Capítulo 5 Lo que va mal en mí

1599 Words
Chase Las calles pasan y mis puños se cierran apretándose cada vez más al volante, niego repetidas veces intentando relajarme, tratando de calmar mis sentimientos, buscando lo que sea que ayude a sentirme un poco mejor en este momento. Estaba buscando aquel centro al que pocas veces llegaba, sabía que necesitaba convencerme de que no era una mala persona, de que no era que era él, que soy diferente. Los gritos de mi padre retumban en mi cabeza, el llanto desconsolado de mi mamá parece marcar el hilo de mis pensamientos, dejando en claro que no se había ido, que nunca lo haría, porque ha vivido en mí, lo llevaba en la sangre, yo era su sangre y también la de inocentes. ¿Cuán sucio estaría? ¿Cientos? ¿Miles? Estacione el auto en la colonia y baje desesperado, mis pulsaciones se dispararon, mi cabeza se encontraba en aquel momento, ambos pulmones buscando oxígeno, la presión en mi pecho aumenta y no tengo que ser un genio para saber que estoy sufriendo una crisis de ansiedad, que estoy cayendo de nuevo en ese foco. Porque los jodidos siempre quedan jodidos. Mis ojos se llenan de lágrimas y mis pies se mueven solos a la parte delantera del carro, apoyó la mano y cierro mis ojos, necesito encontrar esa paz. Sacudo la cabeza y doy un pequeño salto para sentarme en mi auto. Lo había arruinado, sabía que lo hacía constantemente, pero nunca con ella, siempre mantenía mi mierda lejos de Emma. No la dejaba ver aquellas partes oscuras de mi persona, jamás había dejado al descubierto mis carencias con ella, no quería que me viese diferente, no quería sentir su mirada de pena ni mucho menos que me tuviera miedo. Porque lo llevaba conmigo, en mi sistema. Necesitaba calmarme, pero la recordaba besando a Noah y todo en mi interior se alteraba, la necesidad de volver a esa casa y golpearlo, dejarle en claro que no puede tocarla. Mis puños se cerraron y de nuevo todo parecía a punto de colapsar. Y me he encontrado otra vez en Canadá. El crujir de las escaleras avisaba que alguien estaba subiendo, mi corazón comenzó a martillar frenético y mis sentidos se alteraron, quería salir, sacarlas de acá, pero si me levantaba, si descubre que estoy despierto. Todo empeoraría, porque ella tendría la culpa, porque ella no sería lo suficientemente buena para educar hijos, porque estaría haciendo otra cosa que no era hacerse cargo de sus obligaciones. Porque merecía ser domesticado como un animal. — Chase, Chase —abrí mis ojos llenos de pánico cuando escuché a mi hermana hablarme a través de la pared. — María —susurre bajo. Mis pies se movieron para llegar al ropero donde estaba la ventilación. Me encontraba atento, escuchando como cada vez se acercaba más a las habitaciones. — Maldición, Mari, acuéstate —susurré —, haz como que estás durmiendo, no abras los ojos —otro paso y supe que no había tiempo —, por nada en el mundo abras tus ojos. — Tengo miedo —susurró —, la va a lastimar —la desesperación volvió y observó la puerta. — Ve a la cama, ya está dormida —el último escalón sono —, yo voy con ella si empieza con sus cosas —sabía que se iba a negar, pero cuando se escuchó la hebilla del pantalón en el pasillo de las habitaciones, supe que terminaría yéndose directo a la cama. — ¿Dónde estás? —gruñó y apreté mis puños. La puerta de mi hermana se abrió y contuve la respiración, lo mataría, cómo se atreviera a tocarla bajaría por un cuchillo y lo mataría. Pero así como se abrió se volvió a cerrar. Segundo después de nuevo los pasos retumbaron, esta vez cerca de mi habitación, cierro los ojos, me concentré en no moverme, no podía hacerlo, no tenía que hacerlo. Por ella, para que no lo lastimara. Volvieron a cerrar y suspiré, lo hice, al menos unos segundos, porque minutos después todo comenzó. — Tú —la puerta se estrelló —, siempre durmiendo —el portazo me sobresaltó. Escuché la puerta de mi hermana abrirse y me apresuré a salir de la cama para ir al pasillo, el cuerpo de María temblaba, sus ojos estaban llenos de miedo y desesperación, mordía su labio conteniendo las lágrimas. Quería decirle qué pasaría, fui a hablar para decirle que no se preocupara, pero entonces el primer golpe llegó. — No, por favor —cerré los ojos —, no, por favor —su grito desgarrador me helo la sangre. Quise entrar, me moví para hacerlo, pero alguien me detuvo mientras caminaba. Mire a mi hermana para pedirle