―¡Carajos! ―Mekeril, quien había disparado a la frente del hombre justo cuando ella se asomó, corrió en su dirección para tranquilizarla. Nahara lo miró aterrada. Estaba en shock total. Jamás había visto algo tan fuerte en su vida, así que, sin ser consiente, corrió lejos de él en cuanto lo vio acercarse. No podía siquiera respirar. La imagen se repetía una y otra vez. Además, el fuerte sonido del disparo parecía haberla dejado sorda. ―No. ―Alessandro lo detuvo. Ahora no podía dejar lo que estaba haciendo a medias y ya era riesgoso que uno de sus socios supiera de la existencia de Nahara―. Ella no podrá ir lejos. Debe terminar y no darle motivos para que hable de lo que ha visto. Mekeril lo sabía. Deseaba mantenerla oculta hasta que supiera todo, pero ya eso no se podía. ―Lamento eso.