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1025 Words
Decidimos ir a una consulta médica como todas las personas "normales", esperamos bastante antes de que pudiera ser atendida pero al menos me divertí escuchando las preguntas descabelladas que Kaia tenía sobre el embarazo de una mujer, la que más risa me provocó fué aquella en la que se refería si los antojos duelen, en verdad me dió ternura verlo tan preocupado por dichos antojos.  Finalmente entré al consultorio, tomaron mi presión arterial, mi peso y talla, y una vez terminado el médico a cargo entró a verme. -Muy bien Anael, dime, ¿Te has hecho un test? ¿O un análisis de sangre?- pregunta tranquilo. -No...- ¿Cómo es que no hice uno? Estaba tan aterrada que no lo pensé. -Bien, te haré ahora mismo un análisis sanguíneo y en unos minutos tendremos los resultados.- me sonríe. -Pensé que los resultados tardarían en llegar - dice Kaia confundido. -Suele ser así, pero noto a la señorita demasiado pálida y algo delgada, me gustaría saber ya mismo si el embarazo es positivo para poder recetarle vitaminas y demás. - deja entrar a una enfermera. Me tenso, ¿Qué pasaría si en ese análisis de sangre aparecen valores extraños? Me refiero a algo que delate lo que soy o que ponga a todos alterados por encontrar algo que no existe en un cuerpo humano, Dios, cálmate Anael; todo saldrá bien. Espero.  Luego de la extracción la enfermera vuelve - más rápido de lo que pensé- con los resultados y me confirman lo que ya sabía; me recuesto en la camilla y el doctor acerca un aparato electrónico para escuchar los latidos del bebé, aunque se supone que es demasiado pronto, no debo tener ni siquiera dos meses. Algo no va bien, éste hombre me observa demasiado y no me ha dicho cuánto tiempo tengo; tal vez sea primeriza pero no soy estúpida, he leído sobre el tema, tengo un mal presentimiento. Apenas coloca el gélido gel sobre mi vientre observo a Kaia, se ve entusiasmado y curioso a la vez, intento que me vea para transmitirle mi inquietud pero está perdido en los actos del hombre que me revisa. -Bien, aquí puedes escuchar los latidos- me sonríe la enfermera. Escucho ese pequeño corazón trabajar a mil por hora, de manera casi descomunal, lleva una velocidad que no es normal pero por alguna razón estoy tranquila; sé que nada malo le sucede, no puedo evitar emocionarme y sentir como de mis ojos caen lágrimas de felicidad. Jamás experimenté un amor tan profundo, desinteresado y único, porque aún no lo conozco y ya lo amo inmensa e incondicionalmente. Kaia sonríe de oreja a oreja y me besa en la frente. -Para tener seis meses no tienes nada de vientre- la enfermera me observa algo confundida. -¿Seis meses?- casi me caigo de la camilla. -Es porque la criatura no tiene seis meses estúpida- habla el médico y todos volteamos a verlo. -¿Perdone?- la mujer lo observa molesta por como la trató. -Lleva exactamente dos meses de gestación esa cosa, y debemos matarla- sonríe de lado. En un acto impulsivo me pongo de pie, veo como el hombre se transforma en una criatura totalmente repulsiva y se lanza contra nosotros, la enfermera grita despavorida y en cuestión de segundos cae sin vida al suelo debido al ataque de aquel ser; Kaia me cubre con sus alas y me empuja en dirección a la puerta, lo veo peleando contra el demonio -o lo que sea que eso sea- que intenta herirlo con sus garras. -¡Corre!- grita. No espero que lo diga de nuevo, salgo a toda prisa del consultorio, evado a todas las personas que se me cruzan en el camino mientras salgo de la clínica, llego a la calle principal y todo me parece tan confuso; no puedo confiar en nadie pero tampoco puedo volver sola, no puedo dejar a mi príncipe. Una explosión me hace volar por los aires y caigo de bruces al suelo, el edificio está en llamas, hay escombros y heridos por todas partes y ni mencionar que no logro ver a Kaia por ningún lado. -¿Buscando quién te salve?- pregunta un sujeto frente a mí.- Tranquila, tu héroe está algo ocupado por ahora, asique vamos a hablar. -¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?- me arrastró hacia atrás, no lo quiero cerca. -¿De ti? Nada, absolutamente, nada.- me observa -O por lo menos no de tu persona en específico, quiero al niño. -Jamás, no vas a tenerlo- me pongo de pie. -Tal vez ahora no, pero cuando llegue el momento, solo vendrá a nosotros. No vas a poder evitarlo- me empuja con una facilidad que me sorprende. -Eso no va a ocurrir, ¡No es un juguete del que puedan disponer!- estoy furiosa- Es un ser como todos, no pueden exclavizarlo, no pueden decidir por él si vive o no, si hace algo o no, ¡Es mi hijo! Y ni tú ni nadie va a tocarlo. Camino hacia él, me observa sorprendido y retrocede algunos pasos, ¿Esperaba a alguien más débil? ¿Alguien que llorara? ¿Qué pidiese perdón o clemencia? Se equivocó, rotundamente. Yo no soy débil, no me quedaré de brazos cruzados mientras me amenazan. Mis alas se extienden a todo lo ancho y largo que pueden, siento la adrenalina correr por mi sistema, eso y la furia que me llena, me dan la fuerza para hacer lo que debo hacer; en un santiamén estoy golpeándolo, cae al suelo y me posiciono sobre su cuerpo, entre mis manos aparece la Guadaña de Zhar y la incrusto en su pecho. Justo en el corazón o dónde se supone que debería estar, no estoy segura de que estas criaturas tengan uno y básicamente no me importa. Se desvanece, como si fuera arena llevada por el viento. Me incorporo lentamente, veo a mi alrededor, no hay más enemigos a la vista pero sé que ahí están; están viéndome y yo les daré un mensaje. -Sé que están ahí, ¡Escúchenme bien!- grito, el aire revuelve mi cabello- ¡No van a tenerlo! ¡Voy a destruirlos a todos y cada uno de ustedes si se atreven a acercarse! Volteo hacia atrás, la guadaña se mantiene firme en mi mano sin ninguna intención de desaparecer, Kaia me observa serio y a su lado puedo ver a Zadkiel y Ashrail, todos heridos y atónitos.  
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