—Mira lo que trajo el gato —sonrió Karl con malicia cuando Ares apareció detrás de la puerta. Como había exigido, estaba solo mientras sus hombres lo escoltaban al interior.
Incluso cuando le apuntaban con varias armas, su andar no mostraba nada más que confianza mientras avanzaba hacia Karl, mirándolo fijamente a los ojos. La habitación estaba llena de enemigos, pero él no se inmutaba ni un poco. En todo caso, su postura era autoritaria y su rostro estoico, sin traicionar nada. No tenía ni una sola arma y aun así parecía como si tuviera el control. Su comportamiento frío y tranquilo era molesto, pero lo que más inquietaba a Karl eran sus ojos que ardían con una ira helada.
Karl sintió que sus nervios se encogían bajo esa mirada desalentadora que prometía el infierno.
Karl adoptó una f
