Ares levantó la cara para verla. De sus ojos hechizantes rezumaban pequeños cristales preciosos. Dejó que su mirada rastreara una de sus lágrimas mientras luchaba contra el impulso de tocarla. Observó cómo la cálida lágrima desaparecía en sus labios y sólo después de eso levantó la mirada para mirarla a los ojos. Sus largas y espesas pestañas estaban arqueadas mientras miraba fijamente al techo. Esos ojos que siempre habían brillado de alegría y optimismo ahora estaban ahogados en melancolía. Profunda melancolía. La agonía estaba grabada en sus rasgos. Y sin embargo... sin embargo, se veía inquietantemente hermosa. —Lisa Raeh Muller —enunció sin apartar la mirada del techo, sacándolo de su trance. Ares, por primera vez, se encontró atado a la lengua. —Siempre me había preguntado quié