? ―Alvize agarró la mano de Nahara con delicadeza, y ella, como respuesta, distorsionó su gesto por las ganas de llorar―. Explícate. ―Miró a su hijo con seriedad. ―Cometí un error, pero ambos están bien ―contestó Mekeril, y Nahara sollozó―. Solo fue un susto, pero desde luego haré pagar a la responsable. ―¿De qué hablas? ¿Alguien le hizo esto? ―Paolo frunció el ceño. ―Vittoria se atrevió a hablar con mi mujer sin mi presencia. ―Los observó―. Todos sabemos cómo suele ser ella, y esta vez no se lo voy a permitir. ―Estaba decidido―. Ahora no se trata de un ligue, es la mujer que amo y la madre de mi hijo. Todos lo entendieron, pero también comprendían la posición de Vitto