Ese miércoles, Erin Sophia madrugó como nunca. Se preparó lo mejor que pudo y mentalmente aleccionó para hacer un día de éxito, sin embargo, el destino le tenía deparado algo muy diferente. Muy temprano llegó a la cita programada en el ministerio de justicia, pero al momento de ingresar a la sección de justicia de aquel imponente edificio se encontró cara a cara con el abogado más ilustre y reconocido a nivel nacional e internacional. Se decía que él solo atendía a personajes muy poderosos y que además se había retirado para administrar unos bienes multimillonarios. — ¡Abogado Jordán! — dijo la joven sorprendida y al mismo tiempo emocionada. Ella admiraba mucho al hombre mayor con canas en sus sienes. Además de ser uno de sus maestros ella lo admiraba por tener una carrera impecable. Él