—Reo 5678, lo solicita su abogado— el grito del guardia Mendoza llama la atención del hombre mayor que está jugando ajedrez con un hombre joven.
El mayor mira con curiosidad al joven que solo se limita a ver el tablero.
—Te están llamando— dice Guzmán al ver que Adiel no se levanta.
—Yo creo que el hombre se equivocó— le dijo moviendo la ficha – jaque mate.
El viejo miro el juego y se rasco la cabeza.
—Aun sigo pensando que me haces trampa – dijo molesto.
—Siempre dice lo mismo para no pagarme— Adiel miró al viejo que tenía frente a él— así que págame el chocolate que me debes.
El viejo frunció el ceño y se lo quedó mirando seriamente.
—Eres muy bueno para el ajedrez— dijo el hombre mayor. Su mano busco en su bolsillo de la camisa de rayas una barrita pequeña de chocolate y se la entregó a su compañero de juegos— solo espero que cuando salgas de aquí, hagas algo bueno con tu vida.
Adiel iba a responder cuando se escucha la voz impaciente del guardia que lo volvió a llamar.
—Reo 5678, lo solicita su abogado— el guardia Mendoza se acercó a los dos hombres.
—Parece que si es contigo —dijo el viejo y señaló con su cabeza al guardia que venía en busca de él.
—Reo 5678, lo están buscando porque su abogado vino a visitarlo— dijo el hombre algo molesto porque el hombre no prestaba atención.
Adiel se levantó de donde se encontraba sentado. Lo miro y suspiro.
—Guardián Mendoza, yo creo que usted está equivocado —dijo Adiel— no tengo cita programada con mi abogado.
El guardia se le acercó con las esposas en las manos y lo hizo girar y le colocó las manos frente a él.
—De verdad lo siento, pero tienes visita— le dijo el hombre algo incómodo y después esposar al hombre.
Adiel resopló algo cómodo y se lo quedó mirando, luego sonrió con pesar.
—Ese es tu trabajo — le dijo el joven al hombre mayor que lo esposaba — no tienes por qué disculparte.
Adiel había llegado aquella prisión para cumplir una condena que sería de treinta años. Llevaba cinco años detenido por haber cometido errores muy graves en su pasado y ya muy pronto iba a salir, debido a que se esforzó por cambiar y mejorar. Y ahora se encontraba arrepentido de todo el daño que había hecho a muchas personas y estaba decidido a hacer una persona diferente cuando saliera de ese lugar. La vida se había encargado de enseñarle que las malas acciones y la crueldad tenía castigo.
Caminó guiado por aquel guardia que lo ayudo en el pasado. Sus consejos y buena voluntad lo colocaron en el camino sin mencionar la protección de Guzmán. Un hombre misterioso y muy reservado.
Debido a la providencia conto con buenas personas que lo ayudaron a encarrilar y a dejar de destruir su vida.
Suspiro con pesadez, pronto terminaría su estadía en prisión. Gracias a la ayuda de un juez, le hicieron cambio de prisión y esto le dio más oportunidad para salir de aquel lugar.
Los ojos café miran con interés las diferentes celdas que rodean el pequeño patio. Él se imagina el lugar como un tablero de ajedrez, donde los cuadros son las celdas de la prisión.
Dejo escapar el aire de sus pulmones cuando cruzo el muro que dividía el corredor y daba ingreso a las habitaciones con paredes de cristal vigiladas con cámaras y sonido.
Lo llevaron hasta donde se encuentra una mesa y lo esposan a esta. El lugar es frio y sus paredes de color gris.
Adiel mira a Mendoza y luego sonríe.
— ¿Qué pasa?, viejo — le pregunto él al hombre— te notas tenso, tal vez nervioso.
El guardia de unos cincuenta años lo mira.
—Cook, esto es un favor y si mi superior se llega a enterar me pueden botar del trabajo— le dijo con preocupación.
Adiel lo miro y ahora se sentía cierta aprensión. Él no tenía a ninguna persona que quisiera hablar con él. El único era Bastián Dubois o el juez Cárdenas, pero ellos por el momento no lo buscarían. Había hecho un trabajo para ellos que lo ayudó a él, eso le dio la oportunidad de cambiar de prisión, estaba en una máxima seguridad y ahora está en un lugar más apacible y tranquilo. De eso ya va casi un año.
— ¿Y te arriesgaste a quedar sin pensión? — le dijo el reo— debe ser una persona muy influyente.
Mendoza lo miro.
—Mas que influyente es muy buena y le debo algunos favores— dijo y bajo la mirada.
Adiel lo miro.
—Tranquilo, tu secreto está bien guardado conmigo— le dijo mientras le sonreía.
—Gracias, abogado— dijo el hombre y salió del lugar.
El tintineo de unos tacones le dijo a Adiel que era una mujer la persona que lo iba a visitar. Él lleno sus pulmones y espero con paciencia.
En el quicio de la puerta una mujer alta, rubia con el cabello recogido en un elaborado moño se detuvo. Venia vestida con una falda negra de tubo ceñida dejando ver aquellas curvas elegantes y bien formadas. La blusa blanca con volante al frente dejaba ver unos turgentes senos que se mostraba indolente ante aquel hombre que tenía tiempo sin estar con una mujer. Su mirada era azul y álgida lo miro con fijeza.
Él frunció el ceño.
—Buenos días, abogado— dijo la mujer con una voz segura y potente— es un placer saludarlo.
Adiel la miro y rebuscó en su mente algún recuerdo y estos lo atropellaron con fuerza.
— ¿Erin Sophia? — preguntó asombrado al ver aquella reina delante de él.
—Si, abogado Cook— dijo ella sin dejar de mirarlo a los ojos. Era una mujer empoderada y muy segura— vengo con una propuesta de trabajo para ti.
