Giovanna se hizo a un lado, frunció el ceño, se quedó pensativa. «¿Acaso está celoso? ¡No, no puede ser!», se dijo en la mente, pero la actitud de él era la de un hombre que ardía en celos, y eso le hizo sentir a Giovanna una sensación placentera y hasta percibió una agitación en el corazón. «¡Perdóname, Dios mío! ¡Sería una locura que ahora que soy una religiosa, él se fijara en mí, sería un gran castigo a su ego y vanidad!» —¿Todo en orden, Caridad? Giovanna reaccionó, no hizo ningún comentario con respecto a Rodrigo, para ella, él no había cambiado, era el mismo hombre presumido y pedante del pasado. —Qué hombre tan extraño —murmuró Arnau. —No le hagas caso, es un hombre complicado, pero ven, pasa, quiero que conozcas a los niños. —A eso vine, me has hablado tanto de esos ch