Decisión

1300 Words
Llegue a casa, si es que podía seguir llamándole casa. Tenía los ojos y la nariz enrojecida de tanto llorar en el auto, aunque debido a la presencia del chófer, tuve que hacerlo en silencio, solo limpiando cada lágrima de dolor y furia. “Tonta” me decía a mí misma, con mi voz interior. ¿Por qué había actuado así? ¿Por qué fui tan estúpida? Mi relación con Arthur técnicamente no existía, yo era solo un bonito adorno en su casa y nada más, pero ahora él se había dado cuenta de mi existencia y desgraciadamente de la peor manera. Entre a la casa y me encerré en mi habitación para seguir maldiciéndome, para reclamarme y tratar de recordar cada segundo de humillación, no solamente para autoinfligirme dolor porque tal vez me lo merecía, sino también para que en un futuro nadie volviera a humillarme y yo no fuese tan ingenua en creer que alguien que no me había mirado en meses hiciera algo en compensación por el abandono. Ahora entendía qué Arthur vivía su propia vida y aun con esposa o no, él no dejaría su vida sobre todo por alguien que solo significaba un papel, pero... había algo que realmente no entendía. ¿Por qué se había casado conmigo? Es decir, sabia que mi padre había concretado este matrimonio por beneficio mutuo, un acuerdo. Mi padre ganaba un soporte financiero en caso de necesitarlo, pero ¿Y él? ¿Qué ganaba con nuestro matrimonio? Por supuesto, existía el renombre de ser el yerno de mi padre y con el simple hecho de que la Élite lo supiera, con ello le habría muchas puertas, pero debía existir otra razón, algo que tal vez lo hubiera orillado a tener que casarse conmigo. No sé había atrevido hacerme nada desde nuestra boda, yo aún era virgen, así que tampoco podía decir que buscaba satisfacer algún enfermo y depravado capricho con alguien de mi edad, así que podía descartar eso. Me quedé toda la noche despierta, pensando y analizando cada pensamiento qué sé me venía a la mente. Prefería eso a seguir lamentándome porque en algún momento mis lágrimas habían dejado de fluir y se habían secado. No me quedaba más dolor, pero sí resentimiento. Cuando los primeros rayos del sol tocaron mi ventana, me levante sintiendo un gran peso encima y no solo por el cansancio emocional o mi insomnio, sino que sentí la necesidad de buscar venganza. ¿Era yo una persona vengativa? La respuesta era un rotundo no, pero Arthur se lo había ganado a pulso, sin embargo, hacer algo en su contra no era algo precisamente fácil y claro, no podía comportarme como una tonta otra vez creyendo qué gastando su dinero en tonterías serviría de algo. No Debía hacer algo que realmente le doliera, pero al mismo tiempo tuviera las manos atadas, pero... ¿Qué? No conocía a Arthur lo suficiente como para conocer sus debilidades. Cuando llegaba de imprevisto, él no dormía en la misma cama, así que en mi habitación no había nada suyo, era más bien como si en realidad yo fuese una inquilina y no una esposa. Eso era un tanto deprimente. Me sentí un tanto impotente mientras me dirigía a mi oficina o mejor dicho el comedor, era bastante temprano como para desayunar, así que comencé adelantando algunas clases pregrabadas qué mis maestros preparaban si no podía ver las clases en vivo. Y quizás por ser tan temprano sentí que el comedor, que antes me parecía cómodo y acogedor estaba bastante frío, así que me cerré la bata de seda color perla qué llevaba puesta. Mire hacia la ventana y me puse a pensar. “¿Qué haría mi padre en una situación similar? ¿Cómo se ve garúa de alguien tan exitoso y poderoso como lo era Arthur?” Se me vino un pensamiento a la cabeza, una idea bastante cruel aunque difícil de lograr que me hizo creer que tal vez sí era una digna hija de mi padre. “Sus negocios” El problema residía en una simple, pregunta: ¿Cómo alguien como yo, a quien acababan de humillar de la manera más ofensiva para una mujer, podía acabar el imperio de un hombre como él? No sabia mucho sobre negocios, pero sí tenía muchos contactos. Podía ser qué no tenía amigos, pero había conocidos a los padres de mis últimos compañeros de clase, hombres con poder qué podían hacer mucho por mí si sabia como mover mis cartas, sin embargo, no podía hacer mucho mientras estuviera encerrada ahí, aunque tampoco era como si pudiera irme solo porque estaba enojada. Había sido testigo de que actuar por impulso no era una buena idea, así que al menos por ese día debía concentrarme en mis clases, no quería que por culpa de ese imbécil mis notas bajaran solo por estar tan distraída en mi venganza, también debía pensar en mí. Cuando la señora Helen hizo su aparición por la puerta, con mi desayuno en sus manos creí que tendría una mañana común y corriente. Ella me miro con cautela y no era para menos, tanto mis ojos como mi nariz estaban rojos e inflamados, pero por suerte no dijo nada, ni un comentario, sin embargo, poco después de dejar mi desayuno a mi lado, volvió para dejar algo más, una pequeña canasta que se parecía mucho a las que colocaban todas las mañanas en el baño después de hacer el aseo. En ella, había un tónico facial, así como una mascarilla que al parecer tenía el objetivo de desinflamar el rostro. Sentí vergüenza al no preocuparme de mi apariencia, así que una vez que seguí el instructivo, tome mi teléfono móvil y comencé a buscar en tutoriales la mejor forma de llevar un skincare, luego de eso, pase a videos que me llevaron a los bloqueadores solares y al final termine en la sección de maquillaje. Para el medio día, hice mi primera cita con el dermatólogo y por supuesto, también contraté a una maquillista profesional para que me diera clases particulares de como maquillarme y lucir espectacular, con la finalidad de que nadie más me viera con un aspecto deplorable. Cuando mis clases terminaron, me dedique a comprar ropa como si mi vida dependiera de ello y esta vez no me sentí culpable por gastarme ciento de miles de dólares en ropa costosa, ya que esta vez sentí que de una u otra manera, Arthur debia comenzar a pagar lo que me había hecho. Compre ropa, más no la que yo solía usar, ropa recatada que por lo general no llamaba la atención de nadie y es que la verdad no lo había necesitado hasta este momento. No buscaba vestirme para Arthur, eso sería como darle un maldito premio, sino que buscaba mezclarme en su mundo, hacerlo caer viéndome tal y como las mujeres que él buscaba, después, una vez que lograra hacerlo perder bastante dinero, volvería a mi vida y al cumplir los 18 años haría valer mis derechos para obligarlo a darme el divorcio porque nada ansiaba más que eso. Para cuando llego la hora de la comida, ya tenía todo un arsenal en mi carrito de compras digital, estaba muy emocionada, pero al mismo tiempo, asustada. Todo lo que en mi mente comenzaba a maquinarse no debia saberlo nadie, sobre todo mi padre. Se suponía que sacaría provecho de mi matrimonio, quizás no ahora, pero sí más adelante, así que debia ser cuidadosa y hacerme de mi propia reputación para que el nombre de mi padre no estuviera persiguiéndome a donde quiera que fuera. Yo debia abrirme paso a donde quiera que fuera, así que para evitar que me involucraran con mi familia paterna y la de mi esposo, debia hacer mi propia marca.
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