Al día siguiente: 11 de enero
Se me parte la cabeza, pero eso no quita que no recuerde lo que paso anoche. Con mi mano tanteo el otro lado de la cama, pero tan solo me encuentro con un espacio vacío que hace que todas mis alarmas se enciendan —Aiza— pronuncio su nombre.
Me siento en la cama, y la busco por la habitación, pero tan solo encuentro su ausencia y un pequeño papel sobre la mesa de noche. Me siento en el borde de la cama, tomo el papel y lo desdoblo para ver su letras y una frase que me lleva al infierno.
“Esta vez soy yo quien se va. Debes dejar la habitación antes de las 11:00AM”
—¡Maldita sea!— me reclamo a mí mismo y es que ni siquiera fui capaz de retenerla, de decirle realmente todo lo que aun siento por ella, y lo peor es que ni siquiera tengo su nuevo número de teléfono. —Siempre arruinas todo Luka, eres un campeón en la materia— me felicito sarcásticamente. Agacho la mirada en medio de mis reclamos y sacudiendo mi cabeza me levanto de la cama para vestirme e irme de aquí.
[…]
Estoy encerrado en mi departamento reclamándome una y otra vez por todo lo sucedido, cuando mi celular irrumpe el intenso silencio y al ver la pantalla, sé que debo contestar inmediatamente —Doctor Ibrahim, que extraño que me esté llamando un sábado— respondo si siquiera decir hola.
—Luka, ¿estas ocupado?— inquiere sin muchos preámbulos.
—No, solo estaba en mi casa— explico y es que ni siquiera sé dónde pueda buscar a Aiza, incluso ya pudo haberse ido de Egipto.
—¿Quieres venir al laboratorio del museo? Hoy finalmente podrán desenrollar el papiro que encontramos hace un mes—me informa y no sé cómo es que esto consigue dibujar una sonrisa en mi rostro a pesar de todo lo que me ha pasado.
—Por supuesto, sabe cuanto me emociona saber que hay escrito— digo levantándome del sofá y busco mis zapatos.
—Nos vemos allí— indica y sin más preámbulos termina la llamada.
Tal vez Aiza tiene razón y soy la persona más egoísta de todas. Quizás mi carrera se convirtió en una obsesión que sin darme cuenta ha estado lastimando a todos a mi alrededor. Después de la trágica muerte de Mateo, yo no supe que hacer, me aleje de mis padres adoptivos, de mi madre biológica y me encerré en mi mundo, pero olvide que cada uno de ellos sufrió por mi lejanía, y Aiza no fue la excepción, ella fue la persona que más lastime.
[…]
No puedo creer que a menos de 24 horas de haberme enterado que perdí un hijo con la mujer que amaba, yo este entrando a este museo con una ilusión inentendible por descubrir lo que dice aquel papiro, «¿en qué momento me convertí en esto?» me cuestiono cuando paso mi credencial por la cerradura de la puerta del laboratorio.
Apenas paso, veo al doctor Ibrahim conversando con Dhalia. Escucho como ella le explica lo ocurrido durante el proceso de desafección y como batallaron mientras restauraban minuciosamente el material del papiro para así poder desenrollarlo sin dañar un solo pedazo. —Luka, ¿vienes?— me cuestiona el doctor al ver que me quede estático.
—Si— respondo en un susurro y me acerco un poco más.
Observo en completo silencio como van terminando de abrir el papiro, y al ver en su interior, consigo comprender alguno de los símbolos que hay escritos, pero no todos como quisiera. Me queda mucho por aprender, y es así como mi cabeza una vez más se nubla por esta pasión que comienza a aterrarme.
—Luka, ¿estas escuchando?— me dice el doctor a modo de reclamo.
—Perdón, estaba distraído— me disculpo.
—¿Es así como quieres dedicarte a esto? ¿Sabes que una distracción puede cambiar toda la historia de los hallazgos? ¿Para eso has venido a aquí? No quiero hombres así en mi equipo— sentencia y sé perfectamente que tiene razón.
Cualquier pequeño error de mi parte, puede terminar en no solo datos equivocados de la historia, sino que también puedo llegar a dañar una pieza única que jamás volveremos a encontrar. —Le prometo que no volverá a pasar— es lo único que puedo decir, y es que al igual que la historia de este lugar, yo no puedo cambiar lo que paso en mi pasado. Solo me queda mirar hacia el frente y continuar dejando que ella también siga con su vida. No le puedo hacer más daño, no puedo pedirle que abandone todo cuando yo no puedo ni siquiera alejarme de este sitio que pareciera tenerme amarrado a su fascinante historia.