Giovanna no podía moverse, o quizás no quería hacerlo, tal vez en el fondo ansiaba tanto ese beso como él. El beso fue distinto a los del pasado, Rodrigo fue cálido, tierno, tomó los labios de ella con suavidad, la saboreó ansiando que se acostumbrara a él a su aroma, a su calor. Giovanna también se olvidó que había hecho votos de castidad, cerró sus ojos, abrió sus labios, se entregó a esa caricia, su lengua rozó la de él, y de pronto ambos sintieron como si en esa pequeña habitación se hubiera desatado el infierno. Las manos de Rodrigo transitaron por la espalda de la religiosa y ella colocó sus dedos en el firme pectoral de él. Ese beso les nubló los sentidos. Sin embargo, esos cálidos labios y esa forma tan dulce de besar, esa timidez, le recordó a él, los besos de Giovanna, en