19. Misión.

1470 Words
Se tardó 5 minutos dentro de la casa, y me sentí tranquila al verlo cambiado; además de que no traía ninguna pertenencia. -¿Cómo lo sabes? –Interrogó exaltado tan pronto como entró al auto. Sabía que se refería a los rastreadores, ya que sólo los Ejecutivos, tenían conocimiento de todos los mecanismos de seguridad que existían en la Corporación y en su personal. Fijé mi visata en él. -Encontré a Owen. –Revelé con contundencia, sin responder a su pregunta, que para mí era irrelevante. -¡¿Qué?! –Diego, se giró completamente en su asiento de la impresión. Di un suspiro profundo, para cambiar mi vista hacia el frente, y golpée el volante esperando liberar un poco de mi frustración. -¡Fui una estúpida! ¡Todo este tiempo perdido, enfocada en la búsqueda a lo largo de la historia, que no busqué en mis propias memorias! –Entonces, retorné mi vista a él. -Ahí ha estado todo este tiempo, recorriendo nuestra vida, haciendo pequeños cambios. –Todo mi esfuerzo por ubicarlo, me hacía sentir abatida. -¿Cuándo lo descubriste? –Preguntó con interés y desesperación. -Eso no importa. –Arranqué el auto con apatía, para salir de la propiedad sin un destino, porque en realidad no había cena programada. -¿Cómo que no importa? –La interrogante la dijo con indignación. -Hay que ir a la Corporación para que lo traigan de vuelta. –Comprendí su exasperación y autoritarismo; pero él no tenía toda la información. -¡No! ¡Esto va más allá de mi vida! –Apreté el volante y aumenté la velocidad del vehículo, siendo ingrávidamente la liberación a mi molestia y decepción. -¿Eso qué quiere decir? –Cuestionó claramente inquieto. Tomé una gran bocanada de aire, ya que era momento de darle el reporte de lo que había descubierto. -Sabes que hay infiltrados en la Corporación –con fugacidad, observé cómo inclinó su rostro ligeramente hacia abajo, obscureciendo su mirada; así como alzó una de sus cejas, -pero los más peligrosos, son los del Comité Ejecutivo. –Terminé de decirle, mientras me estacioné a un lado de una calle transitada. -El Director en Jefe y su hija morirán mañana en un desfile de modas. –Finalmente revelé, con mis ojos en los de él, para transmitirle la veracidad de mis palabras. -¡¿Qué?! ¡Imposible! –Diego pasó sus manos por su cabello, resopló furioso y dio un golpe sobre el tablero frente a él. –Elam, tienes demasiada información confidencial, dime, ¿qué está sucediendo? ¿Cómo es que sabes todo eso? –Su mirada intensa no disimulaba perplejidad. -No lo sé con exactitud; pero te voy a decir todo lo que sé, porque eres la única persona en la que confío, y que estoy segura que no ha traicionado a la Corporación. –Manifesté con sinceridad, provocando que él entrecerrara los ojos. Levantó la mano para indicarme que no hablara aún. -¿Cómo sabes que yo soy el único que no es corrupto? ¿O que después no voy a traicionarte? –Preguntó intrigado. Diego era un individuo sumamente inteligente, que se daba cuenta de que era un ser humano, al que si llegaban de la forma adecuada, podía ser manipulado o torcido. Aun cuando se reducía a una sola persona: Lisa, su esposa. Si lo amenazaban por medio de ella, él podía corromperse. Y quizás, al preguntar, se estaba asegurando de que ella no estaba en peligro. -He viajado en el tiempo –frunció el ceño sin comprender, porque ellos no habían autorizado ningún viaje aún. –Tú “yo” del futuro, es quién me confirmó de los infiltrados; así como, me habló de los detalles de mi futura misión. El día de mañana me enviarán a una misión… -cerré los ojos unos segundos, porque la desaparición de mi cuerpo era un tema que aún no tenía resolución. –Voy a desaparecer –su semblante angustiado apareció al instante, -y cuando lo descubras, me buscarás. Durante todo este tiempo, no has enviado a nadie por mí; y hoy, has hecho todo lo que te pedí sin titubear. -Guardó silencio por un minuto, meditando en cada palabra dicha. -¿Cómo que has viajado en el tiempo? –Fue la primera interrogante que hizo, siendo la más lógica para mí. -Estoy presentando secuelas –su rostro pasó al asombro, -como todos lo que hemos viajado por el