Valentina
Y efectivamente, estaba sonriendo. Quite mi sonrisa cuando mire sus ojos bajar a mis labios. Quería retroceder más y poner algo de distancia entre nosotros, pero era imposible, ya que seguía atrapada entre él y la puerta.
Se dio cuenta de mi inquietud y se apartó un poco, dejándome respirar otra vez. Sus ojos van de arriba a bajo en todo mi cuerpo.
—Me gusta como se te ve ese vestido —comenta, sin quitar su mirada.
En esta ocasión no llevaba un vestido corto, ceñido a mi cuerpo y tampoco con un escote muy pronunciado. Cómo era para la ceremonia de despedida, debía de ser algo más discreto.
Su falda es larga con brillos en ella, el top ajustado pero no destapado, cubría gran parte, y las mangas eran largas pero con encaje, el tono era rojo.
Me sonroje cuando comprobé que no iba apartar sus ojos de mí. Desvíe la mirada para otro lado, ya que la de él era muy penetrante y sin reserva.
—He venido por ti para llevarte a un lugar —anuncia. Y levanto la mirada para verlo.
No, no podía irme, mucho menos con él y solos.
—No, no podemos.
—Nadie lo sabrá.
—En algún momento pasará, cuando mi madre se de cuenta que no me encuentro en el salón o en ningúna otra parte de la mansión, le avisará a mi padre y a los demás —dije, preocupada.
—Te aseguro que nadie se percatara de ello —repuso, extiende su mano para que la tomé —Ven —me invita a qué lo siga.
Me lo pienso por un segundo, aún así tomo su mano y dejo que me lleve. Una vez que subimos a su auto toma el camino hacia la carretera, alejándonos varios kilómetros de mi hogar.
¿A dónde me lleva? Era tarde para echarme para atrás, ya estaba en su auto y rumbo a sabe que lugar. Solo espero que no sea un asesino, Alessandro seguía siendo un desconocido para mí y yo sin pensarlo me subí a su vehículo, y ahora estamos solos en un camino oscuro y de noche.
El silencio nos invade, ninguno de los dos habla en el camino, solo me limito a ver por la ventana a mi lado.
Minutos después detiene el auto en un lugar que parece un campo, estamos a las afueras de la cuidad, alejados de todo el ruido y la gente.
—¿Qué es este lugar? —inquiero, después de unos segundos de haber parqueado.
—Ya lo verás —responde, y sale del auto. Me quedo en mi asiento, Alessandro llega hasta la puerta del copiloto y la abre, ofreciéndome a que salga del vehículo —te voy a mostrar.
Salgo y nos encaminamos más adentro del campo. Puedo comprobar que el pasto es muy verde y corto, a pesar de que la única luz es la luna y las estrellas, puedo ver bien dónde piso.
Mis ojos se abren cuando veo una manada de potrillos y yeguas trotando libremente en el campo. El lugar es enorme y de esa manera tienen la oportunidad de andar por todos lados.
Están libres y felices. Esto es una de las cosas más bellas que han visto mis ojos.
—¿Qué se supone que haremos aquí?
—Te he traído para que los conozcas —me indica para que lo siga, y lo hago sin ninguna queja.
—¿Cómo es que sabe que me gustan los caballos? —indago.
Pero Alessandro no me responde y solo se acerca a una yegua blanca con pelo del mismo tono, están preciosa.
—Ven, tócala. Se que le agradaras —hago lo que hace, porque también quería hacerlo.
El suave pelaje del animal pasa entre mis dedos cuando lo acaricio. Me toma desprevenida sujetándome de la cintura para levantarme y subirme a la yegua.
Grite asustada en el momento que lo hace, pues no esperaba ese acto suyo.
—¿Qué hace? —exclamo sorprendida, y ya arriba del cabello —¿Por qué me ha subido aquí?
—Daremos un paso —anuncia, y se sube para acomodarse detrás de mí. Me tenso cuando siento su cuerpo muy cerca del mi espalda.
Me rodea con sus brazos para tomar la correa del asiento y la yegua comenzó a galopar. En todo el camino no logro concentrarme, pues su cercanía, el calor que desprende y su aroma, me distraen.
Llegamos a lo que parece ser un lago, hay un abismo, algo muy profundo, pero se logra apreciar el reflejo de la luna en el agua.
Detenemos algo alejado de la orilla y bajamos, con ayuda de Alessandro, cosa que no pedí, bajo del caballo. Me invita a seguirle, paramos para ver el paisaje bello.
—Este es uno de mis lugares favoritos —confiesa, anonadada coloco mis ojos en él —y ahora será nuestro —ahora lo miro con ternura. Un hombre como él, siendo romántico. Era algo extraño.
No sé si estaba tratando de serlo, pero le estaba saliendo bien, más para él que era un hombre sin expresión alguna en su rostro. Pero sus ojos se volvieron un tono raro, cuando se giró para verme. Su azul frío se volvió oscuro, pero no logré descifrarlo.
—¿Nuestro? —quise estar segura de lo que decía.
Alargó su brazo para llevar su mano a mi mejilla y acariciarme, asintió lentamente sin apartar sus ojos de los míos.
—Si, nuestro. Es el espacio que construiremos juntos, dónde podremos ser nosotros mismos, el uno con el otro. —decreta, mientras sus nudillos acarician mi mentón —Vendremos aquí las veces que queramos estar solos.
Cómo si su caricia y sus palabras tuviera efecto en mí, cierro los ojos, disfrutando de esto.
El calor de su cuerpo me llega, corto distancia y siento como una de sus manos me sujeta por la parte trasera de mi cuello para atraerme hacía él. Su cálido aliento choca contra mis labios, estoy consiente de que lo tengo demasiado cerca de mí.
Aún así no abro los ojos, solo siento cuando sus labios y los míos se encuentran, son acogedores y tiernos. Lo que estábamos haciendo estaba mal, pero decidí déjame llevar. Sus manos sostuvieron mi rostro entre ellas y profundizó, de una manera que no dejó de ser cuidadoso y suave, como si tuviera la preocupación de que huyera de él.
Me estaba besando, y yo he dejado que lo hiciera.