Rodrigo sacó de la bolsa la muñeca. —Espero te guste, y que te acompañe cuando duermas, así no te sentirás solita. En ese preciso momento que Rodrigo acababa de mencionar esa frase, hacía su entrada Giovanna y Arnau, ella se detuvo en seco, jamás imaginó verlo tan pronto, y menos junto a Lulú, las piernas le fallaron, y sintió que el corazón se le oprimía al escucharlo. —¡Qué linda! —susurró Lulú, la agarró, la abrazó contra su pecho. Rodrigo apretó los labios, su pecho subía y bajaba agitado, sus ojos se estaban volviendo cristalinos al ver la emoción de Lulú al tener esa sencilla muñeca. Y de pronto Lulú miró a sus demás amigas, todas observando su juguete. —No puedo recibirla. Rodrigo frunció el ceño cuando Lulú se la devolvió. —¿Por qué? —Porque yo no puedo ser la únic