Capítulo 2

1910 Words
Erin Sophia camina por el pasillo del penitenciario para salir a la calle donde la está esperando su auto de última gama. Se detiene en toda la salida y respira profundamente y mira el cielo. Su corazón late apresurado en su pecho y los nervios los tiene a flor de piel. Él siempre fue la persona en la que ella se fijó y nunca tuvo el control, ni la voluntad para dejar de amarlo. Sí se va a casar debería hacerlo con el hombre que ella amara no con aquel que su madre le había impuesto desde hacía cuatro años atrás. —Esto es lo único que puedo hacer por ahora— dijo pesarosa. Notó en el rostro de él solo una emoción al saber que se casaría con él. Desprecio e ira. Suspiro profundo para canalizar su estado de ánimo. —Tengo que lograr que él se case conmigo, al menos por un tiempo hasta que mi madre se me quite del camino y me deje ser libre de verdad— dijo cuando se dirigió hacia la carretera y apretó el interruptor del auto. Volvió a respirar profundo como sea si pudiera liberar todo el peso que lleva en su pecho. Son años de tortura, de sumisión en las que no ha podido ser libre. Su madre Jackelin siempre han querido manipular su vida de la mejor manera qué le conviene a ella, dejando de lado sus sentimientos y sus sueños. —Tengo que lograrlo – caminó con lentitud hacia el carro e ingreso – o seré toda mi vida una desgraciada – encendió el auto y manejo de manera pensativa hacia la oficina de su bufé. Ella había seguido los pasos de su padre que había sido un abogado de renombre, pero cuando ella cumplió dieciocho años su padre se accidentó y se mató dejando una mujer viuda y a ella huérfana. Su madre que no sabía hacer nada se dedicó a darse la buena vida cuando vio que su dinero se había acabado comenzó a fraguar ideas para casarla con el mejor partido que hubiese en la ciudad sin tener en cuenta lo que ella pensara o lo que ella sintiera. Los ojos miel miran la carretera fijamente mientras que sus pensamientos están en la mujer que solo le está haciendo daño debido a su ambición y comodísimo. Jackelin Smith una mujer dura e implacable destrozaba a quien fuera posible, tal vez por eso Adiel la odiaba tanto. Tal vez él aun podía sentir en la piel el escarnio al que ella lo sometió en el pasado y debido a eso él la odiaba y lo alejo de ella y de su más puro y desinteresado amor. Volvió a dejar escapar el aire cuando vio que se acercaba a la oficina. Detuvo el auto en el parqueadero privado y bajo del auto con el maletín en su mano. Con paso firme y seguro se dirigió al edificio La justicia y saludando con un gesto a la recepcionista subió hasta el piso diez donde se ubicaba las oficinas de aquel bufé. Su amiga y confidente Mayerli Davis al verla llegar se levantó rápidamente y se le acerco a interrogarla. Ambas estaban nerviosas por lo que estaba haciendo a espalda de la madre de la joven. — ¿Lograste hablar con él? — le preguntó la joven. Erin Sophia deja salir el aire de sus pulmones. —Ven a mi oficina— le dijo a su asistente. Ambas mujeres ingresaron a la oficina y cerraron. —Le propuse lo del trabajo — dijo Erin con un gesto cansado mientras que se sentaba en la gran poltrona. —Entonces, ¿sí acepto? — dijo la joven que la miraba con ansias y desesperación— aceptó trabajar para el bufete. Erin Sophia suspiro profundo. —No. Inmediatamente se dio cuenta que era una trampa lo que yo le estaba proponiendo— dijo la joven apabullada por la situación— le dije la verdad que me casaría con él y le daría trabajo en el buffet. Los ojos de Mayerli se abrieron de par en par al escuchar lo que ella le acababa de decir. —Y… ¿sí acepto?— le preguntó nerviosa y al mismo tiempo emocionada pues ella sabía antemano el amor que ella sentía por ese hombre. Los ojos miel de la joven se llenaron de lágrimas. y tuvo que dejar salir el llanto que la estaba ahogando desde el momento en que vio la reacción de él. —Erin, realmente ¿qué pasó? — preguntó Mayerli al verla triste y descompuesta. —Él se enfureció y pensó que yo le estaba haciendo una broma de mal gusto— dijo mientras se limpiaba la lágrimas que corrían por su rostro— no sé por qué le propuse se casará conmigo, sí al fin y al cabo yo sé que él nunca me ha amado. Mi madre lo humilló tanto y tal vez por culpa de ella él me desprecia. Mayerli sintió tanto dolor al ver a su amiga sufrir por un amor que, desde sus quince años, un amor que comenzó en la adolescencia y cada día se enraizó más en su corazón sin dejarla mirar a otra persona. —Lo siento, amiga— Mayerli se le levantó y buscó un vaso y lo llenó con agua y se lo trajo— tenemos que hacer la lucha. Tu padre dejó en ese testamento que si tú te casabas debe hacer con el hombre que tú querías, primero y segundo podría reclamar el resto de los bienes y quitarlos de las manos de tu madre. Erin Sophia se levantó de su sillón y caminó por la oficina y llego hasta una gran ventana y miró por a través de ella. —Mi madre se ha pasado toda la vida gastando dinero