Rodrigo palideció, se quedó más blanco que una hoja de papel sintió una punzada en el corazón. —¿Qué? —cuestionó, el rostro se le desencajó. Rosauro lo observó con el ceño fruncido, pero no tuvo tiempo de indagar, su Uber acababa de llegar. —En serio, es religiosa, cuídate. —Se despidió de Rodrigo, subió al auto. —No, no, esto no me puede estar pasando —gruñó, respirando agitado—, así que aquí te escondes, te escudas detrás de ese hábito, abandonaste a nuestra hija —resopló apretando los dientes—, ahora comprendo por qué me miras con tanto odio, pero ahora vas a conocer toda mi ira Giovanna Rossi. Entró vuelto un energúmeno, decidido a encararla. Caminaba por los pasillos del convento, con los músculos tensos, los puños apretados, y la mirada sombría, le habían dicho que Giovanna