El lugar era todo blanco y una cortina corrediza separaba la habitación de una pequeña salita de estar. Desde donde ella estaba vio a su hijo, acostado y en uno de sus brazos tenía una conexión con un líquido. Al otro lado había un monitor que mostraban los signos vitales.
Él al escuchar los pasos giró su cabeza y la miró a los ojos.
Ella realmente sintió un gran alivio en su corazón al verlo que ya estaba bien. Se horrorizó de solo pensar que hubiese muerto en aquel atentado, y lo más sospechoso que él fuera uno de los heridos que estaban más lejos del evento fortuito.
Sara lentamente se acercó hasta la cama de él y en su rostro había una sonrisa de paz y alegría.
—Hola, mamá — le dice él con voz apagada por la anestesia.
—Shh— ella se lleva el dedo a la boca para que él haga silencio— no hables mi amor, la enfermera nos dijo que no deberías hablar.
Él se la quedó mirando fijamente y frunció su ceño.
— ¿Nos dijo? — le preguntó.
Sara trago la saliva que tenía en su garganta para poder enfrentarse a lo que le iba a decir a Bastián. No tenía la plena seguridad como había terminado la relación de él con Delia, pero la presencia de la mujer era necesaria e importante en la mansión para poder sacar a Franchesca.
—Franchesca está allá afuera esperando— le dijo y le agarró su mano.
Bastián cuando escucho el nombre de Franchesca automáticamente apartó el rostro de su madre para evitar que ella viera su disgusto. Odiaba a esa mujer. Lo asfixiaba hasta con su presencia. No había nada de la mujer que él conoció en el pasado.
Una dulce, tímida y muy sencilla de esa mujer ya o queda absolutamente nada. La de ahora solo quería era posición social, dinero y más dinero, solo para dárselo a su adorado gemelo.
— Delia también está allá— termino ella de hablar.
Al instante de escuchar el nombre de Delia giró nuevamente a su cabeza y la miró a los ojos. Delia, su Delia. Suspiro y miro a los ojos de su madre.
— ¿Ella vino? — preguntó sorprendido. Ella había venido a verlo. Tal vez aún podría haber una oportunidad para ellos.
—Sí, yo misma me encargué de traerla— le comentó ella sin soltar su mano y ahora le acariciaba su frente— yo misma fui a buscarla a Melbourne porque ella no sabía lo te sucedió.
Bastián la quedó mirando a los ojos y su pensamiento era un torbellino de ideas del porqué Delia había aceptado venir.
—Entonces ¿Vino obligada? — concluyó él para poder sacar más información a su madre.
Ella se sorprendió al oír aquella conjetura.
—No, en ningún momento— dijo Sara con sinceridad— yo le comenté que había sido herido mientras arrestaban a un delincuente y ella se sorprendió y al mismo tiempo se puso nerviosa— los ojos de Sara miraban concentrado el rostro de su hijo para leer las emociones en él.
— ¿En serio se preocupó? — preguntó él en voz baja.
—Sí cariño. Y ahora deja de hablar. Ella va a pasar toda la noche contigo hoy y mañana cuando te den el alta nos iremos para la mansión— le dijo en forma de orden.
Bastián sonrío ante aquella nueva situación. Parece que el balazo le iba a servir a él para muchas cosas más.
—Franchesca se le ha metido en la cabeza que es tu mujer y se ha ido hasta la mansión, porque según ella te va a cuidar.
Bastián miro hacia la puerta y luego miró a su madre.
—No la quiero acerca de Delia ni de mí— dijo un poco adormilado pues aún estaba sedado.
—No mi amor, ella no va a entorpecer tu relación con tu prometida— dijo Sara como si aquello fuera una promesa. Lentamente le dio un beso en la frente y uno en la mejilla.
—Por favor cuídate ya pronto estarás en casa— comenzó a alejarse— Delia va a venir al cuidarte.
Bastián luchaba con tener los ojos abiertos, pero el sedante que circulaba en su sistema estaba ganando la partida. Lentamente vio cuando la puerta se abrió y entró aquella mujer en la que ha estado pensando en los últimos meses.
Delia se acercó lentamente a él y en su rostro había una sonrisa de preocupación.
Él notaba que estaba tensa y aunque trató de hablar no logró articular ninguna palabra porque ya el sueño lo estaba venciendo totalmente.
—Hola —le dijo ella con voz aterciopelada y tomó su mano— gracias que ya estás bien.
