Inmediatamente, los hombres se pusieron en pie ante la desconcertada mirada de la mujer. Todos lucían sorprendidos al verse cara a cara. ―Es mejor que no hayas venido aquí para irrumpir en la paz de mi nuera, muchacha ―atacó Alvize. ―Mi cuñada no está sola, debes saberlo ―saltó Rodrigo. ―Créeme, está muy protegida ―aseguró Paolo. ―¿Cómo te atreviste a venir a mi casa? ―cuestionó Mekeril furioso ante la incredulidad de Vittoria. Ella jamás había sido merecedora de tal protección. ¿Por qué esa mujer sí? ―Tranquilos todos. ―Nahara entró a la sala. Fue la única en mantener su reacción fría y despreocupada―. Yo la invité. Todos la observaron incrédulos. ―Tú… ―Tranquila ―cortó a la mujer visiblemente enfadada―. No esperaba la visita de mis suegros y cuñados, y creí que para esta hora m