3: ENTRE EL AMOR Y EL ODIO

984 Words
Estoy sentado en la barra del bar ubicado en el lobby del hotel donde se está hospedando ella, y una nueva copa de whiskey queda vacía frente a mí. Me ha costado mucho trabajo que me dieran la información de donde ella se estaba quedando, pero en terquedad, a mí no me gana nadie. De repente mis nublados sentidos se ponen en alerta cuando escucho su voz a lo lejos, y disimuladamente me giro un poco para verla. —¿De verdad no te puedes quedar?— le pregunta mientras que se despide a besos de ese tipo al que envidio de sobremanera por tenerla entre sus brazos. Una vez más lo besa intentando convencerlo, pero él sonríe y la aleja un poco —Tengo un vuelo que tomar, sabes que mi agenda es muy apretada— le explica y bebo otro sorbo del nuevo vaso de whiskey que me ha traído el camarero. «Bien, no nos interrumpirás» pienso y sonrió. Saco mi billetera del bolsillo de mi pantalón, y luego busco unos billetes para pagar la cuenta —Chukran— le digo al camarero y cuando noto que el idiota aquel sale del hotel, me pongo de pie y sin que ella se dé cuenta, la sigo hasta que entra al elevador y de inmediato me subo con ella. —¡¿Luka?! ¿Qué haces aquí?— me pregunta asustada. —Tú y yo vamos a hablar, las cosas no funcionan así, no puedes decirme que perdiste un bebé nuestro e irte, ¿tienes idea de cómo me siento?— le reclamo molesto. —Estás ebrio, deberías irte— sentencia y niego. —No, vamos a hablar— insisto y respira profundo. —¿Quieres que llame a la policía?— amenaza haciéndome reír. —¿Y que le dirás? ¿Qué quiero hablar contigo porque hace unas horas me enteres que perdimos un hijo? — me burlo. —Eres un idiota— sentencia cuando la puerta se abre y salgo detrás suyo. —Pensé que lo nuestro había terminado bien, que habíamos entendido que estar separados era lo mejor para que cada uno de nosotros cumpliera sus sueños— hablo mientras de que camino detrás de ella e intento no distraerme por esos andares que han sido mi locura siempre. —Eso lo pensaste tú, a mí me dejaste con el corazón roto— expresa mientras abre la puerta y antes de que la cierre, interpongo mi brazo y entro detrás de ella. No se queda quieta, y por ende debo acercarme hasta sujetarla de los hombros para que me mire de frente —¿Por qué no me dijiste que no querías dejarlo? ¿Por qué no me buscaste cuando supiste que estabas embarazada? No desaparecí del mundo, solo me mudé, solo vine a estudiar, ¿entiendes?— le reclamo. —¿Ahora resulta que yo soy la mala de la historia?— rebate triste. Mi respiración se agita demasiado por su cercanía y me odio por sentirme así a pesar de todo. —No sé si eres la mala, pero ¿sabes lo que sentí hace un momento? — —¿Y cómo crees que me sentí yo? Estaba destruida, y ese hombre que conociste hoy fue quien me saco delante de todo aquello— expone. —¿Tu prometido? ¿Qué tiene que ver él en todo esto?— inquiero confundido. —Él fue el doctor que me atendió cuando perdí al bebé, lo conocí ese día— me cuenta sacudiendo mi mundo —Él me consoló, me hizo sentir que no estaba sola…— comienza por decir y sus palabras me llenan de rabia. —Cállate— le pido tomándola de los brazos —¿No te das cuenta de cómo estoy?— le pregunto al borde del llanto. —Cae en tu realidad Luka, huiste, me dejaste, no pensaste en nada más que tu bendita carrera y no te importo como me dejabas a mí, ¿recuerdas lo que me dijiste cuando terminamos?— me cuestiona y cierro mis ojos sintiendo que las lágrimas ya son muy difíciles de contener. —“Te amo, pero no quiero arrepentirme de no cumplir mis sueños por esto”— repite y al abrir mis ojos las lágrimas caen —Ni siquiera pensaste en la posibilidad de incluirme en esos sueños. —No quería que hipotecaras tu carrera por mi— me defiendo. —¿Y mi corazón qué? ¿no te importo que hipotecara todos aquellos años contigo?— me cuestiona y en un atrevimiento total de mi parte, la tomo de la cintura para pegarla a mí. —No fue fácil dejarte, yo todavía te amo Aiza— le digo con mi voz entrecortada. —Suéltame— me exige llevando sus manos sobre mi pecho y empujándome, pero no la suelto. —Si me hubieras dicho que estabas dispuesta a venir conmigo… si tan solo hubiéramos decidido algo distinto—murmuro. —Vete— insiste. —No, no te quiero dejar otra vez— admito. Mi respiración se agita al sentirla tan cerca y sin poder evitarlo, llevo una de mis manos a su nuca —No lo hagas—pronuncia en lo que parece una súplica. —Lo siento, es inevitable— digo y sin poder controlar este impulso, la beso como si su boca fuere la salvación a cada uno de mis errores. Es una lucha de poderes, de los quiero y no quiero, pero gana el pasado y la familiaridad de su boca y la mía. El deseo se hace latente y no hay manera de controlar estos impulsos ni mucho menos la forma en la que nuestras manos comienzan a quitar las prendas del otro. Sentirla así me revive, y sé que tal vez ella me odiara después de esto, pero en este preciso instante no quiero pensar en nada de todo eso.
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