—Pero qué clase de ser humano inmoral eres —espetó Majo, regañando a Rodrigo, lo golpeó con una almohada en la cabeza, y por donde más podía. —¡Te pasas de sinvergüenza! ¡Es una religiosa! Salvador carcajeaba, claro, conocía bien a su esposa, por eso había ido a contarle de inmediato, para que ella pusiera en cintura a su hijo. —¡Ya basta mamá! —vociferó Rodrigo, como podía esquivaba los golpes. —¡No soy un niño! —gritó. —Pues te comportas como tal, parece que tuvieras la edad de los gemelos de Marypaz —rebatió Majo. —Pero yo no estaba seduciendo a la hermana Caridad, lo que pasó fue un accidente, y me sorprende que mi papá, siendo tan buen abogado, se haya dejado llevar por las apariencias —gruñó. Majo volteó, miró con el ceño fruncido, y esa expresión fulminante a su marido.