7

1885 Words
Él siempre escucha tus  Conversaciones, no  Importa  Lo mucho que lo quieras  Evitar...  Camila estuvo pensativa en la clase de español, no podía sacarse de la cabeza la voz que la había llamado en el bosque. No podía dejar de pensar en que la habían imnotizado y no tenía ni la más mínima idea de quién. Las cosas que sucedían no eran normales. Había algo más. Las personas estaban desapareciendo. —¿Camila? —la voz de Carmen la sacó de sus pensamientos. La volteó a ver. —Dime. —¿Estas bien? No has puesto atención en toda la clase y el profesor no te deja de mirar. Camila volteó la mirada al profesor, era un muchacho joven de más o menos unos 24 años. Su cabello era rubio y usaba una camiseta que se le ajustaba muy bien a su cuerpo. Ella no pudo evitar pensar en que era lindo, pero nada comparado con Adrien. Pensando en él, volteó su mirada al otro extremo donde se encontraba él, escribiendo algo en su cuaderno, sin embargo, parecía ajeno a la clase. —Yo digo que le gustaste. —murmuró Carmen, atrayendo su atención nuevamente. —¿A quién? —le preguntó algo nerviosa. Su mirada no dejaba de observar a ese chico callado y misterioso del fondo. —Al profesor, duh. —se mofó—. Es obvio. No te quita la mirada de encima y lo peor es que esta guapo. Camila volvió su vista al frente, en busca del profesor. Sus miradas se encontraron, sus ojos eran azul marinos y penentrantes igual. Como los de Adrien. Camila le dio una media sonrisa de boca cerrada, recibiendo una igual por parte de él. Volvió su mirada a Carmen. —¿Ves? —le susurró la chica en voz baja. —¿Como se llama? —quiso saber Cami. —Travis. Trabaja aquí hace tres años y nunca le había visto mirar a una estudiante de esa manera. Camila asintió poniendo sus labios en una sola línea, se puso recta en su silla, mirando por la ventana los enormes árboles frondosos que se encontraban a pocos metros. El bosque. No pudo evitar sentir un escalofrío en ese momento. Las nubes grises empezaron a cubrir el cielo despejado, amenazando con llover. En eso la campana sonó. Era hora de ir a la cafetería. —Nos vemos en la cafetería, tengo que hacer algo primero —le dijo Carmen, cogiendo sus cosas y saliendo rápido. Adrien fue el segundo que salió, seguido por Chris y Verónica. Camila empezó a meter sus libros en su bolso muy lento. No le gustaba ir demasiado apresurada. Además, tenía que ir a ver a Bea, esa sería su rutina, no quedarse al almuerzo sino ir a ver a su hermana. Los demás estudiantes ya habían salido, Travis se quedaba escribiendo algo en sus anotaciones. Camila se puso de pie y se dispuso a salir. —¿Camila, cierto? —la voz del profesor la hizo detenerse en seco y mirarlo. —¿Si? —sonó más a pregunta que afirmación. —Soy Travis, por cierto —se presentó él—. Veo que eres nueva. —Eh si. —Mira, Camila, espero no haberte incomodado hace un rato, supongo que notaste que te miraba demasiado. Qué directo, pensó ella. —Eso creo —se acomodó su bolso. —Discúlpame, lo que pasa es que te mire algo ajena a la clase y, no lo sé, quería preguntar: ¿tienes problemas? Porque si es así es mejor que te los resuelvas y luego recibas la clase. Me gusta que mis alumnos me presten atención. Camila no dudó en pensar en que quizás Travis estaba algo molesto por ignorar la clase, no era su culpa, siempre había sido buena alumna pero ahora con tantas cosas que pasan sus problemas con el estudio son notables. Y Carmen estaba equivocada con respecto a que Travis gustaba de ella, no, había sido todo lo contrario. Camila se puso seria. —Si, puede que tenga algunos problemas, pero creo que su deber como maestro sería preguntarme si estoy bien y no correrme de la clase —se cabreó, puesto que Camila nunca se dejaba de nadie. Travis quiso hablar pero ella se adelantó—: Así que si me disculpa me tengo que ir, y no se preocupe, volveré a su clase cuando mis problemas estén resueltos. Sin decir más salió de la aula dando un portazo, qué grosero había sido. Caminó a paso decidido hacia la salida de la preparatoria. Adrien se encontraba en el pasillo esperando a que Camila saliera del aula, Chris estaba a su lado. —¿Te importa? —le había preguntado. —No lo sé —respondió Adrien. No sabía que le ocurría. En eso un portazo los sacó de su platica e hizo que voltearan a ver. Camila había sido la responsable del portazo, Adrien se preguntó qué habrá pasado ¿acaso había tenido un problema con Travis? Odiaba a ese chico, siempre habían tenido problemas y pensar en que quizás le hizo algo a Camila le hierve la sangre. —¿Que habrá pasado? —se preguntó Chris. —No sé, pero lo voy a averiguar. Adrien empezó a caminar hacia el aula en busca de Travis. Abrió la puerta y lo miró. —Adrien —murmuró Travis su nombre entre dientes. El profesor estaba metiendo sus libros dentro de su bolso. —No la molestes —espetó—. ¿Entendiste? —¿De qué estás hablando? —cuestionó Travis. Chris solo los observaba en la puerta. —No te hagas, vi a Camila salir de aquí y no iba muy contenta que digamos. Travis pareció captar de qué se trataba. —Entiendo, la chica. Nunca cambias, ¿he, Hoffman? Siempre buscando más. Adrien apretó los puños. —No te culpo, es linda. Y con carácter. —murmuró—. Pero solo le dije que pusiera más atención a mi clase. Es todo. Adrien no sabía si creerle o no, y tampoco sabía porqué se ponía así