Él la miró y sujetó con fuerza aquella mano tierna.
—Gracias, por venir— dijo a duras penas por qué no lograba articular palabra con fluidez.
Ella le regalo una sonrisa transparente.
—Descansa Bastián— dijo la mujer y se acercó a él y le dio un beso en la frente— descansa para que puedas recuperar las fuerzas. Ya mañana será otro día con su propio afán.
Delia se quedó y lo miraba con ternura. Su corazón rebosaba de alegría de solo verlo y fue ahí cuando comprendió que los días que estuvo alejada de él, nunca dejó de amarlo, al contrario, sentía que sus sentimientos por él estaban cada día más arraigados en su terco corazón.
— ¡Estar aquí me va a costar lágrimas! — dijo la joven pesimista.
En ese momento entró una enfermera y le dio unas mantas para que ella pudiera estar abrigada durante la noche.
—Gracias— le dijo al tomarla— ¿Ya se fueron las mujeres? – le pregunto quería saber si aun Franchesca permanecía ahí fuera de la habitación.
La enfermera la miro y le sonrió.
—La mujer mayor se fue, la joven aún permanece, pero un guardia de seguridad de la clínica la sacara en unos minutos. No se permite personal no autorizado en esta zona.
Delia miro al paciente y la enfermera noto su angustia.
—Él ya está mejor— le toco el brazo— él va a dormir toda la noche, así que no se preocupe. Cualquier cosa solo toque el timbre, y alguien vendrá a brindarle ayuda.
Delia le sonrió con alivio.
—Gracias— le dijo agradecida.
La enfermera salió y la dejo con Bastián que estaba dormido.
Con amor le arreglo la sabana y la almohada. Él dormía profundamente. Después de ambular por varias horas por la habitación fue y se sentó cerca de la cama. Y la noche y al cansancio la vencieron.
Bastián sintió que sus ojos eran lastimados al intentarlos abrir, era muy pesados. Los abrió con mucha lentitud y se percató que una de sus manos estaba sujeta por otra muy cálida.
Sus ojos trataron de ubicarse en el lugar donde se encontraba, hasta que una ráfaga de imágenes le llegaron. Recordó el atentado y lo extraño que él fuera el único herido que estaba tan alejado del lugar.
Tenía que averiguar si la bala que a él le impacto eran el mismo tipo de proyectil de los otros heridos o si el atentado de él era diferente. Y si a él lo utilizaban como cortina.
Este pensamiento lo mortifico al mirar a la dueña de aquella mano que lo sujetaba aun estando dormida.
La miro y sonrió. Le alegraba enormemente que ella estuviera con él, pero al mismo tiempo su instinto le decía que algo estaba mal con aquel atentado y que ella quedara en medio del fuego cruzado.
Su mano libre tomo unas hebras de cabellos color chocolate que le cubrían el rostro. Ella abrió los ojos y al verlo le sonrió. El corazón de Bastián brinco de emoción, aunque se iba a mantener enojado con ella.
— ¿Cómo amaneciste? — le pregunto ella mientras enderezaba la espalda.
—Bastante mejor— le dijo sin dejar de mirar aquellos ojos avellana — ¿Qué haces aquí?
Ella le sonrió.
—Sara me fue a buscar – dijo con cierta vergüenza— yo no quería venir porque pensé que a ti no te gustaría porque…
Él dejo escapar un suspiro.
—Estoy contento de que estés aquí— acaricio la mano que ella le sostenía— solo espero que no salgas huyendo al primer encuentro que yo tenga con alguna mujer y que no es nada mío— le recrimino muy serio.
Ella trago saliva.
—Yo no tengo ningún derecho a…— balbuceó la joven.
—Yo te los doy— le dijo y al verla sonrojarse él rio— así que toma cartas en el asunto.
Ella trago en seco.
—Dices cosas…— y las palabras quedaron al ingresar una enfermera.
—Buenos días— dijo al ingresar. Una chica muy hermosa que al ver al paciente le sonrió— ¿Cómo amaneció?
La enfermera no saludo a la mujer que acompañaba al hombre y para completar aquel desagradable cuadro la mirada que lanzo la enfermera a la mujer de talla algo grande fue notable y Bastián la miro enojado.
—Bien— dijo cortante— mi prometida se ha encargado de que pasara una noche tranquila, con sus cuidados y atenciones.
La enfermera miro a la mujer y se sonrojo por aquel desliz.
