13. Historia de amor.

1313 Words
Salí de la nave, dejándolo aturdido. A unos cuantos metros de ahí, estaba el hombre real, cruzado de brazos y mal encarado. Sólo me paré a un lado, ya no quise verlo; porque no era el momento para despejar dudas, para hablar de lo que había tenido que enfrentar, enterarme de una vez por todas lo que seguramente tuvo que vivir en la soledad. -Búscame en la agencia Luces Blancas. Te veré en el futuro. –Terminé de decir para retomar el paso, y sin mirar atrás, abandoné el lugar. Fue una extraña sensación. La dicotomía entre permancer juntos desde ese momento, desafiando las reglas de la física y la razón, con el peligro de crear una paradoja en el espacio-tiempo, se presentaba egoístamente tentadora; contra la sólida idea de que debía hacer lo correcto, actuar conforme al plan, viviendo mi vida de nuevo y eventualmente, volvería a estar con él. Mi futuro se me presentaba incierto y atemorizante. Cualquiera de los dos caminos que decidiera transitar, representaban peligro e inestabilidad; sin embargo, el más seguro para todos, era vivir todo una vez más. Tener conocimiento de lo que sucedía en mi vida, me hizo actuar de forma más consciente. Siempre había apoyada a mamá, sólo que decidí no hacerla sentir mal o hacerla enojar, suficiente era con tener que lidiar con las faltas de empleo, como para que yo me sumara a sus problemas. Ayudaba en las vendimias del mercado a los abuelos, provocando que conviviera en demasía con ellos. Comencé a disfrutar el asistir a la escuela, mejoré mis notas y mi actitud. Y empecé a prestarle mayor atención a Fran, jugar con él, ayudarle con tareas o cualquier otra cosa que necesitara. Esos tres años que transcurrieron, fueron maravillosos en la compañía de mi familia. En ocasiones, pensaba que necesité vivir dos veces mi vida, para poder mejorar y prestarle atención a las cosas que realmente lo valían. Aún cuando faltaba un ser en mi vida, una pieza clave por agregarse; sabía que cada vez estaba más cerca el momento de volver a verlo. El mismo día y la misma hora, con la diferencia de 1095 días en los que la tierra había girado, otorgándole vejez a nuestros cuerpos. Iba caminado hacia el café Star, con la inseguridad haciendo estragos con mi mente porque, ¿y si en esa ocasión no nos encontrábamos? -¡Ey! ¡Yo te conozco! –Una voz familiar dijo detrás de mí, que me hizo girarme. Ahí estaba el joven que hacía unos años atrás me había salvado. Por supuesto, Owen había cambiado un poco físicamente; pero, además usaba ropa más formal, su cabello lo llevaba perfectamente acomodado hacia atrás y, una barba delineada y perfectamente cuidada, le daba un aspecto un tanto mayor, varonil y definitivamente sensual. -Creí que no me reconocerías. –Dije con un poco de vergüenza, porque mis cambios sí que habían sido más extremos. Había cortado mi cabello y mis curvas se habían pronunciado, lo suficiente, para que la ropa que usaba las resaltara. Me dio media sonrisa. -Fuiste más difícil de encontrar de lo que me imaginé. –Su mirada era escéptica, pero emocionada. Mordí mi labio inferior. -¿Ahora si tendrías una cita conmigo? –Me atreví a ser yo quien lo propusiera. -Si no sales corriendo, por supuesto que sí. –Su respuesta me hizo reír. Al menos, eso confirmó que recordaba el último día que nos vimos. -¡Vamos! –Dimos un par de pasos, para que fuera Owen quien abrió la puerta del café, permitiéndome entrar primero. -Chocolate caliente, ¿cierto? –Preguntó detrás de mí. –Sí –me giré a verlo. –Iré a nuestra mesa. –Señalé el lugar con una sonrisa divertida. ¡Maldita sea! ¡Realmente me sentía como una adolescente! Ser un viajero en el tiempo, me hacía tener una desazón en el corazón. La nostalgia y la melancolía, solían aparecer