Los acompañé a la puerta, los tres íbamos en absoluto silencio, absortos en nuestros propios pensamientos. No sabía qué estaban pensando, desconocía si sus ideas estaban disgregadas; pero sus semblantes, eran decaídos, vacilantes y confundidos. Salieron de la casa y justo cuando iba a cerrar la puerta, el hombre del futuro acortó la distancia a una velocidad impresionante, con un brazo me jaló de la cintura con decisión, pegándome a su cuerpo; mientras su otra mano, se apoderó de mi mejilla y sin más aviso, unió nuestros labios en un exquisito beso.
El comienzo fue demandante, desesperado, intenso; porque había añoranza, necesidad y deseo. No me opuse al contacto; al contrario, lo intensifiqué. Subí mis piernas a su cadera y envolví mis brazos a su cuello. Sostuvo mi peso con sus manos en mis nalgas, al mismo tiempo que me aprisionó entre la pared y su cuerpo. La lascivia era inegable. Sus labios abandonaron mi boca, provocando que mis jadeos escaparan de ella cuando la humedad de sus besos recorrió mi cuello, y nuestras extremidades se paseaban con obscenidad por nuestras figuras.
-Te amo preciosa. –Susurró en mi oído, para regresar a mis labios; cambiando totalmente el apasionamiento. El amor sustituyó a la lujuria. Bajé las piernas de su cuerpo, al momento que él me liberaba de su aprisionamiento; en un beso tranquilo, que destilaba cariño, ternura, querencia.
El contacto, duró minutos, hasta que arrancó su boca de la mía, y los segundos que me tardé en abrir los ojos, me encontré con los suyos, que a pesar de lucir melancólicos, brillaban con cierta emoción. Me dio media sonrisa y sin agregar nada más, se dio media vuelta para irse.
Me sentí un poco extraña, con la mirada del ente fantasmal en la distancia; que no habló en lo absoluto, ni se acercó. Fue hasta que perdí de vista a ambas siluetas, que terminé por ingresar a mi casa.
Las piezas del rompecabezas, parecían posicionarse al lugar que les correspondían.
Me senté en el sillón de la sala con satisfacción, sonriendo victoriosa: había podido controlar el salto. Ya sólo restaba lograr forzarlo, producirlo a mi entera complacencia.
Cerré los ojos, di una respiración profunda, para concentrarme en el año que debía llegar: 4010. Entonces, el conocido malestar empezó de apoco a manifestarse por mi cuerpo.
-Bien, las nuevas políticas serán implementadas de manera inmediata. –Escuché la voz fría y severa del Ejecutivo “Lime,” lo que hizo que abriera los ojos abruptamente, percatándome a dónde había llegado.
Parpadeé en contadas ocasiones, para dominar el mareo y las náuseas con rapidez. Para mi suerte, nadie pareció notar mi extraña actitud.
En la mesa larga, donde estaban los seis Ejecutivos del Corporativo, se encontraban sentados frente a mí. Giré mi rostro con disimulo, percatándome de que estábamos en la sala de juntas, y que había más personas a mi alrededor. Todos éramos agentes.
-Estamos dispuestos a revisar caso por caso, si es que existe alguna inconformidad. –Agregó amablemente “Cherry,” quien era el ejecutivo más amigable y dispuesto.
-¡Bien! Eso es todo, la junta terminó. –Agregó de mala gana “Fig,” que para mí, era Diego.
Me quedé en la sala de juntas, rogando por ser la última y de esa forma, hablar con Diego. Pude detallar los semblantes horrorizados de mis compañeros, y es que las nuevas políticas eran un dolor de cabeza.
Cuando la sala prácticamente se vació, observé en la distancia la conversación entre Diego y "Apricot", que se veía acalorada; así que sin temor, me acerqué para salvarle de la notoria disputa. -¿Puedo hablar contigo? –Interrumpí, ganándome la cara de molestia de ambos.
-¡Hablamos después! –Sin esperármelo, "Apricot" se alejó de nosotros al instante.
