Capítulo 2

1220 Words
Dos semanas después en algún lejano-. —El hombre se niega a hablar, pero creo que están planeando atacarla de nuevo —sospecho Stefan, frunciendo ligeramente el ceño. Ares no parecía tan afectado por la noticia como él. Su expresión era tranquila y fría mientras desmontaba a un semental marrón. Stefan estaba parado a unos pasos de distancia. Actualmente, estaban en su granero. Ares era dueño de un establo lleno de caballos y le gustaba pasar su tiempo libre aquí. Montar a caballo era uno de sus pasatiempos favoritos, superado sólo por el tiro. Los músculos tensos de Ares estaban a la vista mientras cuidaba a sus caballos. Su piel bronceada brillaba como oro fino bajo la luz del sol abrasador. Sus biceps se flexionaban deliciosamente mientras acariciaba al caballo. El sirviente llegó corriendo con un plato de comida para el caballo. —Creen que te tendrán agarrado por el cuello si logran atraparla —añadió Stefan en tono solemne. Ares puso los ojos en blanco y siguió jugando con su mascota. Sus enemigos eran tontos y aburridos. Una parte de él quería dejar que la atraparan para poder destruir su confianza. Al parecer, un grupo rival había atacado a Charlotte cuando regresaba a casa del hospital. Sin embargo, la mujer fue rescatada a tiempo. Había sufrido algunas heridas. —Necesita protección —afirmó Stefan con toda seriedad. La firmeza de su tono hizo que Ares dirigiera su atención hacia él. Él arqueó la ceja en cuestión. Su mano derecha claramente tenía una esquina suave para su esposa. Se habían conocido sólo una vez y él ya se había unido al grupo de sus admiradores. Y para Ares fue un shock que Stefan fuera tan impermeable como él. Stefan no era alguien que pudiera dejarse encantar, engañar o impresionar fácilmente, al menos no en un solo encuentro. Se preguntó qué veía la gente en esa mujer. Si, ella es bonita, él se lo concede, pero para él ella no era más que una simple lisiada. Y la hija de una puta. Él sonrió, preguntándose si su mano derecha estaba dentro de su esposa. —¿Te gusta o te compadeces de ella? —dirigió su atención al caballo. La pregunta tomó a Stefan por sorpresa. Sus ojos brillaron de sorpresa. Ares parecía completamente casual. No parecía ofendido ni curioso, sólo divertido. El hombre musculoso rápidamente dejó sus rasgos en blanco. —La respeto —respondió Stefan con toda honestidad. —Como sea —comentó Ares, que ya había perdido interés en el tema—. Asegúrate de que la noticia no viaje a Italia —instruyó y se giró para mirarlo con una mirada seria. Stefan asintió, sabiendo muy bien lo que pasaría si el señor D’ Angelo se enterara de esto. Tendrá la cabeza de Ares si algo le pasa a Charlotte. La única persona a la que Ares temía era a Kilian D’ Angelo. Ese hombre era letal cuando lo provocaban y mortal si su familia sufría algún daño. Ares no podía dejar pasar este asunto. Charlotte era el hilo que mantenía unida a la mafia italiana y alemana, los dos clanes mafiosos más poderosos. Ella era el factor esencial y él había asumido la responsabilidad de salvaguardarla; Más bien, la responsabilidad le fue impuesta, pero, aun así. Además, ella era la reina de la mafia alemana. Su nombre estaba asociado con el de él. Un rasguño en ella sería un rasguño en su orgullo. Y su orgullo era algo que apreciaba mucho. —Prepara el avión —le ordenó a Stefan mientras acariciaba a su semental. Estaba volando de regreso a casa. Tendrá que coger el toro por los cuernos. Stefan se fue inmediatamente. Una vez que el caballo estuvo lleno, Ares subió a la bestia y cabalgó hacia lo desconocido. … Charlotte echó un vistazo al reloj de pared y suspiró. Era la una de la madrugada y todavía no había llegado a casa. En la tarde había sido informada que su esposo regresaría a casa. Era muy repentino ya aún no se cumplía el mes. Después de lo que pareció una eternidad, la puerta finalmente se abrió. Su mirada rápidamente se dirigió hacia ella. Charlotte enderezó su postura y puso una sonrisa en sus suaves labios. Ares entró al pasillo y se dirigió hacia las escaleras. Su abrigo colgaba de su brazo y su cabello estaba despeinado dándole un aspecto rudo. Como siempre, no se dio cuenta de que la mujer lo esperaba. —Yo...yo te prepararé la cena —el nerviosismo hizo que su voz temblara. Era muy raro que hablaran. El hombre se detuvo a mitad de camino, apenas notando su presencia. Él giró el cuello para mirarla. Su respiración se entrecortó cuando sus ojos negros la recorrieron. Su mirada era impasible y fría. El hombre, en toda su grandeza, se alejó de su destino previsto y caminó hacia ella. Charlotte habría retrocedido muchos pasos si hubiera podido, pero en lugar de eso permaneció sentada en su silla de ruedas, observándolo eliminar la distancia entre ellos con sus largas y firmes piernas. Su mirada, ninguna mirada fulminante la inmovilizó en su lugar. Ella contuvo la respiración cuando él se detuvo a unos pasos de ella. —Parece que ya no recuerdas el propósito de este matrimonio —comenzó con frialdad—. No intentes convertirlo en algo que no es. No conseguirás nada esperándome por la noche o preparándome comida. No tengo nada que ofrecerte. Así que ahórrate los esfuerzos para la próxima vez —articuló con frialdad. No había suavidad en su tono ni calidez en su mirada mientras escupía el simple y frío hecho. Ella sintió sus palabras azotando su inocente corazón, destrozándolo. Ares, sin preocuparse por su expresión desmoronada, se giró para dirigirse a su habitación, miró encima del hombro. —No leas entre líneas. No hay nada. Estoy aquí sólo por un negocio. Además, te recuerdo que solo la amare a ella, jamás la olvidaré —afirmó solemnemente—. Puedes tener un amante, no me importa. Siempre y cuando nadie se enteré —dijo antes de continuar caminando. Su declaración fuerte y clara había matado su apetito, por lo que regresó a su habitación. Ni siquiera sintió dolor cuando se puso de pie y se arrojó a la cama. ¿Sigue pegado a ella? ¿No bastan estos últimos años para olvidar a alguien? Charlotte lo había escuchado, pero se había negado a creerlo. Ella creía que nadie puede permanecer en un amor no correspondido para siempre. Irónico se estaba riendo a carcajadas de ella en ese momento. Claramente, ella había sobreestimado su amor por él y subestimado su anhelo por esa mujer. También había dejado claro que no tenía ninguna objeción si ella alguna vez deseaba tener un amante. Su única preocupación era que se mantuviera en secreto. A él realmente no le importaba ella. Tampoco importaba cuando ella quisiera liberarse de este tormento. El contrato matrimonial establecía que la persona que solicitara el divorcio perdería una gran parte de su riqueza en favor de la otra parte y la fusión entre los clanes se disolvería. En el mundo de la mafia, las disoluciones a menudo conducían a derramamiento de sangre y peleas sin fin. Esta fue precisamente la razón por la que nunca pidió el divorció.
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