por ella. Estaba perdiendo los estribos y no sabía si eso era bueno o malo. Camila se bajaba del taxi que había tomado directo a su casa. Se apresuró a entrar, dejando su bolso en el sofá. Escuchó la televisión encendida en la sala y pasos en la segunda planta. Optó por ir arriba. Subió las escaleras, caminó por el pasillo y llegó al cuarto de Bea. Allí estaba Jesse, secándole el cabello, su hermanita estaba recién bañada. —Hola, Camila —saludó Jesse al verla llegar. Bea le sonrió. —Hola, ¿como esta todo por aquí? —inquirió Camila acercándose a la cama y sentándose en el borde de esta. —Muy bien —respondió Jesse—. Bea y yo estuvimos mirando unas películas de m Barbie y luego la bañé. Después le haré su almuerzo. Camila le sonrió en forma de agradecimiento. Jesse era diferente a las otras niñeras y se planteó si era buena idea seguir viniendo cada día a la hora del almuerzo. —¿Y tú cómo estás? —preguntó Jesse, sacando ropa del ropero. Camila se tensó. —Bien. Todo están bien. —se rascó una ceja. Jesse empezó a ponerle pañal a Bea para después ponerle un vestido color azul. —No tienes porqué preocuparte. Eres muy afortunada de que Adrien esté al pendiente de ti. Camila la miró. Jesse le puso unos zapatitos color blancos a Bea, para después cargarla. —Ah... ¿porqué lo dices? —Adrien nunca ha salido con una chica, solo ha tenido aventuras de una noche pero nada serio. Es decir, que estuviera aquí preocupado por ti es diferente. Creo que le interesas. Y mucho. —dijo la niñera, empezando a caminar a la salida, dejando a Camila confundida. ¿Le importaba a Adrien? ¿Porqué? Si apenas lo había conocido hace unos días. No sabía qué pensar. Y no quería hacerse ilusiones. Camila se puso de pie y se dirigió al pequeño escritorio que tenía Bea en su habitación. Encima habían varias hojas sueltas con dibujos. Algunas de unos árboles. Otras de unas muñecas y otros eran... Camila frunció el ceño al ver abajo de los dibujos otros dibujos. Se sentó en la silla y los empezó a ver. Sintió cómo su piel se puso erizada al ver los dibujos. Eran del mismo hombre. Alto. Delgado. Sin rostro. Con tentáculos. Pero ahora no estaban solos, en los lados habían letras escritas. En uno solo decían muchos NO. NO. NO. Y en otro estaba una frase escrita: No mires por la ventana. ¿Como pudo Bea hacer esos dibujos si ni siquiera hablaba? Ahora mucho menos podía escribir. Eso estaba mal, pensó Camila, muy mal. Tenía que hacer algo, averiguar qué pasaba con su hermana, quién le hacía los dibujos ¿Jesse? Era la única que estaba con ella y era la única que la cuidaba mientras ellas no estaban. Nicole no sabía de la leyenda, su madre tampoco. Era cierto, Bea había dibujado a ese hombre más antes, pero no había podido ser ella la de las letras, ¿o si? Cogió los dibujos y se dispuso a salir de la habitación, bajando las escaleras y dirigiéndose a la cocina donde se encontraban las demás. Al llegar puso las hojas en la pequeña isla. —Jesse —la llamó sería. Bea estaba sentada en en el otro extremo jugando con unas muñecas. La chica la miró, al ver su expresión fría, se puso algo temerosa. —¿Si? —¿Que es esto? —le preguntó entre dientes, mostrándole los dibujos. Jesse los reconoció. —Oh, sí, te los iba a mostrar y lo había olvidado. Bea los hizo hoy en la mañana. Es raro, porque, pensé que no hablaba así que no podía escribir. Además, tiene apenas tres años —comentó la chica. Camila frunció el ceño. —¿No lo escribiste tú? —quiso saber. Jesse volteó a ver a Bea para después tomar del brazo a Camila y llevarla un poco lejos de ella, para evitar que la niña las escuchase. —Mira, Camila, te he dicho que mi deber no es asustar a Bea. Pero lo que sí te puedo decir es que algo muy raro sucede con ella, cuando estoy sola viendo al tele, Bea esta coloreando sentada en el piso, de pronto la observo mirando por la ventana y sonriendo. He vivido toda mi vida aquí así que estoy segura de que Slenderman volvió. Y creo que Bea es un blanco fácil para él. —¿De que estás hablando? —cuestionó Camila. —Digo que la desaparición de Héctor no es coincidencia, todos en el pueblo sabemos quién se lo llevó a las profundidades del bosque, todos sabemos que no será el único desaparecido. Y creo que Bea, Nicole y tú no están a salvo aquí. Camila intentó procesar las palabras de Jesse, no quería creer, sin embargo en el fondo sabía que era cierto. No estaban a salvo, no lo estaban. —¿Quieres investigar? En el internet hay mucha información, pero también el la librería del pueblo. Los libros viejos son muy útiles. —aconsejó, volviendo a su antiguo lugar. Camila se quedó pensativa, mirando a Bea, era tan inocente. En eso Bea levantó la cabeza y la miró, regalándole una sonrisa. —Si vas a ir puedes llevar mi auto —Jesse se acercó a ella—La sección de ocultismo está en la última estantería, solo tienes que buscar leyendas del pueblo y listo. Verás todo lo que han pasado aquí, hasta la historia de Adrien esta allí. Camila la miró. —Pero... —empezó diciendo Camila, pero otra voz la interrumpió, otra voz que no era ni de Jesse, ni de nadie más. Las dos chicas que estaba allí la volvieron a ver expectantes y temerosas:  —Y muy pronto también estará impregnada en los periódicos la trágica muerte de la familia Clear. Bea.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD