La mujer parpadeó, sintiéndose ahora insegura por su pregunta.
—La mujer del vestido rojo. ¿No es tu esposa? —la mujer se refirió a Lisa, que estaba sentada tranquilamente en un rincón. Recordó vívidamente que estos dos habían ido a su restaurante en una cita hacía cuatro años. A pesar de su edad, tenía una memoria muy aguda y además es casi imposible olvidar a una pareja tan hermosa como ellos.
Ella sólo estaba tratando de ser un poco más amable para que él le diera más propina.
Ares ignoró su pregunta. —Si la señora del vestido verde pide más bebidas, niéguelas. Y dígales que es hora de cerrar —colocó otro fajo de billetes encima del último.
La mujer asintió vigorosamente.
—Gracias, señor —dijo, pero Ares ya se había ido.
Como había sospechado, Charlotte pidió más bebidas pero la
