Capítulo 8

2149 Words
Me abrazo a su cintura y esto me permite sentir su tableta de abdomen. Muerdo mis labios conteniendo un jadeo y obligo mis manos a no tentarlos descaradamente. La moto se pone en marcha y suspiro mientras el viento despeina mi cabello. Él solo lleva unas gafas y una velocidad muy tranquila para alguien que me ama la adrenalina de ir volando por las calles en mi moto. Creo que este fue el mejor regalo que me han podido hacer en la vida. La moto es mi vida y además me ha ayudado a conseguir mi dinero corriendo. Él sube la velocidad y me abrazo más fuerte solo para sentir su abdomen entre mis brazos. Creo que es la primera vez en mucho tiempo que un chico me llama tanto la atención y me siento mal porque tengo un novio maravilloso que me ama. Así aparto todos los pensamientos no actos para mí, suspiro arropada por su aroma y descanso mi cabeza en su espalda sintiendo como su calor traspasa la tela que le cubre. Veo árboles y un sin número de casas y personas que se alejan mientras la moto corre más deprisa. Eso me hace esbozar una grandiosa sonrisa que se borra al ver nuestro destino. La casa de dos plantas color rosa pastel está frente a mis ojos. El lugar donde crecí. Donde jugaba, lloraba, saltaba, reía. Miro el jardín recordando la canción que mamá compuso para mi justo bajo el árbol grande que se encuentra frente a mi antigua habitación. A papá le encantaba que baile con él siempre. Recuerdo que cuando no quería salir o estaba un poco deprimida él me alegraba ordenándome bailar. Bellos recuerdos. Es una lástima que miles de recuerdos hermosos se vean apañados por unos cuantos malos. La vida es así, lo malo aun siendo poco siempre opacara a lo bueno que fue mucho. Bajo con cuidado de la moto y se con certeza que Elliot mantiene su mirada en mi persona, pero no me importa, tengo dos años y medio sin venir a mi casa, lástima que no le pueda llamar hogar, sin los seres queridos esto solo se convierte en una casa sola y vacía. Suspiro armándome de valor y sonrío. Miro a Elliot y asiento. Creo que trata de darme confianza para poder avanzar sin caer y llorar como vengo teniendo ganas desde que mire la preciosa construcción frente a mí. Elliot me toma de la mano y me hace reaccionar. Caminamos o él me guía cuando debería ser al revés. Yo conozco toda la casa no él. Salgo de mi extraño dolor y camino delante de él. Entramos saltando la reja y corremos por la puerta trasera. Doy la vuelta a la manija y nada. Está cerrada con llave. —Está cerrada—le digo a Elliot, él sonríe y saca una pequeña navaja. Me aparta con cuidado y se concentra en tratar de abrirla. Miro a todos lados viendo si alguien se acerca, me tranquilizo al ver que no hay nadie. Elliot dura algunos minutos hasta que logra abrir la puerta. Entramos en silencio y todo está tal y como lo recordaba, lo único que lo diferencia es el polvo que hay en los objetos. Caminamos en silencio y creo que en la oficina de papá debe de haber información que nos beneficie. Camino con él hasta la cocina e ignoto los recuerdos de mi mamá preparándonos el desayuno cada mañana. Elliot me mira con precaución. Supongo que él espera que en cualquier momento comience a llorar y patalear, o simplemente que me rompa por absorber momentos de mi vida que nunca regresaran, que solo se quedaran en recuerdos que tiene un sabor agridulce. Camino y entro al gran comedor, algunos portarretratos se encuentran en el gabinete que está al fondo. Al seguir el paso entramos al gran salón. Las paredes cubiertas de imágenes y retratos de mi familia y yo. Elliot se acerca y toma la última foto que nos tiramos juntos. Sonrío nostálgica, fue en la casa Collins, el dolor me hace sentir vulnerable. —Eran grandiosas personas—susurra mirándome—estarían muy orgullosos