Capítulo 3

2434 Words
Adiel esperó pacientemente que su carcelero lo buscará y lo llevará de nuevo a su celda. Desde que se fue Erin Sophia los pensamientos de Adiel lo llevaron a aquel pasado cuando la conoció. Un recuerdo que él atesoraba porque era lo más hermoso que había tenido hasta que llegó Audi a su vida sólo para manipularlo y destruirlo alejándose de ella. Ella era una joven adorable, con una larga melena dorada y ojos de miel. Muy hermosa, que se desvivía por atenderlo y estar pendiente de él. Él supo desde el principio que ella gustaba de él y esto lo hacía sentir orgulloso y deseaba más que nadie poder ser un hombre digno para ella. Pero su madre también se dio cuenta de esto y por eso le hizo la vida imposible, hasta que lo hizo sacar de aquel rancho donde él trabajaba como un humilde vaquero. Mendoza apareció y lo llevó hasta donde lo esperaba el compañero de prisión. — ¿Cómo te fue? — le preguntó Guzmán al hombre taciturno que acababa de llegar a la celda. Adiel lo miró a los ojos y suspiró profundamente. —La verdad es que no sé ni cómo me fue— dijo algo confundido— me propusieron un trabajo y debo aceptar para mañana a las seis de la tarde y el mismo lunes estaría libre— le dijo a su confidente. Guzmán un hombre mayor de unos cincuenta años y con una afección cardiaca lo miraba a los ojos y sonrió al oír aquellas palabras. — ¡Qué bueno! — exclamó alegre por aquella propuesta— así te podrás ir pronto a este lugar. Y rehacer tu vida de una forma diferente a la que tenías en el pasado. Adiel se sentó en el camastro y lo miró fijamente. —Viejo el trabajo también implica que debo casarme con una mujer— lo miró a los ojos — la mujer que siempre fue inalcanzable para mí. Guzmán se rascó la barba y lo miraba fijamente. — ¿La abogada que vino la otra vez con el juez Cárdenas? — le preguntó lleno de curiosidad. —Sí, esa misma. Ella me dijo que siguiera estudiando, que saliera adelante — él bajó la mirada— por ella fue que seguía estudiando y capacitándome. Quiero que ella me vea diferente. —Eso quiere decir que tienes una oportunidad para estar con ella — dijo el hombre mientras se acomodaba al lado de él— hazlo, hijo. No mires atrás. Piensa en un futuro mejor. Tus deudas con la sociedad han sido pagadas y tienes derecho a ser feliz y alcanzar las metas que te has propuesto. Adiel lo miró y sonrió con tristeza. —Viejo, pero si me voy te quedaría solo— se levantó y caminó hacia aquella pared donde estaban las imágenes de los sueños de los dos. Entre esas imágenes había las de un gran parque donde ambos estarían sentados para charlar con libertad y aún hasta jugar sus partidas de ajedrez. Adiel lo amaba como a un padre. —Adiel, hijo— lo llamo y espero que este lo mirará— no pierdas la oportunidad de salir de este lugar. Tendrías que estar dos años más aquí, y tus planes se retrasaron. Piénsalo yo siempre voy a estar aquí y esperaré pacientemente que vengas por mí o yo iré a ti cuando llegue el momento. Adiel al llegar al centro penitenciario fue humillado y maltratado por una infinidad de reos. La intervención de Guzmán Guzmán lo ayudó a que nadie lo maltratara. Él a través de su influencia logró que el joven tuviera una mejor posición en el penal. También lo indujo a que estudiara leyes y esta decisión se fortaleció cuando volvió a ver a esa mujer que él tanto amaba, pero que nunca pudo conquistar. Guzmán lo amaba como a un hijo por eso había hecho ciertos trámites que Adiel aún no sabía. —Si le doy el sí, me sentiré manipulado por ella— dijo Adiel— me sentiré que no tendré el derecho a exigir porque ella me sacó de este lugar. Quiero hacer las cosas por mí mismo y no depender de ella. —Y ella te dio la razón de por qué se quería casar contigo — le preguntó el hombre con curiosidad. —Ella quiere huir de la decisión de su madre Jackelin que la quiere casar con un hombre al cual ella no quiere— dijo de mala gana, pues a Ariel aquella confesión le había molestado mucho— dice que prefiere hacerlo con alguien que ella haya escogido. El viejo medito por un rato. —Sí yo te ayudo a salir de aquí, ¿La ayudarías? —le preguntó. —Sí. Si salgo de este lugar haría todo lo posible por conquistarla— sonrió ante un