Capitulo 6|Visitas

1548 Words
VALENTINA Forcé una sonrisa cuando empecé a recibir felicitaciones por mi futura boda que sería en menos de una semana. Que rápido pasaba el tiempo, y mis nervios aumentaba cada vez que ese día se acercaba. No lo había visto desde aquel día que vino hacerme entrega del anillo, después de lo que ocurrió en la joyería se fue y ya no lo volví a ver, ni a saber nada de él. Padre había dicho que se había regresado a New York, algo relacionado con su trabajo, pues él y su familia vivían allá. Aún no había conocido a ningún familiar de Alessandro, tampoco es que se haya visto interesado en presentarme ya sea a sus padres, o incluso hermanos, si es que tuviera alguno. Tampoco hemos tenido tiempo para conocernos, no del modo que mi madre lo dijo, quería que fuera algo más discreto. Y es que si íbamos a vivir juntos, debíamos conocernos, ya sea en cosas básicas. —Felicidades Valentina, me imagino que debes de estar muy feliz por casarte con un hombre como Alessandro Ferrari —me felicita una amiga de mi madre. Vuelvo a sonreír de manera forzada, pero que se pudiera notar real. —Si —respondo, solo eso. Y efectivamente, no nota mi alegría fingida. No deja de sonreír, después de darme el abrazo se aleja para ir hablar con las otras mujeres que también habían hecho lo mismo que ella, anteriormente. Estaban reunidas en el salón, mi madre había planeado una reunión con todas nuestras conocidas y familiares, para hacerme una ceremonia de despedida, pues faltaban tan solo tres días para supuesta dichosa boda. —Lo que aún no logro entender, es porque te eligió a ti —espeta Lucrezia, mi prima. Se para a mi lado mientras finge una falsa sonrisa y continua despotricando en mi contra —tu insignificante. Nadie nos presta atención, todas las presentes están ocupadas en sus conversaciones. Lucrezia, tiene la manera de ser discreta cuando se lo propone, y ahora es el momento. —Pues si tanto lo quieres, deberías casarte tu con él —contento calmadamente. Pero no sé porque después me arrepiento de haber respondido eso, no es como si él me importará. —Ahora te vas hacer la digna, él es mucho hombre para ti. Alessandro Ferrari, merece alguien mejor —me echa una mirada rápida de superioridad. — ¿Alguien cómo tú? —cuestiono irónica. Sin dejar de mirar al frente, disimulando nuestra discusión verbal y discreta. No quería que mi madre se diera cuenta de ello, pues eso ocasionaría problemas entre mi tía y ella. Desde siempre ellas nos han generado problemas y discusiones. Pues la envida y el resentimiento de mi prima y mi tía, siempre ha existido hacía nosotras. No entendía el porque de su coraje hacía nosotras, mi madre y yo nunca les habíamos perjudicado en nada. Hasta el abuelo la prefería más a ella, y yo nunca la envidie o la ataque porque él tuviera preferencias. Y el hecho de que el abuelo tenga nieta favorita, y sea Lucrezia, me deja pensativa el tema del compromiso. ¿Cómo es que él no eligió a mi prima para que fuera la futura esposa de Alessandro? El abuelo sin dudarlo la elegiría a ella, pues Alessandro es un socio muy importante en la organización y el mejor hombre soltero de la alta sociedad, como quien dice, el ideal partido para cualquier mujer de nuestro entorno. Lo que para mí era algo sin importancia, para otras mujeres era la grandeza, cómo sacarse el premio mayor. Alessandro Ferrari, es un hombre multimillonario, aparte de estar en la organización de su familia la cual dirigía en New York, también tengo entendido que esta a cargo de las empresas familiares, pero no sabía con exactitud a qué se dedicaban esos negocios. No tenía mucha información de mi futuro esposo, lo poco que sabía, me lo hizo saber mi madre, pues mi padre nunca nos daba detalles de sus negocios o cualquier otra cosa relacionado con la organización. — ¿Todo está bien? —indaga mi madre cuando llega a nuestro lado. —Si madre —asiento, y ella nos ve de una a otra, dudando de mi respuesta. Conocía a mi prima y sabía de sobra que no se iba a quedar callada sobre este asunto, que su veneno lo soltaría cualquier rato, no más tuviera la oportunidad de hacerlo. —Por supuesto tía, todo está bien. Solo felicitaba a mi prima, deseándole que tenga una feliz vida en su futuro