Tragué toda la saliva que mi boca produjo, en el intento por controlar las náuseas; además del mareo, que me obligó a recargarme en alguna pared del lugar que me encontraba. ¡Necesitaba descubrir dónde estaba!
-Señora, ¿se encuentra bien? -¿Señora? Abrí los ojos de inmediato, y la adrenalina mezclada con tristeza me invarieron en un segundo.
Traté de articular palabra, las lágrimas comenzaron a salir, y tal vez todo el malestar que me provocaba el viajar, no se comparaba con la desazón de lo que estaba por venir.
-Señora, siéntese. –El hombre vestido de blanco, que me sostenía del brazo, dijo lleno de preocupación; y comenzó a guiarme a la banca que estaba a unos cuantos pasos de nosotros.
Escuchaba su voz en la lejanía, pero yo sólo me preguntaba: ¿por qué? ¿Por qué había saltado a ese año tan obscuro de mi vida? Incluso, sentí un rechazo al deseo anterior de vivir todo de nuevo. Aquel accidente fue desolador. Los años de terapia no funcionaron en lo absoluto, yo simplemente me hundí en una profunda tristeza, todos mis ánimos y ganas de vivir decayeron de manera estrepitosa.
¡No quería pasar otra vez por eso!
Me levanté del asiento con desesperación. -¡Señora! –Gritó el enfermero, pero yo no me detuve.
Mis pasos eran tan rápidos como podía, con las lágrimas escurriendo desmedidamente ante los recuerdos, y al hacerme consciente de la pesadez y voluminosidad de mi cuerpo, fue la confirmación de que sólo mi mente había vuelto a viajar en el tiempo.
El aire fresco golpeó mi rostro tan pronto salí del edificio, lo que me hizo detenerme. Los recuerdos y los sentimientos habían aplastado a mi raciocinio, haciéndome actuar con pánico. Necesitaba tranquilizarme. Fue cuando en la distancia, vi a las dos figuras conocidas.
Apenas si pude alcanzarlos. -¿Qué hacen aquí? –Pregunté perpleja, ya que les había encomendado una misión.
Ambos voltearon a verme desconcertados. -¿A qué te refieres? ¿Te conozco? –Me uní a la consternación. ¿No me reconocía?
-Déjala está loca. –Dijo con desdén el fantasma, ganándose mi cara de fastidio. -¡No, espera! ¡Parece que puede verme! –Su vista estaba sobre su gemelo, y después la dirigió a mí totalmente confundido. -¿Te conocemos? ¿Por qué es tan difícil recordar? –Finalmente, lo vi llevando ambas manos a su cabeza, el claro símbolo de frustración.
-¡Ay! ¡Ya cállate! –Le respondió el hombre real, sin contener su ira, y sin temor a parecer un loco por hablarle a la nada. -Lo siento señorita, pero seguramente me confunde. –Entonces, me dio la espalda. –Ahora, si me disculpa. –Y retomó el paso.
No lo podía creer, en verdad no me reconocían. Y yo sólo tenía dos teorías para eso: los estragos que había dejado la máquina eran más severos de lo que pensé o, ellos venían de otro año.
-¡Espera! –Comencé a caminar detrás de él, y al menos llamé un poco su atención, porque mi velocidad no era la más rápida. -¿Estás buscando las piezas que te faltan para la nave? –Pregunté abiertamente, logrando que se detuviera; me había ganado todo su interés.
Se regresó unos cuántos pasos, hasta quedar frente a mí. -¿Quién eres? –Preguntó dubitativo.
-¿Me dejarás que te ayude? –Cuestioné, sin responder a su pregunta. Yo simplemente, tenía esa necesidad de permanecer a su lado.
Nos quedamos observándonos por un par de minutos, con intriga y duda de su parte; mientras yo, rogaba porque aceptara. -Si quieres. –Su respuesta, que se notó apática, me hizo sonreír.
Él, volvió a girarse para caminar de nuevo hacia su destino; en lo que yo iba caminado detrás, con el fantasma a un lado de mí, sin despegarme la vista analítica.
Al fin llegamos al destino, y los tres nos dedicamos a la búsqueda de las piezas; donde el silencio reinaba, pero mis pensamientos me martirizaban. La encrucijada se presentó con una intensidad que deba miedo. Consideraba ese día, como un momento decisivo en mi vida y en mi relación; jamás pensé, que también sería decisivo para la humanidad. Fue cuando el destello de la revelación apareció: ¿por qué no recordaba a esos dos hombres presentes en mi día? Dirigí mi mirada hacia ellos, que estaban enfocados en la tarea. Simplemente, no había nada de ellos en mi mente.
Ambos se reincorporaron al mismo tiempo, y como si estuvieran sintiendo mi mirada, clavaron sus ojos en mí. -Ya tienes todas las piezas que te hacen falta, ¿verdad? –Aseveré, porque no disimulaban sus rostros de felicidad.
-Sí. –Respondió totalmente animado el hombre real. –Ahora, sólo me queda reparar la nave. En está ocasión, no se dañó demasiado. ¡Podré volver! –Dijo esperanzadoramente y sin contenerse.
-Me gustaría acompañarte para ver la nave, pero tengo que volver a casa. –El suceso, estaba apunto de acontecer y yo, debía estar puntual. Aún con el miedo, la aflicción, la pesadumbre y la duda, había un camino que recorrer, del que dependía toda una historia.
-¿Por qué siento que hay algo mal en que te vayas? –El fantasma habló bajo, pero fue suficiente para que lo escuchara, y su mirada analítica ya estaba en mí.
-¿Te sientes mal? –El verdadero hombre acortó la distancia entre nosotros. -¿Por qué tú ánimo decayó tan de repente? –Cuestionó de nuevo con interés.
-Es solo cansancio, es normal en mi condición actual, no te preocupes. –Mentí, porque él tampoco debía saberlo. -¿Irás mañana a despedirte de mí? –Iba a ser una situación coyuntural; e iba a necesitar de su abrazo, de su consuelo y de su compañía.
-¿En verdad quieres que vaya y me despida de ti? –Preguntó con incredulidad.
-Sí. –Apenas si pude responder, porque las lágrimas amenazaban con salir.
-Está bien, te veré mañana entonces –Accedió; pero yo, ya me había volteado para caminar hacia mi casa.
-¡No dejes que se vaya! –El gritó desesperado del espectro, no me hizo regresarme; al contrario, debía darme prisa, no podía permitir que evitará mi destino.
En medio de los pasos, tragué saliva un par de veces, con dureza. El terror me hizo titubear, por lo que me detuve en una tienda, para comprar cualquier cosa. Todas las premisas se desplegaron a una velocidad impresionante en mi cabeza, porque debía tomar una difícil decisión.
En mis manos estaba el cambiar mi infortunio; no obstante, un futuro incierto ante los cambios que pudiera hacer se presentó aterrorizante, tan atemorizante como lo que estaba a punto de vivir. Y la idea de perderlo, se afianzó ante la lluvia de ideas. ¿Era mezquino elegir al amor y hombre de mi vida, sobre una persona que en realidad nunca conocí?