que volviera a la habitación, pero su cuerpo siguió temblando y segundos después el piso se mojó. Miró hacia abajo avergonzada y le sonreí. La llevé a su cuarto y salí despacio para luego bajar con cuidado en busca de los artículos para limpiar, no podía decirle que se bañara ahora, pero sabía que probablemente se higienizaba un poco. — ¡Estás loco! —la puerta se abrió y me corrí ocultándome —. Eres un maldito psicópata, nos… —otra vez el portazo y su voz se frena en seco. Acababa de presenciar el primer arranque de valentía que tuvo mi madre en años. Terminé de subir y comencé a limpiar. — Y no tienes idea cuánto Ana —su voz me erizo la piel —. No me tientes, porque iré por los chicos, los despellejare frente a tus ojos si vuelves a intentar contestarme —Mari jadeo y tapo su boca —, haré que lo veas —mi corazón se paralizó y miré la puerta para luego limpiar rápido y entrar con mi hermana. — Nos va a matar ¿verdad? —me miró —. Nos matara a todos. Abrí mis ojos cuando sentí la humedad cayendo por mi mejilla, estaba llorando, me encontraba llorando de nuevo como tantas otras veces. — Psicópata —susurré y volví a mirar al cielo —, a ese punto he llegado. Todos hablan de lo mal que está definirnos, que nos definan, todos siempre nombran de cómo aquellas cosas pueden arruinarnos y lo entendía, entendía porque estaba mal y por qué no se hacían, pero también no entendía qué definirnos era parte de ser sinceros con nosotros mismos. Yo sabía porque mamá decía que no debía definirme, pero sí saber quién era. Yo no tenía idea de quién era, estaba seguro de que no era, no era un loco que quería arruinar la vida de las personas, pero me encontraba actuando como uno en estos momentos. La había asustado, lo había arruinado y no me gustó, porque Emma era todo lo bueno que tenía en mis días, su presencia me hacía mejor persona. Por ella yo me sentía mejor persona y ahora no sabía cómo debía sentirme al respecto. — Sabía que te encontraría aquí. Miré a mi padre y junté mis cejas. Ron se había convertido en mi papá desde que decidió adoptarnos como sus hijos, antes de eso ya lo consideraba un padre, lo era en todos los sentidos. Él simplemente estaba para todos nosotros, era amoroso con mi madre, jamás levantaba la voz y sabía cuándo lo necesitábamos, incluso antes de que pudiéramos decir algo. Pero estaba seguro de que no tenía poderes como para saber dónde me encontraba. Al menos que alguien le avisara o me hubiera puesto un rastreador, esperaba que no fuera lo último, pues teníamos eso de la confianza bastante afianzado. Sin embargo, no dejaba de ser un agente del FBI. — ¿Por qué sabías que estaría aquí? —pensó un momento en mis palabras y me observó. — Primera y principal —levantó un dedo —Emma me mandó un mensaje, me dijo que te habías ido molesto de la fiesta por algo que ella dijo y que le preocupaba que no estuvieras bien. Sonreír un poco y mira mis manos mientras volvía a limpiar mis mejillas. Ella siempre está para todo. — ¿Quieres decirme qué fue lo que dijo para que te fueras enojado y la dejaras en una fiesta con los buitres que tienes por amigos? Chasqueo la lengua, esa era una buena definición para ellos. Sabía que ella les gustaba, que la miraban siempre con esos ojos cargados de lujuria, que pasaban parte de su día intentando que les diera su número o mandando solicitudes de amistad a sus r************* . — Emma… Se quedó en silencio mirándome luego de decir su nombre, sabía que si no me guiaba un poco o ponía las primeras palabras no diría nada, por lo que me presionaba lo suficiente para que hablase. Mueve su rostro de un lado al otro y carraspeó un poco sin todavía emitir ningún comentario. — Emma se enojó conmigo porque golpeé a Noah —chasqueó la lengua y lo miré. Era obvio que se iba a enojar, pero a esta altura que no dijera nada y me retara resultaba frustrante, porque nunca hacía, jamás nos retaba, él hablaba con nosotros, nos decía lo que pensaba y luego simplemente te hacía "autocastigarte", por así decirlo. Es que el sujeto lograba que uno mismo se impusiera cosas por sus malas actitudes, mamá decía que tenía un súper don para hacernos sentir culpables de nuestras actitudes fallidas, sin siquiera abrir la boca y él decía que solamente éramos nosotros con cargo de conciencia. — ¿No vas a decir nada? —me miró y subió a sus hombros.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD