El olor nauseabundo, los quejidos apenas audibles y ver lo desagradable del cuerpo semidescompuesto fue toda una belleza para Mekeril. Verlo sufrir en vida y que el dolor fuera tanto que ya ni llorar podía fue fantástico.
―Por favor… ―El Susurro captó la atención de los dos―. Ya mátenme.
Mekeril agrandó la sonrisa.
―Nada de lo que yo haga o tú sufras me será suficiente para lo que pasó mi mujer. ―Se agachó a su lado, espantando a las moscas, las larvas. Por otro lado, estaban como si nada; se comían su cuerpo lentamente―. Y antes de que mueras se me hace justo que veas esto. ―Sacó el móvil y reprodujo un video―. Mis hombres dicen que tus hermanas estaban deliciosas, al igual que la perra de tu madre. ―Rio divertido―. En cuanto a tu padre, vio una película porno y quedó sin v***a antes