Adiel la miro y ladeo la cabeza.
— ¿Una propuesta? — dijo— acaso ¿No ves que estoy preso? — le dijo incomodo. Ella siempre había tenido ese don de ponerlo nervioso. Lo provocaba y jugaba con él.
Ella caminó hacia él y el perfume invadió las fosas nasales del hombre. Este se estremeció y punzo con fuerza en aquel lugar que tenía tiempo que no le brindaba atención. Recordó como le sucedió la primera vez con ella.
—Si, pero también sé que hay un programa que te permite terminar tu deuda con la sociedad a través de un trabajo social.
Él la miró fijamente y escucha con atención sus palabras.
—Sí, hay un trabajo social que yo puedo realizar y así terminar mi condena, pero para eso el empleador tiene que solicitarme.
La joven camino como si fuera una gata y jalo la silla y se sentó frente a él.
—Mi propuesta es la siguiente Adiel Cook — la mujer dejó el maletín sobre la mesa lo abrió y sacó una carpeta, luego se la entregó— quiero que te hagas socio del bufete Smith y asociados.
Adiel abre los ojos grandemente sin dejar de mirarla luego tomó la carpeta entre sus manos y empezó a hojear aquellos documentos.
— ¿Estás proponiendo que sea socio de este bufete que es uno de los más reconocido en Australia? — dijo él sorprendido — yo no tengo dinero para poner en una sociedad y menos en una como esta.
Ella lo miró y se recostó su espalda en la silla y lo observo con detenimiento. Vio la cicatriz que nacía en la ceja izquierda y recorría la parte trasera de su ceja hasta llegar al pómulo, ésta marcaba aquel estructurado rostro y en vez de hacerlo repulsivo, lo hacía ver mucho más atractivo, duro y enigmático. Ella tenía un pasado con él, aunque él nunca quiso estar en su pasado.
—Tú vas a poner tu trabajo qué es lo que más me interesa— dijo ella y movió las manos hacia la carpeta y le sacó una hoja— aquí habla sobre aquellas personas que tú quieres ayudar y que no tienen recursos económicos. De eso te encargarías tú y recibirás todo el respaldo del bufete.
Adiel leyó el documento, ese era su sueño. Ayudar a aquellas personas que estaban en la cárcel por causas injustas y que en ningún momento tuvieron el derecho a ser bien defendidos. Era la forma de sentir paz en su corazón.
Él levantó los ojos del papel y la miró al rostro. Era una propuesta muy atractiva, pero él sabía que siempre había algún interés ocultos, un precio muy alto de pagar.
—Si algo he aprendido en la vida es que nada es gratis— cerró la carpeta y se la entregó— ¿Qué quieres a cambio de esa sociedad? Tener un exconvicto en tu nomina puede traer graves consecuencias para la reputación de tu afamado bufete. Es un precio muy alto para tu bufete y para ti.
La joven ladeo el rostro de un lado a otro. Ella imagino que él no caería en su trampa. Suspiró sin dejar de mirar aquel rostro que la tenía embelesada.
—Sencillo quiero que los dos seamos socios del mismo bufete y que seas mi esposo— dijo sosteniendo la mirada de él.
Él se levantó de la silla molesto.
—Viniste a este lugar solo para burlarte de mí — le dijo lleno de ira. ¿Cómo era posible que supiera de sus sueños y su anhelo de salir de prisión?, pero ya no iba a ser el tonto de antes que caería bajo trampas insidiosas.
—No Adiel, mi tiempo es oro, y no me gusta perderlo — se levantó y lo miró a los ojos— tú necesitas tener un lugar para empezar a trabajar, para vivir y además necesitas el respaldo de abogados para comenzar a trabajar en tu nuevo oficio y proyecto. Yo te estoy dando esa oportunidad. Empezar de cero es difícil y más cuando hay tanta competencia y sobre todo con tu pasado.
Adiel la observaba, ella era una mujer poderosa y sobre todo hermosa, tanto por dentro como por fuera. ¿Por qué estaba tomando esa decisión tan absurda?
—Yo tendré todo eso a cambio de que me case contigo— le dijo él— ¿Acaso no tienes un novio ricachón que lo haga?
Ella se giró hacia la mesa y recogió la carpeta y la guardó en su maletín.
—Tengo un prometido— lo miró a los ojos— pero ese prometido no lo he escogido yo. Yo me voy a casar con el hombre que yo escoja no el que me imponga a mi madre.
Adiel la miró y comenzaron a llegar recuerdos de Jackelin, la madre de la joven que tenía al frente.
— ¿O sea que me vas a usar para una venganza contra tu madre? – sonrió perverso. Esa mujer nunca le gusto — ¿Fingiendo que estás casada conmigo? — le dijo a él con burla.
Ella cerró el maletín camino hacia la puerta.
—No Adiel. Yo no voy a fingir que me voy a casar contigo— sonríe al ver la sorpresa en el rostro de él — si aceptas el trato, tú y yo seremos marido y mujer de hecho. Y hasta quiero un hijo contigo.
Adiel quedo mudo ante aquella respuesta.
—Mañana a las seis de la tarde, espero tu respuesta, de ser positiva el mismo lunes sales de este lugar— dijo ella y se marchó.
Adiel quedó abrumado por las palabras de la mujer, era la propuesta de matrimonio más extraña que había recibido. Ese día era viernes, el lunes podría salir de ese lugar e iniciar una nueva vida.
—Muy tentadora oferta — dijo el hombre que esperaba al guardián que lo viniera a buscar – cada noche dormir en tu cama y entre tus brazos debe ser toda una fantasía— sonrió y sus ojos brillaron.