sin saber de dónde proviene— le dio otro trago de agua del vaso que aún sostenía entre sus manos— papá sabía que ella era una despilfarradora, y se ingenió dejando cláusulas que la limitaban a ponerle las manos a mi herencia. —Pero debes casarte para poder ejercerlas— dijo la asistente— además tu madre tiene pensado publicar tu compromiso la próxima semana. Solo tenemos esta semana para buscar a un hombre que se quiera casar contigo. Erin la miro y sonrió muy triste. —Amiga, hombres son los que sobran— dijo con acritud en su voz— el problema es que ninguno llama mi atención. Solo lo quiero a él como esposo. Si un hombre me va a tocar quiero que sea él. El teléfono sonó y ambas mujeres se sobresaltaron. — ¿Será él? – dijo la joven emocionada. —No lo creo— dijo la joven abogada— yo le dije que esperaba mañana la respuesta de su confirmación de su decisión. Mayerli tomó el teléfono. —Buenos días, bufete Smith y asociados a su orden— dijo la joven con educación. —Mira pásame a mi hija— dijo Jackelin de manera grosera— rápido que estoy de afán. Mayerli suspiro profundo. Esa mujer tenía la capacidad de amargarle el día al más santo de los santos. —Es tu madre— dijo la joven tapando la bocina para que no la escuchara— ¿Le digo que saliste? Erin simplemente suspiro derrotada. —Déjame a ver que quiere ahora— tomo el teléfono y se sentó en si silla. — Dime madre. —Hola, cariño— dijo con cierta ternura y con voz melosa – te llame para informarte que Briana y Maicol te vamos a llevar almorzar. Los ojos de Erín se cerraron para controlar su ira y respiro muy profundo. —Lo lamento tanto, mamá— dijo fingiendo dulzura— pero estoy a puerta de un juicio y no puedo perder tiempo en cursilerías. Jackelin resoplo molesta. —Cursilería que los prometidos en matrimonios compartan un almuerzo con sus respectivas madres— casi grito por la furia. — ¿Cuántas veces te debo decir que jamás me voy a casar con ese hombre? — le dijo molesta— estoy harta, hasta el cansancio de repetir lo mismo. Se escuchó una multitud de improperios a través de la línea telefónica. —Hija él es un buen chico, tú mereces a una persona como él— dijo la mujer tratando de suavizar la conversación, aunque realmente no lograba conseguir nada con su hija. —No me interesa si es un buen chico o no— prosiguió la joven— Maicol y yo ni siquiera somos amigos. No entiendo cuál es el capricho que tú tienes que yo me casé con ese muchacho. Es más, lo detesto por ser el hijo mimado de su madre. Él no tiene ni voz ni voto en las decisiones que toma. Él simplemente es el monigote de su madre— resopló la joven molesta— ¿Es eso lo que tú quieres para mí? ¿Qué Briana haga con nuestras vidas lo que a ella le dé la gana? Una mujer que fue delincuente, una expresidiaria. Jackelin al escuchar aquellas palabras tembló, pues no sabía que su hija conocía el pasado de Briana un pasado que le involucraba a ella también. — ¿De qué estás hablando?, cariño— dijo la mujer algo nerviosa— ¿De dónde sacas tu esa idea tan escabrosa de que Briana es una expresidiaria? Erin Sofía simplemente sonrió. Si algo le había enseñado su padre era que no debía dejar piedra sin levantar, que siempre pensará mal de las personas que estaban delante de ella y así podría saber lo que realmente estás pensaban. Que aprendiera a ser una persona desconfiada, aunque fuese de ella misma. —Briana Thompson, es una expresidiaria. Estuvo en un robo armado donde hubo un muerto si quieres te paso la información cuando quieras— dijo la joven de manera segura— sabes que levantó las piedras que se me atraviese en el camino. Así que madre, te agradezco que canceles ese almuerzo porque yo no pienso ir a ningún lado con ustedes. Sin esperar respuesta alguna la joven colgó el teléfono. Y cerró los ojos para tratar de calmarse poco a poco se le estaban cerrando los caminos. Dentro de quince días sería la lectura del testamento de su padre y si ella no estaba casada para esos días entonces todos los bienes de ella pasarían a las manos de su madre. Algo que su madre no sabía o no insistiría tanto que se casara. Ella solo sabía que la joven debía estar casada, pero no sabía el porqué. —Dios ¿Qué voy a hacer? — gimió desesperada— sólo tenía la esperanza de que él aceptara, sólo tengo la esperanza él acepte, quiero que él acepte mi propuesta de matrimonio. Unos suaves toques la despabilaron de sus pensamientos. —Erin— la joven se notaba nerviosa— afuera esta un hombre que solicita hablar contigo. Le informe que debía tener cita previa, pero él dice que no la necesita porque es tu prometido. Los ojos miel de la joven brillaron de la ira que se despertó dentro de ella. —Dile que…— las palabras de la abogada quedan interrumpida al momento que ingresar un hombre alto, atractivo con una sonrisa en su rostro. —Hola, mi amor— dijo intensificando aún más la sonrisa. Las manos de la joven se cerraron y apretó los labios para controlar su ira.
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