de ti—le doy una tímida sonrisa—eres muy parecida a tu madre, ambas son mujeres fuertes, indomables y en el fondo de su corazón, la bondad siempre reluche—muerdo mis labios mirando como él acaricia el rostro de mi madre en la fotografía. —El despacho de papá es por aquí—señalo y él capta que necesito hacer esto lo antes posible. Me sigue y entramos—busca algo que nos dé respuestas—murmuro. Nos disponemos a buscar entre los documentos de papá. Él por un lado y yo por otro. Al parecer la policía se llevó muchas cosas ya que su laptop no está ni tampoco algunas cosas que habían aquí. Rebusco y nada que nos ayude. —¿Qué tal la habitación de tus padres?—pregunta Elliot luego de una hora rebuscando y nada. —Vamos—estornudo y continuo. Mucho polvo. Subimos las escaleras y entro a la habitación. Los perfumes de mamá se encuentran todos organizados. Los entro en mi mochila y Elliot me mira. —Quiero que su aroma me acompañe—murmuro entrándolos. —¿Estás segura?—asiento y él se dispone a buscar. Entro al clóset donde mi madre guardaba una caja. Subo en un banquito que hay cerca y quito la tabla que la oculta. La saco y Elliot me mira. —Mamá nunca me dejo saber que tenía—murmuro tomando la caja y luego estirándosela a Elliot. —Está cerrada con llave—me dice al tomarla. —Yo tengo la llave—saco la llave que descansa en el collar que cuelga en mi cuello y se la doy. Mamá me la dio al yo tener diez años, nunca me aparto de ella, menos desde que se fueron de este mundo. Él se sienta en la cama y la abre, yo me siento a su lado. Cartas, imágenes y algunos objetos estaban dentro. Tantos recuerdos lindos que tiene en esta caja que siento mis ojos escocer un poco, pero respiro hondo ordenándome calmarme, quiero hacer eso. Necesito hacer esto. —Es una carta de amor—susurra Elliot pasándome el papel y definitivamente mi padre era un gran esposo y muy atento, solo hay que darse cuenta en las letras. Sin poder contenerme leo la carta una y otra vez, una donde papá declara cuanto ama a mamá, como ella es su vida y como está feliz de tener nuestra familia. Muerdo mis labios cuando un temblor los ataca y respiro hondo ordenándome no perder la compostura, al menos aún no. Miro las imágenes y sonrío. Mamá al parecer las guardaba como su tesoro, que bueno es saberlo. Sonrío mirando todas las fotografías. —Mierda—dejo la imagen y lo miro. —¿Sucede algo?—pregunto y él me pasa un papel. Tenemos a tu linda criatura muy vigilada, ¿quieres que viva?, has lo que te diga. Mi corazón se detiene mirando esto con horror, ellos estaban amenazados. Elliot me mira igual, sabe lo que pasa por mi mente, muerdo mis labios y una lágrima viaja fuera de mis ojos. ¿Quién fue el maldito o la maldita que les hacía esto? —Estaban amenazados—susurro aun sabiendo que él es consciente de eso. Sus ojos azules me analizan. Aparta todo y se coloca a mi lado, sin palabra alguna me abraza. Lo aprieto a hacia mí, ¿por qué me lo ocultaron?, creo que siempre he demostrado ser fuerte y madura, pero al parecer para ellos solo seguía siendo una niña. Los brazos de Elliot me cubren y por un momento me envuelvo en él tratando de en sus brazos esconderme del dolor. Muerdo mis labios, no quiero llorar, ya no más. Me aparto un poco y Elliot limpia las lágrimas silenciosas que cubren mis mejillas. Sé que debo estar sonrojada ya que siempre que lloro pasa. Sus pulgares dejan todo limpio y le sonrío un poco, es una sonrisa tensa, pero trato de que sea al menos un poco real. Sigo mirando las imágenes y buscamos dentro de más sobres encontramos otros sin emisor. Me doy cuenta de que es lo único que vamos a encontrar y también de que ya anocheció. —Creo que es hora de irnos—me dice Elliot leyendo mis pensamientos. Asiento de acuerdo con lo que dice. Me levanto tomando