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Estaba en mi departamento, golpeando mi cabeza contra la mesa, castigándome a mí misma por ser tan demasiado blanda con Arthur. “Él merece sufrir” decía mi mente, pero el verlo aquella noche solo sirvió para una cosa, sentir más que lastima por él. No estaba enamorada, eso era seguro, pero cuando él me dejo en mi departamento sin intentar nada más, mi corazón latió muy acelerado deseando volverlo a ver pronto. Lo extraño era qué, a pesar de habernos besado no volví a tener noticias de él, creí que después de eso Arthur estaría mucho más insistente y animado, pero era como si la tierra se lo hubiese tragado. ¿Cómo lo sabía? A decir verdad si algo había aprendido de las películas y de los libros de romance es que las chicas nunca debían rogar o buscar al hombre, ya qué eso es lo menos qu