Capitulo 7

1203 Words
Lisa miró a su alrededor alarmada, lo que provocó que el joyero cayera y se abriera. El miedo a ser atrapada se apoderó de ella por un segundo, antes de finalmente dar un respiro cuando vio a un gato blanco esponjoso y gordo, persiguiendo a una pelota, mientras el hermoso collar que lleva en su cuello sonaba en un tintineo. Cuando estuvo segura de que nadie los había atrapado, se llevó las manos al pecho suspirando aliviada mientras se agachaba para agarrar la caja. Ares desviando su mirada de aquella bestia peluda que le hizo erizar la piel, si había una cosa que odiaba era los gatos. Estuvo a punto de lanzarlo por la ventana, pero se abstuvo ya que tenia cosas más importante que hacer. —¿Qué es? —preguntó fijando su mirada en la hermosa joya. —Un regalo de Charlotte —respondió Lisa secamente mientras cerraba la caja y se levantaba. El collar se había roto. —¿Ella te dio esto? —preguntó Ares, confundido. —Si —respondió Lisa. Ares parecía inseguro, pero no dijo nada y guio a Lisa hacia su estudio para ir por Theo. Cuando ambos habían desaparecido del pasillo, una figura que estaba escondida entre las sombras emergió. Marta aún tenía los ojos bien abiertos y ambas manos cubría su boca. Estaba totalmente en Stock. Marta había subido a buscar a su señora a su habitación, junto a bola de algodón en sus brazos que había llegado del veterinario después varias semanas de estar enfermo. Lo que menos había esperado cuando salía del cuarto de Charlotte al no encontrarla, fue ver semejante cosa que de la sorpresa había dejado caer a bola de algodón con la pequeña pelota, con la cual siempre le encantaba jugar bola de algodón. Había descubierto algo realmente prohibido y sobre todo bochornoso. Si no se hubiera permitido ocultarse en la habitación de su señora rápidamente. Ella ya hubiera sido historia, sabiendo muy bien la fama de despiadado y cruel que gozada Ares King. Marta volvió a su sentido cuando bola de algodón ronroneo pasando su cola entre sus pies. —¡Por Dios! Hoy has salvado mi vida bola de algodón. ¡Gracias! —murmuro Marta tomado en sus brazos a la cosita peluda, mirándolo a los ojos, suspiro sintiéndose impotente por su señora. Ahora no sabía cómo enfrentarla después de lo que descubrió. No tenia el coraje para confesárselo, su vida peligraba si llegaba abrir la boca y segundo tampoco quería destrozar mas de lo que estaba el corazón de su señora. Sintiéndose en un dilema Marta decidido dejar a bola de algodón en el pasillo jugando mientras se retiraba a su habitación. … Charlott estaba en el pasillo acariciando el suave pelaje de su gata, bola de algodón cuando Ares regresó. Caminó hacia su habitación como siempre sin notar su presencia. —¿Todo bien en el camino? —Charlotte preguntó, haciéndolo detenerse. —Si —una breve respuesta fue todo lo que ofreció antes de continuar caminando. Charlotte no preguntó nada más y continuó acariciando a su mascota dormida. Ares recordó algo que le hizo detenerse. Él se volvió para mirarla. —¿Por qué le diste ese collar a Lisa? —preguntó, sospechando si había algún motivo detrás de esto. Charlotte hizo una pausa sin esperar que él dijera otra palabra y lo miró. Tal vez fue por las luces tenues, pero Ares, por primera vez, se sintió golpeado por el brillo de sus orbes marrones cuando chocaron con los suyos. Tan brillante. Parecía como si el sol mismo brillara en ellos. Sus labios se abrieron en una tierna sonrisa, haciendo que sus ojos brillaran más. —A ella le gustó mucho esa pieza —explicó simplemente. Ares, que había logrado recuperarse de sus ojos luminosos, arqueó las cejas con duda. —¿Lo regalaste porque a ella le gustó? —parecía poco convencido—. Nadie regala una joya muy rara y cara así porque a alguien le ha gustado. Ares no sabía mucho sobre joyerías, pero sabía un par de cosas. Esa pieza era súper cara. Sus cejas formadas se fruncieron en confusión sobre por qué a Ares le resultaba tan difícil de creer. —Si —respondió ella. Y entonces algo hizo clic en ella y sus ojos se abrieron al darse cuenta y con un leve horror. Ella levantó las manos para explicar su punto—. No... estás pensando mal. Créeme. No tenía ningún motivo oculto. No la estaba sobornando ni nada, lo juro. Parecía muy aficionada a esa pieza, así que se la di —explicó seriamente sin querer que tenga ideas equivocadas. Ares no había pensado en eso, pero ahora que lo dijo, no podía negar las posibilidades. —¿Entonces no te gustaba lo suficiente? —no sabía por qué, pero se sintió tentado a interrogarla un poco más y se cruzó de brazos, plenamente consciente de lo intimidante que se veía en ese momento. Su explicación simplemente no parecía correcta. Nadie es tan dulce. Y especialmente alguien que pertenece a la mafia. —Me gustaba, por supuesto, pero me gustan más las caras sonrientes —respondió Chralott con sinceridad. Eso era cierto. Le gustaba hacer sonreír a la gente. Le gustaba hacer feliz a la gente. La mujer conocía la importancia de la sonrisa. Esto era lo que la había mantenido adelante a pesar de todo. Sabía sonreír y hacer sonreír a los demás. Tampoco le gustaba ver miradas melancólicas en los ojos de la gente. Esa fea sombra de anhelo y melancolía que apaga el brillo de uno. Le dolía sentir nostalgia. Dolía anhelar algo con todo el ser y no conseguirlo al final. La expresión melancólica de Lisa le había recordado a sí misma. Estaba melancólica, esperando algo que se le escapaba constantemente. Ella no podía ayudar en su situación, pero podía ayudar en la suya y así lo hizo. Eso era algo que Ares no estaba preparado para escuchar, su mirada se desvía hacia la bola de pelo que estaba cómodamente y su ceño se profundizo más. —¡Tira a esa cosa fuera de mi casa! —estalló mirando con disgusto al gato. Charlotte lo miro confundida. —¡Es mi mascota! Además, esta también es mi casa, puedo tener la mascota qué yo quiero —se negó a ceder firmemente—. De toda forma no es que estés aquí todos los días. Por un par de momentos Ares la miró fijamente con el ceño ligeramente fruncido antes de darse la vuelta y alejarse con su rostro desencajado. —Buenas noches —le deseó Charlotte mientras se retiraba, pero él continúo caminando sin molestarse en desearle que regresara. Ella suspiró su decepción y se dirigió a su habitación, estaba apunto de tocar la manilla de su puerta cuando su celular sonó haciendo que bola de algodón levantara sus orejas. Charlotte frunció el ceño al ver que era la mano derecha de Ares. —El señor se va a Holanda por unas semanas. Quiere saber si esta libre para que le acompañé —el sabio Stefan había convertido la orden de su jefe en una solicitud, pero Charlotte no necesitaba saberlo.
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