Iba entrando por la puerta de la secundaria, cuando Ruth, mi amiga inseparable en esa época, se acercó y pasó un brazo por mis hombros.
-¡Ey! ¿Lista para el gran momento? –No disimuló su tono de burla.
-Ni me lo digas… -Le respondí con fastidio.
La monótona actividad de formarse para entrar a los salones, no dejó de ser tediosa; eso sí lo recordaba a la perfección. El horario de clases se desarrolló conforme a lo estipulado, con mi aburrimiento contenido en mi ser, y rogando porque el suplicio terminara. -¡Qué ya toque el timbre, por favor! –Exploté prácticamente a la última hora, provocando que Ruth se carcajeara de mi comentario. Qué para mi buena suerte, fue la única que lo escuchó.
Finalmente, el sonido que anunció el final de las clases, llegó. Ruth y yo fuimos las primeras en salir del aula; sin disimular nuestra prisa por abandonar el lugar. A medio camino, nos topamos a Diego, que el verlo me hizo sonreír. ¡Cierto! Los lentes lo hacían lucir como un sabelotodo.
-Hola –Nos saludó con seriedad.
-Hola. –Respondimos ambas casi al unísono, pero con diferentes estados de ánimo.
-Elam, ¿tienes alguna estrategia para enfrentar a Diana? –Ruth seguía con esa actitud de escarnio.
-No he tenido tiempo para pensar en eso. –Le contesté indiferente, porque en mi mente había cosas más importantes.
-La verdad, yo pensé que no vendrías. –Diego, se hizo partícipe de la conversación; ganándose mi interés, ya que en ese momento comprendí su seriedad. –Es más, creo que ni siquiera deberías enfrentarla –Terminó con preocupación.
-No sé por qué lo hago, no tengo la menor idea de por qué vine… -Les hice saber a ambos, porque en el pasado no lo sabía; sin embargo, gracias a la última memoria que apareció, lo único que me motivo a presentarme, fue la idea de que ese día lo conocería. Era algo que no debía evitar. Y lo confieso, tenía la necesidad de verlo de nuevo.
Los tres llegamos al terreno abandonado, donde el considerable grupo de alumnos ya estaba reunido y, que tan pronto me vieron, empezaron a formar un círculo, dejando a Diana en un extremo y a mí, en el otro.
-¡Vaya! ¡Tuviste el valor de venir! –Diana, la pelirroja conocida por ser una de las más agresivas de la escuela, me dijo con mofa. Pero no respondí, esperé hasta que se acercó, empujándome por los hombros.
Inmediatamente después, se escuchó a los alumnos gritar. - ¡¡¡Uuuhhh!!!
Su intento de intimidarme no me afectó en lo asboluto. Quizá en el pasado lo haya hecho, yo era una inexperta; no obstante, no era la misma a la que se había enfrentado con anterioridad. Mis conocimientos en defensa personal, ataque y todas las artes marciales que había practicado y aprendido para formar parte de la Corporación, estaban intactos dentro de mis recuerdos, la haría añicos.
-¡¿Qué?! …-Volvió a empujarme -¡Miren su cara! –Me apuntó, mientras se dirigió a sus compañeros. -¡Por supuesto que deberías tener miedo! ¡Te voy a hacer trizas! –Regresó su atención hacia mí y sin más demoras, lanzó el primer golpe.
Vi su puño en cámara lenta, lo que me hizo esquivarlo con seguridad y sin complicaciones. Era tan ágil, con la combinación de conocimientos y cuerpo, yo era invensible, ella no tenía oportunidad contra mí. Otro golpe que esquivé y entonces, un recuerdo fugaz, casi inexistente apareció: yo había perdido esa batalla al primer golpe. Eso me había hecho ser la burla de la escuela entera por el resto de mi vida estudiantil. ¿Cuáles eran las probabilidades de que afectara a la humanidad entera, sólo por darle un golpe?
-¿Eso crees? –Respondí envalentonada y lancé mi mano hecha puño al estómago, provocando que diera unos cuantos pasos hacia atrás por el golpe, dejándola sin aire unos momentos. -¿En verdad crees que me puedes ganar? –Cuestioné con burla.