a cada momento y ante la menor provocación. Simplemente debía abrazarme a cada segundo, porque el sabor amargo de la temporalidad de las acciones, de la compañía y de los sentimientos, podía ser devastador. -Dime, Elam –levanté el rostro para verlo, porque estaba extraviada en la imagen del exterior, -¿en qué universidad estás? –Dejó la charola, para sentarse frente a mí. -Porque es tú primer año, ¿cierto? –Se apresuró a agregar con cautela. -Sí, es mi primer año en la Licenciatura de Lenguas Extranjeras. –Revelé con un poco de pesar. No sólo me gustaba la carrera, sentía que tenía la habilidad y la vocación; sin embargo, a la luz de mi experiencia, sabía que jamás ejercería y que no me serviría para los futuros eventos. Lo más triste en ese instante, fue que no podía hacer otra elección. -¿Por qué pareciera que no es lo que quieres? –Preguntó con real interés. -Tal vez porque no hay mucho trabajo en el área. –Mentí y me encogí de hombros, ganándome una sonrisa de su parte. -No lo creo… -Dejó la frase en el aire, mientras le dio un sorbo a su taza de café. -¿En qué universidad estás tú? –Fue mi turno de cuestionar, así como mi turno de beber de mi chocolate. -Ingeniería mecánica. –Reveló con cierto orgullo en su rostro. La conversación continuó con preguntas personales. Un interrogatorio mutuo para conocernos, para confirmar que la atracción podía crear un vínculo indestructible. Una unión que traspasaría los confines del tiempo. -Quiero preguntarte algo. –Me atreví a decir con una seriedad repentina. -Las preguntas se pondrán serias –se acomodó en su asiento, dándole también seriedad al asunto. –Dime. –Me instó. -¿Por qué viniste? Me refiero a que, ¿cómo recordaste la fecha? –Me intrigaba, porque mi parte romántica y cursi se despertó, al grado de acelerar mi corazón y producir ansiedad, ante una respuesta deseada. -Para ser honesto –pasó su mano por su cabello, peinándolo hacia atrás, -vine al café desde que comenzó este año. –Confesó, dejando ver un poco de timidez. -No acordamos la fecha de la cita. –Terminó con un poco de más solidez. -¿En serio? –Me sorprendió que también estuviera esperando el día. -¡Ya! Dime honestamente, ¿qué fue lo que te hizo venir? ¿Mantener tu promesa de esperar para salir conmigo? –Volví a preguntar con incredulidad. Mi actitud lo hizo reír, pero respondió. -Aquella noche que te fuiste, me gritaste que recordara mis palabras, y por una extraña razón te mantuviste en mi memoria. –Su expresión cambió, manifestando lo enigmático de la situación. –¿Por qué siento que te conozco desde hace tanto tiempo? - Tragué saliva, mi corazón repentinamente golpeó con fuerza mi pecho, constante y rítmico; ya que bien sabía la respuesta. -No lo sé. – Se hizo un silencio momentáneo, en el que nuestras miradas estaban conectadas, con una mezcla de sentimientos manifestándose, creando un ambiente intenso. -¿Me dejarás besarte? –De repente preguntó, con una seguridad avasalladora. -Sí. – Y sin importar nuestro alrededor, se puso de pie, me ofreció su mano para que lo alcanzará en la posición, y deslizó su mano con suavidad por mi cintura, mientras su otra mano tomó mi rostro con delicadeza. Había añoranza en sus ojos, la misma que yo sentía por estar de nuevo de aquella manera. Su cercanía, su calidez y su contacto, los había extrañado. Cuando sus labios tocaron los míos, deseé detener el tiempo; porque las sensaciones tan positivas, iban acrecentándose en mi ser… Pero entonces, las náuseas aparecieron; un inexplicable malestar que recordaba haber tenido con anterioridad. En medio del contacto, envuelta en sus brazos, la idea cruzó mi mente: así que había sido él quien me hizo viajar la primera vez.
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