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989 Words
Son las dos de la mañana y no puedo conciliar el sueño, doy una y otra vuelta en la cama pero no logro nada con eso; tengo una extraña sensación y malestar que no me deja en paz y comienza a cansarme, me pongo de pie y bajo hasta la cocina por un poco de leche. Mi tía solía decir que no hay nada mejor para dormir que un vaso de leche tibia, jamás me hizo falta ponerlo en práctica pero siempre hay una primera vez para todo, me siento en la isla, lo bebo con tranquilidad y todo parece ir de maravilla cuando siento algunos pasos en el techo. Inmediatamente salto al suelo y corro hacia la terraza, doy pasos rápidos y seguros por la diminuta escalera; estoy a centímetros de la puerta y sólo tengo que tener el valor suficiente para abrirla y enfrentarme con lo que sea que se encuentra allí.  Abro lentamente, camino por los primeros metros pero nada parece estar fuera de su lugar, observo detalladamente todo y olfateo discretamente el lugar; mis ojos lo escanean todo y cuando parece que todo está tranquilo la sensación de ser observada me invade y no lo dudo, extiendo mi mano y la guadaña de Zhar aparece frente a mí para llevarla justo a tiempo hasta la garganta del intruso que se mantiene detrás de mí. —Uno de éstos días vas a matarme nena— ríe Kaia. Abro los ojos sorprendida, una sonrisa bobalicona se forma en mi rostro y no puedo evitar saltar sobre él y besarlo como nunca, lo he extrañado tanto éstos días que siento que fueron interminables años. —Algo me dice que me echaste de menos — sonríe. —Demasiado, ha sido como una tortura— digo recargando mi cabeza en su pecho. —¿Te encuentras bien? — pregunta en un susurro— Zadkiel me habló de tu accidente. —No fué nada en realidad, me distraje unos minutos— miento. No quiero preocuparlo por mi salud, de seguro sólo necesito descansar.— Todo está bien Kaia. —Me alegro pequeña— besa mi cabeza y sonrío. Me observa como si estuviera adorando a alguna divinidad, me sonrojo y no puedo evitarlo, aún cuando llevamos bastante tiempo juntos su mirada logra ponerme los nervios de punta, me hace tartamudear, y a veces hasta digo incongruencias – de las que ríe sin control– por su culpa.  Acaricia mi rostro con un dedo, acorta la distancia y me besa con lentitud, con cariño y dulzura; esos besos que te llenan el alma, te hacen sentir completa y amada, dónde sientes que no hay nada mejor en el mundo. —Entremos, no quiero que los vecinos nos echen en cara las obscenidades que hacemos— finge la voz de un anciano y río. Nos dirigimos a la casa, sé que es tarde pero se me antoja preparar algo para comer o tal vez es sólo pretexto para seguir hablando y compartiendo con mi Príncipe. Quiero saber qué ha sucedido, cómo le ha ido éstos días y qué cosas nuevas ha hecho; amo la manera en que se empeña por enseñarme y hablarme de todo lo que ve y conoce, me gusta la sonrisa que pone cuando se burla de Merth y adoro como me observa. Mientras Kaia toma asiento en la isla de la cocina yo preparo todo para hacer dos enormes emparedados, aunque cueste creerlo él es una de las personas con más apetito que conozco y disfruta de las delicias humanas de tal manera que da gusto verlo comer.  De pronto lo veo ponerse de pie, observa la puerta de entrada a la casa con detenimiento; siente algo, estoy segura pero por más que yo me esfuerce no detecto nada que sea peligroso. —Anael, sube a la habitación y no salgas hasta que te diga— dice serio. —¿Qué? ¿Por qué?— pregunto elevando una ceja. — Sólo házlo — lo veo caminar hacia la entrada. Paso por detrás de él sin chistar, subo las escaleras rápidamente y cuando estoy llegado a la habitación algo me detiene, la curiosidad me pica y es que es inevitable, ¿Por qué debo ocultarme? ¿Qué o quién no debo ver? O no debe verme, también esa es una opción. Vuelvo por donde vine, me acerco hasta el umbral de la puerta que separa las escaleras del corredor, desde aquí puedo ver a Kaia hablando con alguien más, un joven que debe ser unos dos o tres años mayor que él, lleva un atuendo extraño tal vez algo arcaico para la época pero su mirada y forma de hablar no me transmite algo por lo que deba preocuparme más bien es todo lo contrario, se siente bien, tranquilo, en paz. —Tiempo sin vernos Ashrail— mi príncipe lo saluda cordialmente. —Lo mismo digo Kaiael— asiente con la cabeza. —He venido por algo que me inquieta demasiado, espero no te haya encontrado demasiado ocupado— alza la vista hacia mi dirección y me oculto, tengo la sensación de que puede verme a pesar de todo. En estos instantes en los que debería ser plenamente capaz de usar todos mis sentidos para prestar suma atención a su charla el mareo vuelve, por Dios ésta vez es más intenso que la anterior, mi vista falla, ¡No otra vez! Intento ponerme de pie, dar aviso a lo que me está sucediendo pero no puedo, me siento débil  y ajena a mi propio cuerpo; no entiendo qué es lo que me está pasando y por primera vez en mucho tiempo tengo algo de miedo.  Caigo como bolsa de papas por la escalera, siento todos y cada uno de los escalones que dan de lleno contra mi cuerpo y mis huesos crujen de tal manera que creo que algo se ha roto; escucho los pasos rápidos de alguien que me ataja en el aire antes de que me estrelle en el suelo, el rostro de Kaia aparece ante mí. —¡Anael! ¡Anael!— llama pero yo no puedo si quería verlo fijamente. —Es por ella que vine— escucho a ese extraño muchacho hablar y mis ojos deciden que es tiempo de cerrarse.   
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