Envuelta en sus brazos, donde me transmitía un calor reconfortante; así como con mi oído escuchando el latir de su corazón, la sensación de bienestar se fue adueñando lentamente de mí. Disipando de esa forma el trágico suceso. Los pensamientos positivos comenzaron a llegar. Él tenía razón, íbamos a estar bien por un período de tiempo, el suficiente para que pudiera disfrutar de nuevo su compañía.
¿No podía disfrutar del consuelo hasta el final del abrazo? ¿Por qué cuando teníamos contacto físico, producía un viaje en el tiempo?
Mis manos sostenían mi cabeza, con el mareo haciendo estragos con mi estabilidad corporal; además de las indeseables náuseas, producto del salto. A pesar de que el malestar me era familiar, aún no podía acostumbrarme a él.
-¿Estás bien? –La voz de Owen me hizo levantar la vista. Estaba detrás de la pantalla, con su expresión preocupada.
¿A dónde había llegado?
-Sí, es solo que… -Me recliné completamente en mi asiento, para detallar la habitación en la que me encontraba.
Era mi antigua casa…
-¡Lo sé, lo sé! Nunca me he perdido uno de tus cumpleaños; pero, es que he trabajado tantos años para que me dieran este proyecto que… -Desvió sus ojos de la pantalla, haciendo un momentáneo silencio, que me hizo detallar la culpa en su semblante. –Cuando regrese, podemos festejar tu cumpleaños sólo nosotros. –Retomó su efusividad. –Serán solamente tres días, por favor. Si me dices que no… -Se volvió a interrumpir, mostrándose preocupado.
-Tendrás que regresar, sin saber qué es lo que te está sucediendo… -Una voz al fondo completó la frase, hablando tan bajo, que casi fue imperceptible.
Noté, cómo Owen desvió su mirada severa hacia otro punto de la habitación, donde seguramente estaba la persona que había hablado. Con prontitud su vista regresó a mí. –Prepararé algo especial, lo prometo. –Dijo en tono esperanzador.
Sonreí con pesadez, porque después de esa llamada, no volvería a verlo. ¿A caso estaba saltando de tragedia en tragedia? Ya que a pesar de que los sucesos eran separados por años, yo los estaba viviendo de manera continua.
-Está bien. No te preocupes. –Cedí, después de todo, ya no podía hacer nada para evitar el acontecimiento. –Sólo que tendrá que ser algo demasiado especial. –Terminé de decir en tono divertido, provocando cierto alivio en la expresión de Owen.
-¡Por supuesto que sí! –Aceptó con emoción.
Y otra vez, una voz con autoridad lo interrumpió. -¿Por qué no se lo dices de una vez? –
-¿Qué dijo? –Cuestioné, porque quería saber qué sucedía.
-Qué ya van a comenzar las pruebas, te tengo que dejar. –Informó con nerviosismo. -¿Hablamos mañana? –Preguntó apresurado.
-Sí, a la misma hora… -Ni siquiera me dejó terminar.
-¡Te amo preciosa! –Declaró apasionadamente, transmitiéndome una sensación que en ese instante interpreté como una súplica. Hasta podría decir que era una despedida.
-Yo también te amo. –Y aunque el sentimiento era real, intenso, único y especial; las palabras me salieron llenas de desasosiego.
La llamada terminó, encontrándome así en la soledad de la habitación; con el vacío apoderándose de mi cuerpo. Meditando en cada una de las situaciones que estaban sucediendo.
El timbre de la puerta me distrajo de mis pensamientos, obligándome a ir a abrirla. Y cuando lo hice, verlos ahí de pie, mitigó por completo mi dolor. Sus expresiones eran tan distintas: el hombre frente a mí, que usaba un uniforme que me pareció extraño, lucía animado y cándido; mientras el ente imaginario, que estaba alejado unos cuantos pasos detrás, se mostraba escéptico y fastidiado.
-¡Buenas tardes! –Saludó con entusiasmo. –Nos han pedido que entreguemos estos pases –extendió su mano con dos boletos, los cuales me apresuré en tomar.
-¿Pases? –Cuestioné sin comprender qué idea loca se les había ocurrido.
-Sí. Según lo que nos informaron, los pases son para un parque de diversiones, otro para un spa y un último para una cena. –Abrí con rapidez los boletos, corrobarando de esa forma lo que me dijo, y percatándome que eran dobles.