Diego contestó hasta que "Apricot" ya tenía cierta distancia. -¡Claro! –Su expresión demostró el enojo, y casi juraría que su respuesta había sido sarcástica; pero eso, no me detendría.
-¿Te veo a la salida para ir a cenar? –Pregunté fingiendo vergüenza.
-Pensé que querías hablar aquí y ahora. –Diego acortó la distancia todavía más. -No tienes que esperar para hablar de las nuevas políticas; yo, estando en el Comité, no estoy de acuerdo. –Habló por lo bajo con ira.
Pero yo, le di una sonrisa antes de contestar. -No es acerca de eso… -Diego frunció el ceño sin comprender. -Es algo personal. –Lo vi sorprenderse, porque esa frase era como nuestra clave para hablar acerca de Owen. Necesitaba una fachada, ya que, bien sabía que las instalaciones de la Corporación tenían cámaras y micrófonos por todo el lugar, y no quería exponernos.
Diego comprendió al instante, y lo demostró cambiando su actitud por completo. –¡Claro! Te veo a la salida. –Habló con mayor tranquilidad. –Sólo necesito pasar a mi oficina por mis cosas. -
-Te espero en la entrada, yo manejo. –Me di la vuelta sin esperar respuesta, para irme al estacionamiento del edificio, y de esa forma, dejarlo ir a su oficina.
Sin demoras, llegué al coche y salí a toda velocidad hacia la entrada principal, para recoger a Diego. -¡A jugar la última carta! –Me dije a mí misma.
Frené en seco justo al lado de Diego, quien para mi sorpresa ya esperaba por mí. Abrió la puerta para adentrarse sin demoras, cargando una sonrisa que no le cabía en el rostro.
-No sabía que habías cambiado de coche. ¡Y vaya coche! –Diego estaba sorprendido, la clara muestra de la fascinación que lo embargó; y lo comprendí, ya que nunca había tenido un vehículo deportivo.
–¡Es nuevo! –Le dije sin contenerme; porque, aun cuando lo había comprado para asegurarme de que mi otro auto no estuviera intervenido, también estaba fascinada con el deportivo.
Subí el volumen de la música, arrancando el auto como se debía: haciendo un escándalo. Tan pronto avanzamos un par de calles, le entregé unas tarjetas a Diego, que las tomó con extrañeza.
Empezó a leer la primera tarjeta, que decía: “Necesito que confíes en mí.” Al mismo tiempo, nos dimos una mirada fugaz. para después regresar nuestros ojos a lo que nos apremiaba: Diego, a leer la siguiente tarjeta; y yo, para prestar atención al camino.
Segunda tarjeta: “Pasaremos a tu casa a dejar tu celular, tu ID de la Corporación, y te cambiarás por ropa deportiva.” El cruce de miradas duró un poco más; pero él, tenía los ojos entrecerrados con recelo. Ya que ambos sabíamos, que los rastreadores y micrófonos estaban en cada objeto del que le había pedido deshacerse.
Tercera tarjeta: “Dime que esta noche, Lisa había preparado tu cena preferida, y que no quisieras avisarle por teléfono. que irás conmigo a cenar, que quieres hacerlo en persona, que vayamos a tu casa primero.” Diego permaneció un poco de tiempo observándome, dudoso; pero al final, bajó el volumen de la música.
-¿Sabes? Lisa me ha querido preparar mi cena favorita hoy, quisiera explicarle en persona que cenaré contigo, no quiero desairarla. ¿Podemos pasar a mi casa? –Diego siguió las instrucciones.
-¡Claro! Sin problema… Disculpa que te meta en estos líos. –Continué con la actuación.
-Soy tu amigo, ¿no? –No reconocí la intensión de la frase; pero no quise averiguar.
Llegamos a la casa de Diego muy rápido. –Aquí te espero, no quiero estar en medio de tu conversación con tu esposa. –Al menos eso era verdad.
-Ahora regreso. –Respondió con prontitud, para bajar de igual forma.
Esa era la última carta. Debía convencerlo de que siguiera mi plan, porque era la única alternativa que quedaba; de lo contrario, todo mi esfuerzo había sido en vano.