En la recepción las enfermeras hablaban de que el hombre era abogado, soltero, además muy bien parecido y de buena familia. Lo que ellas llamaban un buen partido. Y la chica iba con la intención de ganarse su confianza y que sabe más tarde su corazón. Pero al oírlo todas su intenciones se fueron al piso.
—Si, me alegro mucho señor Dubois— le dijo ella y fue al baño— se debe bañar y después se le tomara las constante vitales.
—Gracias— dijo cortante y la enfermera iba ayudarlo a levantar— ¡No me toque!
Delia rápidamente se le acerco y lo tomó y lo ayudo a levantarlo de la cama.
—No apoyes tanto la pierna— dijo de manera amorosa Delia.
—Como usted mande— dijo él con coquetería a la mujer.
La enfermera trago y noto que él mismo se había encargado de ponerla en su sitio.
— ¿Quieres darte un baño completo? — le pregunto Delia. Y acerco un pequeño taburete – o ¿Lo hacemos en casa?
Él se dejó llevar por ella. Y lo ayudo a desvestir. Tenía las mejillas rojas. Él sonrió complacido al verla toda nerviosa y confusa.
—Un baño ligero— dijo y se cómodo— y en casa nos damos un buen baño.
La enfermera se marchó indignada. Aquella conversación era muy íntima, se notaba que los dos tenían una relación muy seria.
Ella al percatarse de lo que le había dicho se sonrojo mucho más.
—Lo que quise decir…— comenzó ella.
Él rio de buena manera.
—Se lo que quisiste decir— le dijo con una sonrisa.
Ella lo ayudó a quitarle la bata y estaba totalmente desnudo. Las mejillas de ella se tornaron rojas.
—No debiste responder a si a la enfermera— le dijo ella— ese es su deber.
—Lo sé, pero me molesta que me vean como un pedazo de carne o como un trofeo que hay que ganar— le comento mirándola a los ojos mientras que con cuidado se sentaba en la pequeña silla.
Delia le sostuvo la mirada.
—A mí nunca me miran de esa forma — dijo ella algo tímida. Él estaba sentado en el taburete aun con la bata de cama de la clínica tapando su virilidad— es extraño oír que se molesten porque te miran y te desean.
Él la miro.
—Cuando eres atractivo en muchas ocasiones se te acercan porque quieren algo contigo y sinceramente no sabes si lo hacen porque eres una meta o porque realmente les gusta— dijo y comenzó a quitarse la bata, que solo le cubría nada— ahora me voy a bañar, desde ayer no lo he hecho y aún tengo rastro de sangre.
Ella lo miro y dio un paso atrás.
—Bueno, entonces te dejo— le dijo y medio cerró la puerta— la voy a dejar abierta, cualquier cosa me llamas.
—Si señora— dijo con burla— usted manda.
Ella con sus mejillas rojas fue hasta donde estaba un maletín y lo reviso y ahí había ropa.
Saco un juego de ropa completo.
Rato después ella lo ayudo a salir del baño.
Lo hizo sentar en la cama y él se cubrió su intimidad con una pequeña toalla.
—Por favor, siéntate— dijo ella nerviosa— yo te ayudo con el interior y la pantaloneta.
Ella se arrodillo delante de él y la imaginación del hombre comenzó a activarse y aquella carne flácida se empezó a endurecer.
Ella lo miro con el ceño fruncido.
— ¡Eres un morboso! — le dijo al ver como la toalla se elevaba como si fuera una carpa. Ella enrojeció al ver que el hombre no sentir ninguna vergüenza por estar como estaba.
—Es tu culpa— le dijo él— quien te nada a estar tan buena y estar en esa posición.
Ella sonrió y se atraganto con un suspiro.
—Eres…— iba a protestar, pero callo al oír un ruido en la puerta.
La puerta de la habitación se abrió dando paso a un hombre muy alto y moreno que al ver aquel cuadro simplemente sonrió.
— ¡Amigo! — dijo jocoso— no se supone que estas herido para una mamada.
El cuadro era muy pintoresco. Ella arrodillada delante de él, él con su palo tieso y sin ropa interior.
Cualquiera pensaría mal de aquella situación.
— ¡Rápido! —dijo ella con las mejillas rojas. Le ayuda a pasar el interior por encima del vendaje – que todos están pensando mal de nosotros.
Bastián Dubois solo soltó una carcajada al ver que ella estaba tan roja como un tierno tomate.