Mal entendido

1584 Words
Mantuve la mirada fija en él, en sus expresiones y en su mirada. Ese hombre realmente me atemorizaba, pero si algo había aprendido de Sophie o de mi padre, era a no agachar la mirada, hacer eso era darle la victoria a un manipulador y no estaba dispuesta a darle ese gusto. —¿Qué esta sucediendo?—me arme de valor para romper el incómodo silencio que había entre los dos. —Eso mismo te pregunto yo a ti— pregunto con voz firme y un tanto fría, tal como lo había hecho en el pasado, comenzó a caminar a mi alrededor, fingiendo que observaba el departamento y los muebles que decoraban el lugar— ¿Qué haces aquí? —Hoy me llego por correo unos documentos a mi nombre por la compra de un departamento— justifiqué quedándome quieta sobre mi sitio, pero sin agachar la mirada, sentí que no debia mostrar debilidad. No sabia que estaba pasando, pero si de algo podía estar segura era que Arthur estaba molesto, más de lo común. —¿Y viniste a ver el lugar?— cuestiono con cierto aire de burla y sarcasmo. —Ya que no reconocí la compra quise averiguar qué estaba pasando— exprese, esperando que él me diera una pista, es decir, que finalmente me dijera el porqué había comprado este lugar a mi nombre. —Aquí no esta pasando nada que sea de tu interés—dijo en seco— pero te agradezco que me evitaras la fatiga de buscarte para que finalizaras las compra del departamento. Sentí una extraña opresión en el pecho mientras decía esas palabras que tuve que llevarme la mano hacia ese lugar, tal vez por instinto o un reflejo de lo que mi cuerpo había sentido. Trague saliva y de nuevo, trate de mantener firme para mantener intacta la poca dignidad que me quedaba. —¿Así que...— hice una pausa para reformular bien mi pregunta y estar segura de que la voz no me iba a fallar— solo utilizaste mi nombre? —De esa forma evito pagar impuestos— admitió con cinismo mientras tomaba asiento en el sofá de cuero y tomaba una posición tajante. Me giré para verlo a los ojos, pensé que lo mejor manera de salir de esa vergonzosa situación era, tomar mi obsequio el que aún descansaba sobre la barra que separaba la cocina de la estancia e irme sin decir nada más, pero antes siquiera de mover un solo pie alguien más entro por la puerta, sin siquiera tomarse el tiempo para llamar. Se trataba de una mujer esbelta, con curvas pronunciadas y un vestido relativamente pequeño, su maquillaje era espectacular y su cabello, demasiado lizo y sedoso. Yo no tenía nada en contra de ese tipo de mujeres, es decir, las que tienen el tiempo y el dinero y la dedicación para preocuparse por su imagen, pero en ese momento no pude hacer nada más que juzgarla y odiarla. Fue entonces que recordé el día de mi boda, recordé el tipo de mujer que mi esposo gozaba de montar como si fuese un maldito conejo desesperado por preñar a alguien. ¿Cómo es que lo había olvidado? ¿Por qué diablos fui a ilusionarme con él cuando sabia y entendía quién era Arthur Sallow? —Entiendo— dije, pero mi voz sonó apagada, ya no tenía exactamente la misma fuerza para sostenerla la mirada— es para ella. —Querido—interrumpió la chica de aspecto sensual, adentrándose al departamento ignorando el hecho de que yo me encontraba a mitad de la habitación— ¿Tardaras mucho? —No, en realidad mi esposa ya se va— admitió con descaro y un sonrisa amplia en sus labios mientras se levantaba de su lugar. La chica me miro y me dirigió una mirada de pena y molestia, pero lo que más me humillo de esa situación fue el hecho de que torciera los labios como si yo no valiera nada. —No me gusta esperar—le recrimino la chica mientras se daba media vuelta con los brazos cruzados y volvía al pasillo del cual había llegado. —¿Por qué sigues aquí?— me cuestiono, parecía que la única que no entendía lo que estaba pasando ahí era yo, ambos actuaban tan normal, como si yo no existiera o como si yo no— vete. —Si tanto te disgusta mi presencia. ¿Por qué no te divorcias de mí?