Aturdida miro su brazo cuando lo extiende hacía mí, ofreciéndomelo para que lo tome. ¿Es en serio, quiere que salgamos de aquí como una feliz pareja enamorada?
Antes de avanzar o hacer cualquier otra cosa, subo mis ojos a su rostro buscando algo que me ayude a tender su petición. Pero no encuentro nada, ninguna emoción ni nada que se le parezca.
Tampoco tengo palabras para decirle algo, ¿debería agradecerle? ¿o que se hace en este caso? Pero si decía algo se sentiría o se escucharía falso de mi parte, lo mejor era no decir nada.
No me quise ver descortés de mi parte y acepte su ofrecimiento, enlace mi brazo al suyo, dejando que me lleve fuera del salón, hacia donde se encontraba mi madre y su compañero. No hablamos, y de ese modo nos dirigimos a su auto el cual está a estacionado en la acera de nuestra entrada.
En todo el camino mis ojos se mantuvieron distraídos en el anillo que hacía en mi dedo anular, que había recibido hace minutos atrás. Se sentía pesado, como una carga. Pues sentía que Alessandro me había marcado como si fuera suya, de su propiedad, como si se tratará de una cosa, algo que se pudiera comprar con dinero. Y es que así me sentía…
*****
En cuanto llegamos a las tiendas, madre y yo nos perdimos en ellas. Ya no volví a ver a mi futuro esposo, y no es que haya querido verlo, solo me pregunté para que nos había acompañado si nos iba dejar aquí botadas. Una vez que hallamos el vestido adecuado y dejamos dicho a dónde debían hacerlo llegar y el día, cómo dijo mi mamá, nos dirigimos a una joyería, pues supuestamente debíamos elegir también un juego de joyas que supuestamente era una de las prendas más importantes que debe llevar una novia. No me opongo y ni siquiera me queje, a pesar de no ser una persona que le guste llevar objetos extravagantes en el cuerpo.
Madre mira durante largos minutos que parecen horas, varios juegos de joyería, entre ellos unos de oro dorado y blanco, yo solo me quedo a su lado. Si las personas nos observarán bien, no creían que yo sería la que se casaría, si no mi mamá.
Y es que así se miraba, no había reflejo de una novia feliz y enamorada, y no podían exigirme que demostrará algo que no podía dar. Siempre pensé que si me llegaría a casar, sería por amor, desafortunadamente eso nunca ocurrirá.
—No, solo llevaremos los pendientes y el brazalete, el collar es bello pero no —mamá le informa a la encargada, que la ha atendido.
Junto mis cejas en un gesto de confusión ¿Qué está pasado? ¿Por qué madre se niega a comprar una gargantilla de oro blanco con diamantes? La vi completamente embelesada por esas joyas, y es raro que ella se límite a algo así, nunca hace excepción ni para mí.
Cuando estoy por preguntarle veo los ojos de mi madre desviándose hacía atrás de mí, abro la boca para pronunciar palabra, pero mi intentó muere cuando escucho su voz profundo junto a mi espalda.
—Empaque todo, lo llevaremos —dijo Alessandro en voz baja, enviando un escalofrío por mi espalda con su voz.
Sorprendida su orden, miro todo lo que estaba arriba del mostrador, todo lo que la encargada nos había mostrado y no se trataba de solo un juego, ahí había más y podía decirse que eran muchos millones de dólares en esas costosas joyas.
Estaba apunto de negarme, pero mi madre se adelantó.
—No hace falta que gastes en todo eso, solo un juego es más que suficiente.
—No me importa gastar tanto dinero en mi prometida, al fin de cuentas le iba dar unos obsequios —La forma en que dijo "mi prometida" me hizo temblar. Me muevo inquieta haciéndome a un lado, y siento su mirada en mí.
—Oh, ese es un gesto muy lindo de su parte —comenta emocionada — ¿No es así hija? —me anima o más bien me obliga a que le siga. Y cuando no respondo me echa una mirada de regaño, giro los ojos y suspiro.
—Si —respondo sin más da.
Alessandro se inclina un poco en el mostrador para poner sus ojos en una joya brillante que le llamó la atención y indica con su dedo ese objeto.
—Y este también —señala a la encargada. Ella asiente y saca la bella pulsera de pie —no es necesario envolverla —la pide y ella se la entrega.
Miro desconcertada todo, hago un gesto cuando me vuelve a ofrecer su mano. Madre asiente en aprobación para que la tomé y no sé porque obedezco. Me conduce hasta un asiento para que me siente, en cuanto lo hago el se inclina para después poner una rodilla en el suelo y agacharse frente a mí, dejándome congelada por su acto.
Me pone la pulsera que acababa de pedir a la encargada, sigo sin moverme. Solo siento como el brazalete acaricia mi piel, y no solo eso, si no también sus dedos cuando lo sujeta en mi pie.
Pasada sigo, ninguno de los dos dice ni una palabra, solo miro como hace su acto, algo extraño de su parte porque no se ve que sea un hombre que de regalos y sea atento con una mujer. Pero no sé porque una chispa de emoción brinca en mí. Me gusto, debo de aceptarlo, que hiciera esto, algo en mi se movió.
Una vez que terminó, se enderezó para levantarse, acomodando su saco y después me ayudó a ponerme de pie.
—Ya podemos irnos —dijo, invitándome a que yo avanzará primero y pasará por su lado.
Ya no tomo mi mano, ni tampoco me lo pidió y mucho menos volvió hablar, solo nos fuimos de allí como un par de desconocidos, no como una pareja que se mostró antes.
Y aunque Alessandro seguía siendo tan extraño para mí, mi mente estaba dejando de razonar correctamente, pensando en una única cosa, en él y en sus acciones que me dejaban conmocionada.