Los gritos de emoción de los alumnos se escucharon al segundo. Con toda seguridad, muchos pensaban que yo sería como cualquier otra chica que era golpeada por Diana, jamás pensaron ver que alguien se atrevería a hacerle frente, y menos una chica como yo, que a mis 15 años, tenía una apariencia enclenque.
-¡Levántate Diana! –Algunos la animaron. -¡Demuéstrale quién eres! –
-¡Vamos Elam, acábala! –Para mi sorpresa, otros me apoyaron a mí.
Suspiré con pesadez, porque bien sabía que no debía ganarle. Diana se recuperó y se lanzó con toda su fuerza hacia mí. Le permití tirarme al pasto, así como posicionarse encima de mí, para que los golpes en el rostro fueran llegando uno por uno. Me cubrí lo mejor que pude; sin embargo, algunos golpes me alcanzaron causándome dolor. ¡Vaya! La memoria del horrible moretón en el pómulo, seguía intacto.
-¡Eh! ¡Ya fue suficiente, ya la venciste! –Una voz con autoridad se escuchó a lo lejos, haciendo que Diana detuviera la pelea. –¡Vamos! ¡Déjala! –La misma persona gritó, entonces relajé mi cuerpo con total libertad, cuando Diana se quitó de encima, y fue cuando me percaté que los estudiantes que habían hecho el círculo, estaban murmurando entre ellos.
Vi cómo un joven se acercó hasta Diana. – ¡Déjame! –Ella de inmediato le gritó y con rapidez desapareció, empujando incluso a sus propios amigos.
-¡Se acabó el espectáculo! –El resto del grupo de alumnos de bachillerato se presentó en mi campo de visión, permitiéndome observar cómo disipaban a mis compañeros de secundaria.
-¿Estás bien? –El joven de cabello castaño obscuro me preguntó con real interés, mientras me tomó del mentón, examinando mi rostro con la intensa mirada color miel.
Si pudiera detener el tiempo, elegiría ese preciso momento. Ese era él. Quedé extraviada en esa mirada que realmente extrañaba, así como la calidez que me brindaba su toque. Y es que a pesar de conservar fotografías de nosotros, no tenía ninguna de cuando nos conocimos, incluso podría decir que hasta lo había olvidado.
Cerré lo ojos, disfrutando de la paz que sólo él podía brindarme…
-Creo que lo mejor será que te llevémos a la escuela de regreso. –La frase que me dijo me sacó por completo del instante.
-Estoy bien… -Respondí a la brevedad; aún cuando la nostalgia recorría mi ser.
Me miró con recelo, pero finalmente volvió a hablar. -¿Puedes pararte? –
-Si –Volví en mí e intenté reincorporarme, para mi total satisfacción, me tomó del brazo con fuerza, ayudándome a levantarme.
-¡Ey! ¡Vámonos! –Uno de sus compañeros lo llamó.
-¡Los alcanzo en el café! –Le respondió un tanto fastidiado, y terminó prestándome atención de nuevo. -¿Quieres que te acompañe a tu casa? –Se ofreció amablemente.
Poco me faltó para suspirar embobada. ¿Cambiaría en algo el futuro por aceptar su compañía en ese momento? De cualquier forma, terminaríamos enamorándonos… Pero, ¿y si modificaba todo?
-¡No, gracias! No será necesario… -En contra de mis deseos y de mi voluntad, tuve que negarme. –Además, te están esperando. -
Se limitó a entrecerrar los ojos. -¿Estás segura? –Insistió, complicándome el seguir negándome.
-Sí, estoy segura… -Dije con tono firme. Pude notar su semblante preocupado, lo que me provocaba en el estómago las famosas mariposas. Me di la vuelta para dar un par de pasos, pero me detuve, y decidí girarme para verlo una vez más. –Sólo… -Toda su atención estaba en mí. -Sólo espero podamos vernos de nuevo –Sonreí, porque sabía lo que continuaría.
Me devolvió la sonrisa en respuesta, con coquetería. -Habrá una fiesta en el café Star hoy, comienza a las 5… –Se encogió de hombros, para después guiñarme el ojo.
-¡Te veré entonces ahí! –Retomé mi caminó, animada y emocionada por los eventos que, durante mucho tiempo habían pasado exclusivamente en mi cabeza.