11. Señales.

1486 Words
Sabía que por más que corriera, no me libraría de una buena regañada por parte de mi madre. Entré a la casa, que por cierto ya estaban apagadas todas las luces, a excepción de la sala; que era donde estaba mamá, sentada en el sillón, con los brazos cruzados y esa cara que expresaba mucho más que cualquier palabra. -¡Vaya! ¡Ya iba a ir a buscarte! –La severidad en el tono de voz, daba aviso del nivel de molestia; sin embargo, vi cómo su expresión se transformó a sorpresa casi al momento de verme. -¿Pero qué te pasó? -Se levantó rápidamente de su lugar, para tomarme el rostro, detallándolo. -¡No puede ser Elam! ¿En qué problema te mestiste ahora?…-Soltó mi rostro, para tomar cierta distancia de mí, frustrada; y aunque había hecho una pregunta, comenzó un monólogo que terminaría convirtiéndose en el sermón más adusto que me hubiera dado. La verdad, dejé de escucharla, sólo la vi haciendo esos ademanes y moviendo los labios. De repente, por la ventana vi una sombra pasar, casi imperceptible. Afortunadamente, su regaño había terminado. -¡Bueno, ya! –Terminó resoplando derrotada. -Te guardé la cena en el horno. Me voy a dormir, todos ya están dormidos –regresó el tono severo en la última frase. –Mañana iré yo sola a la fábrica, así que podrán dormir un poco más. –Retomó el tono suave, mientras se acercó para besarme en la frente. -¡Descansa! – -¡Gracias mamá! –La vi alejarse hacia la recámara, antes de ir a la cocina, fingiendo que iba a obedecerla; no obstante, esperaba que hubiera algún otro movimiento extraño, para poder salir a averiguar. No tuve que esperar demasiado, el ruido en el patio me obligó a salir con rapidez, intentando ser sigilosa. -¡Vaya! ¡Pensé que nunca dejaría de oír a tu mamá regañarte! –Escuché la conocida voz de Diego, pero el que ya contaba con más años en su cuerpo. Salió de atrás de un árbol. -¿Qué haces aquí? –Pregunté de inmediato. -Creí que los altos Ejecutivos no viajaban por el tiempo. –Realmente me sorprendía que fuera él quien estuviera allí. -Tengo media tarde esperándote, me tuve que meter a hurtadillas cuando obscureció. –Su cansina voz confirmó sus palabras. -Soy el único que sabe que estás aquí y en qué condiciones. –Dijo esa última palabra señalándome con el dedo de arriba a abajo. -¿A qué te refieres? –Sabía que se refería a mi cuerpo, pero mi instinto me aseguraba que había algo más. -A tu cuerpo. –Confirmó. Entonces Diego suspiró, y caminó por mi lado, pasándome de largo; obligándome a seguirlo. -Creímos que habías muerto, -¿por qué creerían eso?, -desapareciste después de que te enviamos a tu última misión. -¿Dónde estaba mi cuerpo? -Días después apareció un hombre de hielo, inconsciente; pero tú no apareciste. –Se detuvo casi al llegar a la puerta de la cocina, para girarse y verme a los ojos. -¿Quieres explicarme qué fue lo que pasó? –Todo era demasiado sospechoso; lo único que me dio seguridad para hablar, fue el haber convivido con mi amigo de esa época, el que me había reafirmado su amistad. -Ese hombre de hielo me atacó en la agencia de modelos. –Revelé sin tomarle ya demasiada importancia. -¡¿Qué?! –Sin embargo, Diego sí se sorprendió. –¿Por qué te habría atacado? –Cuestionó con incredulidad. Me encogí de brazos. -¿Cómo supiste que estaba aquí? –Fue mi turno de interrogar, porque yo también necesitaba respuestas. Se sentó en el escalón de la entrada. -Un día después del trabajo estaba en casa, con Lisa; había decidido que por esa tarde no quería pensar en nada, darle tantas vueltas al asunto me tenía agotado. En medio de una conversación que no estaba relacionada a nada, de repente recordé tu pelea con Diana. En ese momento, me pareció confuso que de la nada me hubiera pasado por la cabeza. Y entonces, esforzándome en mis memorias, me aparecían dos recuerdos mezclados. Así que decidí venir a investigar, y mis dudas se disiparon cuando me preguntaste qué hacía aquí. –Sólo los que sabíamos de los viajes en el tiempo, que además habíamos recibido entrenamiento, hubiéramos sido capaces de detectar esos detalles. Decidí sentarme a su