todas las imágenes y guardándolas en un sobre y luego adentrándolas en mi mochila. Caminamos de regreso y nos damos cuenta que hay dos guardias. Miro a Elliot y él pone su dedo índice en sus labios en una clara indirecta de que permanezca en silencio. Camina un poco y toma un jarrón. Frunzo el ceño y él solo rueda los ojos. Me hace una seña para que abra la puerta. Lentamente abro la puerta y hay un señor de espaldas a nosotros. Elliot lo golpea y el hombre cae inconsciente en el suelo. —No está muerto, pero si tendrá un fuerte dolor de cabeza al despertar—me dice y toma mi mano corriendo. Veo como el otro vigilante viene con un arma. Elliot me pasa las llaves y subo a la moto. Rápidamente arranco acelerando y perdiendo el rastro de cualquier persona. Cuando estamos lo suficientemente alejados paro la moto. Muevo el cuello para quitar un poco el estrés en el. Elliot baja de la moto y yo imito su acción. Paso una mano por mi rostro y pestañeo un poco. —¿Cuál es el siguiente paso?—pregunto caminado a su lado. —Tengo una amiga que trabaja en un laboratorio como ayudante. Puedo tratar de investigar si hay huellas digitales en el sobre—li miro sorprendida. Creo que pedirle ayuda a Elliot ha sido la mejor decisión que mi confusa cabeza ha tenido. Él sonríe al ver mi sorpresa y un casi insistente hoyuelo se forma en su mejilla izquierda y por un momento me quedo mirándolo un poco embrujada. Elliot es un chico muy guapo, esos ojos azules tan penetrantes que resultan fabulosos siempre acompañados de su oscura cabellera. Tiene un cuerpo bastante trabajado sin parecer exagerado y una sonrisa cautivadora y además me está ayudando en mi búsqueda. Mi búsqueda por la verdad. —¿Y yo qué hago?—pregunto porque no quiero parecer alguien que no hace nada, necesito hacer algo y sentirme bien conmigo misma. —Trata de reunir toda la información que puedas sobre los sospechosos—muerdo mis labios. —Estuve enumerando desde mi punto de vista las razones que tienen los sospechosos para hacer lo que hicieron—murmuro y acaricio mi cuello un poco. —Creo que es buena idea, digita todo y mantenlo imprimido, yo tratare de investigar más—le sonrío agradecida. —Muchas gracias Elliot—él me toma y me abraza. —Dije que te podría ayudar Isabell—susurra en mi oído, me aparto y le miro. —Creo que es hora de irnos—ambos subimos a la moto y esta emprende su camino de regreso a la casa de los Collins. Nadie dice una palabra más sobre eso. Llegamos a casa y él entra de primero. Acomodo la moto y doy un salto del susto al ver a Lorenzo mirándome detenidamente. —Pensé que nos veríamos mañana—le digo caminando hasta él. —Estaba terminado un trabajo con Shane—le sonrío mientras asiento. Él se acerca y me toma de la cintura, besa mis labios de manera dulce y suave. Acaricio su cabello mientras él se deleita con mi boca sobre la suya, yo también lo hago. Son toques dulces y suaves, tranquilos y pausados. —¿Qué quieres hacer mañana?—le pregunto porque debo de poner la iniciativa. Debo de dar mi parte para que esta relación funcione. Lo quiero y sé que si pongo de mi parte puedo llegar amarlo. —Un picnic—responde con una sonrisa. —¿Entonces en la tarde nos vemos, yo llevo las cobijas, ¿me pasas a buscar?—veo en sus ojos la emoción que esto le causa. —Te vengo a buscar—besa mis labios—me tengo que ir—lo veo alejarse y sonrío. —Las cosas son serias—miro a Shane que tiene una sonrisa mirando el lugar por donde se marchó su amigo. —Él lo merece—me encojo de hombros. —Solo prométeme que, si no logra que te enamores de él, serás sincera—me sonríe y entra a la casa. —Creo que él merece siempre mi sinceridad—susurro bajo—él es la persona que más merece mi sinceridad—aclaro, aunque eso suena para mí misma.
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