¿A quién pretendía que llevara si él no estaba?
-Esto no va a funcionar. –Desde la parte de atrás se escuchó la voz fastidiosa, que me veía inquisitivo. Pero eso, no desanimó al hombre real, que no le prestó atención a las palabras.
Sonreí ante la idea. -¡Gracias! –Si esa era la forma en la que estaríamos juntos, entonces la tomaría. –Sé que parecerá extraño lo que voy a decir –funció el ceño, pero no apartó su atención de mí. –Mi esposo, que es la única persona con la que podría asisitir, no estará para cuando los pases cadequen –le mostré las fechas de expiración, provocando que el ser imaginario comenzará a carcajearse, totalmente burlándose.
-¡Te lo dije! ¡Eres un estúpido! –Soltó sin contenerse, ganándose la mirada fugaz, pero seria y reprobatoria del hombre frente a mí.
-¿Me puedes acompañar? –Solicité suplicante, provocando que ambos hombres guardaran silencio y me contemplaran con intriga.
Observé, cómo la sorpresa se manifestó en su rostro brevemente. -Está bien… ¿Por qué no? –A pesar de su titubeo, aceptó.
Simplemente tomé las llaves que estaban colgadas en la entrada, cerré la puerta y me encaminé hacia el auto. Con ambos hombres siguiéndome los pasos.
-Iremos primero al parque de diversiones, después al spa, y ya por la noche, a cenar. –Les informé los planes.
-Haremos lo que tú quieras. –Dijo complaciente.
El propósito era simple: disfrutar de la compañía mutua. Así que, sin importar que ninguno de los dos perteneciéramos a esa época, que faltaba oficialmente dos días para mi cumpleaños, y que sería sólo un instante de felicidad; me abrazaría a ese momento, a ese presente, a esa realidad. Sencillamente quería olvidar y con ese cometido, pasamos la tarde en medio de risas y diversión; una alegría que había extrañado.
Ya era de noche, apenas si alcanzamos el restaurante abierto y, en una suplica insistente, él logró que nos preparan la comida para llevar. Me sentía dichosa y satisfecha por cómo había transcurrido ese día. La epifanía llegó: estuvo conmigo en esos acontecimientos que siempre consideré decisivos. Tal vez no de la forma correcta y esperada; pero haber descubierto que había estado presente, me parecía significativo.
Llegamos a casa y bajamos del auto, para que me acompañara hasta la puerta. -¿Disfrutaste del día? –Preguntó el hombre real con emoción.
-¡Por supuesto! –Respondí con el mismo impetú, llena de alegría; mientras abría la puerta de la casa.
-¡Mañana será grandioso! ¡Vendrán todos tus amigos y tu familia! –Dijo lleno de ánimo, olvidándose por completo de que él, no era él. -¡Es tu gran fiesta! –La forma en la que lo dijo, denotó todo su entusiasmo.
-Lo sé, pasaré el día entero ocupada con eso. –No mencioné nada, sólo continué con la conversación. -Aunque me encantaría que estuvieras aquí. –La expresión le cambió, seguramente se dio cuenta de lo que había sucedido.
-Sería grandioso, pero no puedo, tengo que volver… -Hizo una pausa, luciendo inquieto y evidenciado. -Al trabajo –fue la mejor excusa que pudo dar.
-¡Ah! ¿Si? ¿Y cuál es ese trabajo? –El fantasma interrogó en tono sarcástico, provocando que el hombre real no disimulara su reacción de disgusto frente a mí. –¿Por qué en esta ocasión, no haces lo que realmente quieres? ¡Ah, sí! ¡Es que tienes miedo! -La última frase, hizo que por primera vez no lo ignorara.
-¡Te puedes callar por favor! ¿Por qué siempre crees saber todo lo que pienso y siento? –Explotó con enojo.
-¡Porque lo sé! –Le contestó osadamente, importándole poco los sentimientos de su gemelo.
-Si les dijera que sé quiénes son, ¿me creerían? –Llamé la atención de ambos con mi aceveración.
Desde que los había conocido, descubriendo quiénes eran, me había fascinado su relación poco convencional.
-Te preguntaría, ¿cómo es eso posible? –El hombre real fue quién cuestionó, pero ambos demostraban su incredulidad.
-Quédate. –Le dije suplicante, produciendo que funciera el ceño de inmediato. -Siempre puedes viajar mañana. –