lado. -¿Dónde está tu cuerpo? –Cuestionó con intriga y preocupación. -No lo sé. –Respondí con total honestidad. -No tengo idea de lo que pasó. Recuerdo estar peleando con el hombre de hielo; después, solo tuve un malestar en mi cuerpo y aparecí aquí. ¿Interrogaron al hombre de hielo? –Fue mi turno de preguntar. -Sí; pero, por más que lo presionamos no dice ni una sola palabra, y pareciera que nadie ni siquiera lo ha intentado contactar. –Diego se puso de pie, lo vi pasar sus manos por su cabello, dejándolas en su cuello, como si estuviera molesto. –Hay un terror que está comenzando a propagarse por la Corporación, todo parece indicar que hay un infiltrado en los altos mandos. –Finalmente admitió. -Lo sospechaba. –No me asombró su confesión. -¿Por qué me enviaron a esa agencia de modelos? –Necesitaba toda la información posible. Entonces, se giró para hablarme de frente. -Antes de enviarte a la misión, hubo un ataque en un desfile de modas, ¿recuerdas? –Fue muy enfático en la frase. -Sí. –Acepté; pero en su momento, no le di importancia. -Sólo los altos Ejecutivos sabíamos que el Director en Jefe iría de encubierto, porque su hija estaba concursando. –Hizo un breve silencio, que me hizo sospechar lo acontecido. -Ambos murieron. –Bajé la vista, apreté los dientes, permitiendo a la furia apoderarse de mí. -Por eso no pudimos darte detalles de la misión, era demasiado delicado y clasificado. –Regresé la mirada a él. -Pudimos haberte pedido que buscaras solamente a un infiltrado; pero necesitábamos saber todo lo que sucedía, para tratar de salvar al Director. –Me puse de pie. -Todas las piezas deben comenzar a colocarse en su posición. –Empecé a caminar, meditando en toda la información que hasta ese instante tenía. -¿Qué? ¿A qué te refieres? –Preguntó extrañado. Lo comprendí, él no podía leer mis pensamientos. -Investigué a todo el personal; pero, nada lucía fuera de lo normal. Así que cuando me infiltré, comencé a presionar ciertos eventos. –Recordé la junta, y fue mi turno de pasar mis manos por mi cabello, completamente frustrada. -Fue demasiado agresivo. –Admití. –Además, vi a dos agentes -me giré a verlo otra vez, -supongo que ahí fue cuando se dieron cuenta que estaba de encubierto y no dudaron en atacarme. –Me llegó la revelación. -¿Te diste cuenta quiénes eran? –Diego me preguntó impaciente. -Eran “D” y “L.” –Le di los nombres sin temor. -No entiendo... –Comencé a reflexionar: ¿por qué atacar al Director en Jefe, si son los altos Ejecutivos quienes…? -¡Eres nuestra única oportunidad! –Me tomó de los hombros con fuerza, sacándome de mis ideaciones. -¡Tienes que volver conmigo! –Ordenó. -No puedo. –Me solté de su agarré, para darle la espalda. -Si dejo esta época, es mi cuerpo de adolescente quien viajará. –Le hice saber las conjeturas previas. -Sabes que es demasiado complicado lo de mi cuerpo, nadie antes ha pasado por esto y no sabemos qué pasará. –Le di la cara otra vez. -Tendrás que esperar por el proceso largo. –Le hice saber la única opción. -Tiene que haber otra manera, no puedes vivir todo de nuevo. –Negó con la cabeza en varias ocasiones, con incredulidad. -Además, necesito ver cómo fue posible que tu mente viajara, qué pasó con tu Yo de esta época, sólo tú has podido hacer esto; hay demasiadas cosas en juego, ¿no lo ves? –Tenía muchos argumentos para converncerme de viajar, todos y cada uno de los mencionados, lo hicieron lucir desesperado. -Sí, lo veo. –Me acerqué a él, siendo mí turno de tomarlo de los brazos con fuerza. –Es precisamente porque hay demasiado en juego, que tendrás que regresar sin mí e investigar. No se trata sólo de mi vida. –Su expresión comenzó a manifestar su vacilación. -De acuerdo. –Aceptó y lo solté; entonces, lo vi pasando sus manos por su cabello y su rostro en repetidas ocasiones. -Todo va a salir bien. –Dije y le di media sonrisa. -Eso dijo él, y ya ves, se perdió en el tiempo. Te veo en el futuro. –Habló con molestia, para terminar alejándose; mientras todas las preguntas y suposicones rondaban mi cerebro.
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