10- Epílogo

1079 Words
CAMILA A veces pienso que cada cosa que viví aquí fue un sueño. Que Bea jamás pasó por lo que tuvo que pasar. Que Jesse nunca estuvo a punto de morir. Que Héctor sigue saliendo con sus amigos que esta bien. Que Sandy es un adolescente y tiene novia. Pero nada fue soñado, todo fue real. Este es el mundo real. Cuando salimos de esa cueva, Jesse, Adrien y yo vinimos directo a casa. Mamá estaba afuera en la entrada, traía consigo una pizza familiar dispuesta a pasar una noche de chicas con nosotras, pero cuando nos vio salir del bosque sucios, acelerados y asustados nos hizo que le dijéramos la verdad. Lo tuve que hacer. No quedó otra opción. Ahora Nicole, Bea, mamá y yo estamos abordando el coche que nos llevará de vuelta a nuestro hogar, fuera de aquí. La noticia había corrido por todo el pueblo. Jesse estaba en un hospital recuperándose. Me despedí de ella justo en el momento en que íbamos de camino a casa, habíamos hecho una parada en el hospital. Justo cuando iba a montarme al coche, alguien toca mi hombro. —¿Planeabas irte sin despedirte? —Adrien —le sonríe mientras le daba un abrazo. Lo que me entristecía de irme era dejarlo. Ahora me quedaría con la duda de que es lo que hubiera pasado entre el y yo... quizás hubiéramos sido amigos o algo más. Pero no lo sabré. —¿También te vas? —inquieto. —Te dije que lo haría —dice. Se ve más vivo, su cara tiene más color. No como antes que se veía más oscuro y apagado. Al parecer cerró un ciclo que no había podido cerrar desde hace tiempo. —Igual nos vamos. Solo vine a despedirme de Jesse. Hace rato me despedí de Carmen también. Las voy a extrañar. —Es bueno empezar de cero en otro lado —dice. Sonreí. —Si, lo será. Silencio incómodo ahora. ¿Que se supone que haremos? —Bueno, creo que me voy entonces —abrí la puerta del coche. —Espera, —me dice— te veré por ahí, ¿no? No sabía a qué se refería pero supongo era un tipo de despedida. Quizás nos encontremos dentro de unos meses o quizás dentro de años. O quizás no nos encontremos. Eso me entristeció un poco. —Te veré por ahí, Adrien —le di una última sonrisa para luego subirme al coche. Mamá arrancó, alejándonos del pueblo, de Slenderman y de Adrien. —Ni siquiera le pediste el número de celular —me dice Nicole. Puse mi mano en la cabeza. —No. lo olvidé. —Como eres de veras, Cami —Nicole niega con la cabeza mientras ojea una revista. Bea se durmió en su silla y mamá hablaba por teléfono con la abuela. Le decía que volveríamos a ser sus vecinas. Extrañaba tanto a la abuela. No le había pedido el teléfono a Adrien, lo había olvidado. Ahora sí las posibilidades de encontrarlo eran nulas. —Bueno, espero que le vaya bien en su vida —fue lo que dije. —Te vas a arrepentir cuando tengas 50 años, Cam —me molesta Nicole. —Nicole, no me hagas sentir más mal de lo que ya me siento. Adrien me gustaba. Era más que obvio. —Arriesgó su vida para salvarte y jamás te abandonó en esa cueva. Te arrepentirás cuando tengas 80 —me sigue diciendo. —¿No era a las 50? —cuestioné. —Te arrepentirás a los 20, a los, 30, a los 40, a los 50 y te arrepentirás toda tu vida, Camila Clear. Solo mira lo que te digo. Me puse triste. Sabía que me arrepentiría. En eso un mensaje de texto llega a mi celular, lo reviso sin ánimos y me quedo pasmada en el mismo lugar. Era un mensaje de un número que no conocía: Desconocido: Te veré por ahí, Camila Clear. Sonreí como estúpida leyendo el mensaje y sentí que el alma regresó a mi cuerpo. No podía ser. Bueno, sí podía ser y estaba más que emocionada porque era. —¿De que sonríes como tarada? —me pregunta mi fina hermana. La miré. —Olvidaba que es Adrien Hoffman. Puede conseguir lo que quiera —le dije enseñándole el mensaje. Nicole abre la boca del asombro. —Sí que tienes suerte. —Ya no me arrepentiré toda la vida, ¿eh? —la moleste. —Como sea, ¿no vas a contestarle? —Obvio. De Camila: Te veré por ahí, Hoffman :) Guardé el celular y mi vista se fue al bosque, ese bisque que guardaba tanto recuerdos, tantos secretos, tantos... niños. Y adolescentes también. Me sentía triste por ellos y por sus familias y amigos. Me sentía triste porque en cada árbol del bosque había un papel con la descripción Missing y la foto de un niño. Adrien había cortado la cabeza de Slenderman, ¿entonces por qué no me sentía en paz? • En las profundidades del bosque se escuchaba un lamento, un profundo lamento que provocaba escalofríos. Las ramas de los árboles se empezaron a mecer de un lado a otro, los animales se empezaron a alejar de ese lugar. La oscura noche parecía amenazadora. En una cueva profunda en donde habían huesos, juguetes, ropa y partes humanas se encontraba tirado Slenderman, sentía que había fracasado esta vez. Había perdido propiedad que era suya. Pero volvería a regresar. Volvería por ellos. La cabeza del ente se fue adhiriendo poco a poco a su cuello hasta estar adherida por completo. Tenía que recuperar fuerzas para poder volver. Tenía que irse por un tiempo. Volvería con más poder. El hombre delgado se adentró a lo más profundo de la cueva, a los más oscuro, y selló las puertas. Estando dentro empezó a escuchar ese sonido que tanto le satisfacía, el llanto, los lamentos. Acarició la cabeza de un niño y luego se dirigió a sentarse en su silla echa de raíces. Slenderman estaba rodeado por cuerpos tanto vivos como muertos. Slenderman asesinaba a los que no le servían y dejaba a los que sí. Los alimentaba y los hacia sus mascotas. Poco a poco, los niños que llevaban años crecían, así como lo había hecho Sandy Hoffman, quien se encontraba en un rincón. No tenía 6 años sino 16, estaba sucio y desorientado; junto a él estaba Héctor, pero este tenía sus ojos cerrados para siempre. FIN
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