—cuestione harta y frustrada de esa situación— no tenemos por qué seguir soportándonos. Yo podre irme en paz y tú podrás seguir con tus golfas. Crei que mi insolente reclamo lo haría enfadar y, por lo tanto, tendríamos, después de un año, nuestra primera discusión como si de verdad fuéramos un matrimonio, pero en vez de eso, Arthur solo soltó una pequeña carcajada burlándose de mí. —Eres muy graciosa—expreso esbozando una sonrisa, entonces dio un paso hacia mí y yo me vi obligada a retroceder la misma distancia hacia atrás— pero no podría divorciarme de ti aunque quisiera, estamos atados el uno al otro, cariño, así que más vale que te acostumbres a mis zorras porque solo cumplo caprichos de quienes cumplen los míos o ¿Acaso quieres unirte a nosotros? Mi mano se movió por instinto, nunca jamás en la vida había hecho algo como eso, pero debido a las circunstancias me vi obligada a defenderme, así que al final le propine una bofetada en el rostro, pero no sirvió de mucho. Arthur era mucho más alto que yo, quizás de haber usado zapatillas, habría estado a una altura mucho más decente, al menos para que él no tuviera que inclinar la mirada para verme, sentí que estaba mirando a bicho que podía aplastar. Lo había golpeado, pero me parecio que Arthur esperaba que lo hiciera, puesto que, su rostro no se movió ni un solo milímetro, estaba firme como una roca y entonces me pregunte ¿Cuántas bofetadas había recibido ya para que estuviera tan bien entrenado? —¡Eres un imbécil!— bufé y me di media vuelta para salir de ese asqueroso lugar, pero en mi huida y antes de salir, Arthur me tomo por la muñeca y en un movimiento ágil y totalmente desprevenido giro mi cuerpo de un solo jalón para después tenerme contra la pared del Pen-House. —Y tu una chiquilla que no entiende su posición en este matrimonio—me acorralo y para empeorar el asunto puso su pierna entre las mías apoyando peso sobre mí para evitar que luchara. ¡El maldito tenía práctica y yo estaba asustada! —¡Suéltame!— grité esperando que al menos su zorra escuchara mis gritos y viniera a ver que sucedía, supuse que si lograba distraerlo podría darle un rodillazo en la entre pierna y finalmente huir, pero esa tipa no apareció. —¿Por qué lo haría?— continuo usando ese tono de voz tan irritante, esa forma de burlarse de mí— eres una mocosa malcriada que necesita una lección. —¿Acaso eres mi padre?—me burlé, pero mientras hablaba sentí que mis ojos se llenaban de pequeñas gotas que amenazaban con salir. —Soy algo más que eso, cariño. Soy tu esposo y después de la bofetada, me gustaría castigarte debidamente—dijo con una sonrisa perversa en los labios mientras acortaba la distancia que había entre sus labios y los míos o al menos eso me parecio, sin embargo, antes de que me tocara, finalmente la golfa apareció. —¿Qué significa esto?—protesto entonces Arthur se detuvo y giro levemente la mirada hacia ella. Su mujerzuela llevaba algo en las manos, un paquete de lo que parecían ser sabanas y cuando obtuvo la atención de Arthur se las tiro al suelo— ¡Esto no es algodón egipcio! Escuche a Arthur soltar aire por sus fosas nasales y posterior a eso se alejó de mí. —Te dije que mañana iríamos a comprar lo que te haga falta, lo que no te guste del departamento puedes apartarlo para que lo saquen de aquí ¿Esta bien?— dijo de mala gana mientras volvía a sentarse sobre el sofá de cuero, sacaba un cigarrillo y se lo ponía en la boca. —Vete si no quieres que te desvirgue aquí—me amenazo mientras buscaba en sus bolsillos, quizás su encendedor. —¡No puedo creerlo!— dijo su mujerzuela soltando una carcajada— ¿Cómo que tu esposa sigue siendo virgen? Me sentí tan humillada por ambos que no pude decir nada más, abrí la puerta y salí de ese lugar, rogando porque el ascensor llegara más rápido de lo habitual porque de usar las escaleras de emergencias, sobre todo como me sentía, era probable que mi cuerpo tropezara "Accidentalmente" escaleras abajo. Para mi buena suerte, de hecho la única que había tenido ese día, el ascensor llego y cuando entre, me di cuenta, entre lágrimas de coraje y desilusión que ninguno de los dos se había molestado en cerrar la puerta por lo que antes de que se cerrara el ascensor pude ver como su mujerzuela se le montaba encima mientras le besaba el cuello, pero lo más desagradable fue darme cuenta de que Arthur me miraba desde su sitio con una mirada fría y sin sentimientos o al menos eso me parecio, entonces las puertas se cerraron y no volví a verlo.
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