tiempo. –Suspiré con pesar, porque habían transcurrido muchos años en los que me mantuve intacta. -Elam… -Noté su aflicción, pero antes de que continuara con lo que sospechaba me diría, lo interrumpí. –La única manera de frenar esto, es entregar la Corporación al Gobierno. –Solté mi solución sin miramientos, logrando distraerlo de lo anterior. -¡¿Estás loca?! ¡Hemos evitado eso por décadas! –Gritó su negación. -Sabes que si matan al Director en Jefe, tardarán años en elegir a uno, si es que está dentro de sus planes. El Comité Ejecutivo quedará a cargo de todo; no sólo de los recursos y la capacitación, sino de las misiones y del personal oficial y extraoficial. Los infiltrados son una amenaza, y tú solo, no lograrás descubrirlos para mañana, ni siquiera evitar esas muertes. Lo único que puedes hacer, es salvar al Director en Jefe, a su hija y entregar a la Corporación. –Insistí, exponiéndole mis razones en absoulta calma. -¡Viaja al futuro y sálvalo! –Su respiración se aceleró, proponiéndome desesperado. -¡No puedo viajar al futuro! –Y es que, no tenía la menor idea del futuro en el que despertaría. -¡Y es lo que estoy tratando de hacer, salvar al Director en Jefe! –Me contagió de su desazón. -¡Demonios! –Diego, volvió a golpear el tablero frente a él. -¿Hay varios infiltrados en el Comité? –Me preguntó acongojado; pero yo tampoco tenía una respuesta precisa. -Al menos dos. Sabes que para hacer cambios en las políticas de la Corporación, requieres mínimo de ese número de personas: una que lo proponga y otra que lo secunde para que pase a votación. –Le aseguré; mientras su inquietud e incredulidad continuaban en su expresión. -Debes desconfiar de todos en el Comité. –Sugerí asertivamene. –¡Es que no puedo entregar a la Corporación! –Su frustración era notoria; así como la vacilación, ante las decisiones que estaba obligándolo a tomar. -Será tu decisión; pero cuando el Director en Jefe muera, mañana mismo me mandaran en una misión para intentar rescatarlo, y desapareceré. –Le ratifiqué los eventos próximos a suceder. -¿Esto aún no sucede? Entonces, ¿dónde está tu “yo” de este tiempo? –La epifanía pareció haberle llegado, cuando interrogó apresurado. -Confía en mí. –Era lo único que podía pedirle; porque incluso yo, no tenía las respuestas a todas las preguntas. -Envía a un señuelo al desfile de modas, que se haga pasar por el Director en Jefe, es la única manera de salvarlo. –Le planteé mi plan. -Si buscas evitar que muera en el desfile, planearán otra manera de matarlo; y no sé, si en la nueva oportunidad que se les dé, logre evitar su muerte. –Lo vi tragar saliva, definitivamente estaba considerando mi ideación. -Salva al Director en Jefe y entrega a la Corporación. Estoy segura, que el Comité no se detendrá hasta lograr tomar el poder absoluto, y ambos desconocemos el plan final. Lo que sí sabemos, es que si logran tomar el control absoluto, podrán modificar a placer la historia de toda la humanidad. –La última frase, hasta me asustaba decirla en voz alta. -¡Demonios, Elam! ¡Hay demasiado en juego! -Y él también se asustó. -Sí –concordé, aspirando una gran cantidad de aire: porque además, había llegado mí momento de descubrir mi propio futuro. -Todo está en tus manos. No veo otra opción, en cualquier alternativa que pienso, el Comité siempre termina teniendo el control. –Se giró en su asiento, prestando atención a la calle, por la que se observaba la gran cantidad de vehículos transitando a gran velocidad. -Lo que tengo que hacer de inmediato, es avisarle al Director en Jefe. –Después de unos segundos de meditación, terminó por aceptar angustiado. -¿Pasarás a dejarme a mi casa? –Me pidió con sutileza. -Sí. –Puse en marcha de nuevo el vehículo, para cumplir con Diego, dejándolo en su destino. El regreso a mi hogar fue sumergida en mis pensamientos; ya que la decisión determinante, estaba a unas cuantas horas de distancia. La disyuntiva se presentó persistente y significativa: sumergirse infinitamente en la trayectoria histórica que acababa de recorrer, o saltar a un futuro desconocido.
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