atrevido pensamiento— yo estaría dispuesto a casarme con ella sí ella así lo decidiera. —Entonces no hable más — dijo el hombre mayor y fue y se acostó en su catre. —Mañana mismo hablo con mi abogado y el lunes estarás libre— le dijo con una sonrisa en el rostro— pero a cambio quiero un favor tuyo. Adiel lo escuchó y se sorprendió al oír aquellas palabras. ¿Cómo? ¿Acaso él tenía la posibilidad de ayudarlo a salir de ese lugar? —Dime qué favor quieres— no dudó en aceptar aquella propuesta necesitaba estar libre para poder llegar a Erin Sophia. El viejo sonrió y cerró los ojos. —Quiero que te hagas cargo de mis empresas y sobre todo de descubrir quién fue la persona que mató a mi esposa— le dijo muy serio. Estas palabras dejaron a Adiel sumido en un sopor de incertidumbre. — ¿Cómo así? — pregunto confundido —Yo siempre pensé que tú habías matado a tu esposa en un arranque de ira y de celos. Eso es lo que todo el mundo comenta. El hombre mayor miró el techo de aquel lugar donde ha pasado más de veinte años. —Yo no la maté— dijo él con dolor— yo la amaba demasiado y ella me traicionó. Al momento de llegar a la casa los encontré teniendo sexo en mi casa y en mí cama. En un arranque de ira arrojó un florero en el camino y luego me marché. Nunca la agredí, sin embargo, mis huellas aparecieron en aquel cristal que cortó su vena carótida. Adiel trago. Aquella confesión era valiosa para la investigación. — ¿Fue el amante? — le pregunto Adiel. Estaba sorprendido por la revelación. —No lo creo— dijo melancólico— yo siempre sospeche de una mujer. La hermana de ella. Ella me estaba asediando para seducirme, pero nunca le presté atención, estaba muy enamorado de mi esposa. Suspiró profundamente. —Para mí la asesina de mi esposa fue su misma hermana, por celos y envidia— dijo el hombre mayor. — ¿Por qué no hiciste lo posible para salir de este lugar si eras inocente? — Adiel no podía controlar la ira, él odiaba la injusticia. —Perdí el amor a la vida— dijo con tristeza— no tengo ningún motivo para salir adelante. — ¿Y tu hijo? — le preguntó— me dijiste que ella tuvo un hijo. El viejo lo miró y sonrió con mucha tristeza. —Le hice un examen de ADN y resultó no ser hijo mío— volvió a mirar el techo— por eso quiero que investigues y que el culpable pague con creces. Adiel lo miró y sintió mucho dolor. Por eso se hizo abogado para ayudar a darle justicia a los inocentes. —Te prometo que buscaré al asesino de tu esposa y le haré pagar todo el daño que te hizo— dijo Adiel de manera solemne. —Sabes, que siempre te he considerado mi hijo y me siento muy orgulloso de lo mucho que has alcanzado y pronto tendrás tu recompensa— dijo de manera enigmática. Adiel se acostó y se quedó muy pensativo. Pronto comenzaría una nueva vida y cobraría venganza a la persona que le hizo daño a su mejor amigo. Los ojos de Adiel lo miraron y lo vio dormir. —Yo encontraré a esa persona y te voy a sacar de aquí— prometió. Poco rato después Adiel se quedó dormido. Sus sueños lo llevaron al momento en que llegó al rancho de una bella mujercita. Iba viajando en un auto todo destartalado y vio aquel letrero Justicia para todos. —Buenas— dijo el hombre de solo veinticinco años. Buscando nuevos horizontes. —Que deseas— dijo el hombre vaquero que lo miro con el ceño fruncido por el calor del sol. —Me dijeron que necesitas un vaquero— dijo el joven. El vaquero entrado en años y curtido por el sol lo miro y analizó al recién llegado. — ¿Sabes ordeñar? — le preguntó. —Si señor— dijo el joven que bajó del auto y caminaba al lado del vaquero mayor. —Soy Hansel— dijo el vaquero mayor— soy el mayoral del rancho Justicia. Si pasas la prueba te quedas como mi mano derecha. Adiel sonrió alegre. —Gracias, soy Adiel Cook—dijo emocionado. El joven buscaba donde trabajar. Solo tenía veintidós años cuando abandono su hogar. Se alejo de unos padres difusionales. Una mujer alcohólica y un padre abusivo. Quiso llevarse consigo a su madre, pero esta no se quiso separar del hombre que la maltrataba. Ahora ya tenía veintitrés años y logró colocarse en uno de los ranchos más grandes de la región de Australia y más próspero. —Ven chico— dijo el caporal – ayúdame a llevar esos huevos a la casa grande. Hortensia los está esperando. — ¿Ya no viene ella por los huevos? — le preguntó el joven. Él siempre había visto a la mujer mayor recogiéndolos. La carcajada del viejo se escuchó por todo el corral. —No. Desde que se topó con aquella cascabel, la mujer no ha vuelto a poner un pie en el corral— dijo el hombre mayor. Adiel recibió el canastillo con huevos riendo por las palabras de su jefe. —Ve y entrega eso a Hortensia— dijo el caporal— procura no entrar a la casa. Allá está la señora Smith y su hija que llegaron anoche. Esa mujer odia a todos los peones del rancho. Adiel que ya llevaba dos meses trabajando en el rancho y nunca había escuchado hablar de la señora Smith ni de su hija por eso para él fue una sorpresa escuchar lo que decía su compañero y jefe. —Está bien. Haré como me dijiste, se la entregó a Hortensia y me regreso para revisar los estantillos que se van a cambiar— dijo el joven mientras caminaba con dirección a la gran casa. A lo lejos vio una mujer joven con su cabello rubio suelto y que caían de manera libre y graciosa sobre sus hombros y tapaban parte de su pecho. Tenía los ojos más hermosos que él jamás había visto, pero lo que realmente le impactó fue ver el color miel que lo miraron con sorpresa —Buenos días – dijo él con cierto hormigueo en el cuerpo. La joven que lo miraba lo hacía sentir brioso, excitado— este encargo es para la señora Hortensia. La joven lo miraba embelesada. —Sí, claro—dijo con voz temblorosa y recibió de las manos de él aquel canasto. Las manos de la joven tocaron las manos del hombre y entre los dos hubo un estremecimiento de placer y al mismo tiempo de zozobra al no comprender lo que estaba sucediendo a ellos en esos momentos. —Lo siento — dijo él nervioso. Nunca le había pasado algo semejante. Él sintió como si un rayo lo impactará en toda su plenitud. Nervioso y sin dejar de mirar aquellos ojos miel levantó su sombrero e inmediatamente se iba a retirar, pero en ese momento una voz lo detuvo en seco. —Mira zarrapastroso, ¿qué haces mirando a mi hija? — gritó la mujer llena de odio— mi hija sólo merece ser mirada por hombres de clase y no por muertos de hambre como tú. La joven con las mejillas rojas por la vergüenza sólo bajó la mirada y gruñó. — ¡Mamá! ¿Cuántas veces te he dicho que no trates mal a las personas? — dijo— él sólo trajo este encargo a Hortensia. Jackelin miro con odio al vaquero que está sucio y lleno de polvo. Su botas desgastadas y su sombrero de paja gastado. —Lárgate, no quiero ver a ningún asqueroso vaquero cerca de la casa ni de mi hija – dijo. Adiel dormido se removió en el camastro. Cada vez que soñaba con su ángel de ojos miel su hermoso sueño se convertía en pesadilla. Todo por culpa de la misma Jackelin Smith. Adiel se levantó y caminó hacia las rejas que lo separaban. Lo hizo en silencio sin saber que era observado en silencio, un silencio sepulcral. — ¿No puedes dormir? — preguntó Guzmán al joven. Adiel al oírlo se sobresaltó. —Viejo, me asustaste— dijo en medio de una sonrisa— pensé que dormías. El viejo sonrió de medio lado. —No, me duele la cabeza— dijo Guzmán. Adiel se acercó a él. — ¿Quieres una pastilla? ¿Llamo al guardia? — le preguntó inquieto. Guzmán se llevó la mano al pecho y simplemente le sonrió. —No, hijo mío— dijo mientras se apretaba el pecho con las manos— mi hora ya llegó. Adiel al ver al hombre caer lo ayudó para que no se golpeara al caer al suelo frío y dando gritos comienza a pedir ayuda. — ¡Auxilio! — grita desesperado— por favor, guardián. Las luces del penal que están apagadas comienzan a encenderse poco a poco hasta iluminar celda por celda. Un guardia llega hacia ellos y ve aquel cuadro. — ¿Qué pasa? — pregunta el guardia con desconfianza. —No lo sé. Creo que tiene un infarto— dijo Adiel tembloroso y sospechando lo que estaba pasando. Rápidamente llegaron más guardias y Adiel se puso mirando hacia la pared como era la pose reglamentaria al ingreso de una celda con reo. En silencio y con el dolor en su corazón vio como sacaban a su mejor amigo en una camilla. Las horas pasaron y llegó el amanecer del sábado lleno de angustia y de decisiones.
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