Una celda de un metro por un metro y medio era todo el espacio que el hombre injustamente encerrado tenía en aquel desagradable y maloliente lugar. La humedad y el calor se encerraban de tal manera que hacía imposible respirar. Sus paredes mohecida por el tiempo y rayadas por antiguos reos era lo que distraía la mente de aquel hombre para no perder la cordura, pues ya había perdido la noción del tiempo.
La celda de castigo es oscura y para el hombre que está ahí encerrado es muy difícil saber si es de día o de noche. Su corazón tiene mucho dolor por la pérdida de su único y mejor amigo, que no solo lo vio como un amigo, sino que lo llegó a amar y respetar como a un hijo y que le ayudó a salir de la porquería de vida que llevaba.
— ¡Eras mi padre!, amigo mío— exclamó lleno de dolor.
Adie