matrimonio —cada una de sus palabras se siente falaz, y su sonrisa es la principal. ¿Cómo es posible que pueda cargar con tanta falsedad en su expresión? Es la reina de la actuación, sin duda alguna. —Bien, porque no quiero pleitos, y menos ahora —señala con su mirada las invitadas que se encontraban todavía distraídas en sus conversaciones —no me hagas que te eche de aquí. —Pero tía, si no estoy haciendo nada malo. Aparte, está también es mi casa —hace un gesto ofendida. —Solo te lo estoy recordando —le vuelve advertir con una mirada determinante, para que ya dejé a un lado este asunto y se vaya. —Hija ¿pasa algo? —ahora es su madre la que se acerca a preguntar. No, que esto no se haga grande por favor. Suficiente tengo con lidiar con un matrimonio por el que me han obligado contraer nupcias. —Nada, solo hablaba con mi tía y mi prima —continua fingiendo —las dejo, iré hacer algo importante… —remarca la última palabra. Giro los ojos mientras resoplo, ella no lo nota porque se aleja en cuanto termina de hablar. Agradezco mentalmente cuando veo que su madre también hace lo mismo, yéndose detrás de ella. Madre se queda a mi lado y mentiras examina la reunión con su mirada, de repente me echa una que otra a mí. — ¿Qué te dijo? —pregunta en un tono bajo. —Nada sin importancia, madre —explico —no te preocupes por esas cosas, no es como si yo le vaya seguir su juego, me conoces —trato de tranquilizarla. Asiente y me indica que vaya con ella a charlar con las invitadas. La tarde se va en té, comida, charlas y más felicitaciones. La reunión de despedida que hizo mi madre, fue algo sencillo y con pocas personas, y agradezco que no haya hecho algo extravagante como lo había tenido planeado antes. Pues yo le dije que si lo hacía, no iba a participar en nada relacionado con eso. Siempre he sido obediente. Jamás la he desobedecido, tampoco a mi padre, pero por esta ocasión le dije que me dejara elegir, ya que muchas cosas ellos habían decidido por mí. La reunión se extiende y se convierte en cena, termino exhausta y aburrida, asfixiada por todo lo que conlleva al final. Lucrezia después de volver, no aparta su mirada felina de mí. Eso hace que me ahogué más en este entorno, y decido salir un rato al patio, dónde se encuentra el jardín. Ya estando allí, me da por querer ir al establo, dónde está Cometa. Quisiera salir de aquí cabalgando mi yegua y huir muy lejos de este lugar. Pero es algo que no puedo hacer, por más que lo quiera y si llevará hacerlo, me encontrarían. Escucho unos paso y levanto la mirada del bello jardín el cual estaba admirando con mis ojos. —Señorita —me doy cuenta que es la joven del servicio —El joven Ferrari la busca —hago un gesto confundida. — ¿Cómo, él está aquí? Asiente. —Si, afuera, la está esperando —avisa. Se suponía que no debía estar aquí, si mi padre se entera enfurecería. —No, no debe estar aquí, aún faltan días. Y no puedo verme a solas con él. La chica se encoje de hombres antes de responder. —Yo solo cumplo órdenes, señorita. Él dice que si no va, entrara hasta acá para verla y poder hablar con usted. Suspiro y hago un gesto de amabilidad para que se retiré. Con ambas manos agarro la falda de mi vestido que es algo largo y camino a pasos rápidos hasta el portal de la mansión. En cuanto llego me cercioró de que nadie ande merodeando cerca, no quiero que nos vean solos. Al abrí salgo y cierro con cuidado la puerta detrás de mí, pero me detengo ahí mismo cuando lo veo a poca distancia de la entrada. Cómo siempre está vestido, oscuro, peligroso e impecable. Y muy atractivo, no lo puedo negar ese tono y esa experiencia, lo hacen ver más fascinante. Niego mis pensamientos raros, y me concentro en su presencia. Sus ojos y los míos se encuentran, y un estremecimiento me invade. Cuando estoy por hablar, él corta el espacio entre nosotros, haciendo que retroceda y quedé atrapada entre la puerta y él. —Quería verte —revela, y por un segundo creo ver suavidad en su mirada. Mi respiración se corta al escucharlo —te extrañe. Estoy aturdida por sus palabras, confundida no dejo de mirarlo, pero no sé porque eso me causo una sensación de felicidad. Podría jurar que hasta estaba sonriéndole.
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