Acto 2

1568 Words
1 Cuando mis padres murieron en un trágico accidente de auto, se llevaron todo con ellos... De alguna manera, me llevaron a mí también. Mi nombre es Hannah Cooper y al cumplir mis dieciocho pude salir de la casa de mis tíos, quienes me habían dado cariño cuando quedé sola. Ahora, siendo mayor de edad y estando en mi último año de instituto, decidí mudarme a otra ciudad, a un lugar tranquilo. Había buscado alguna casa vacía en ésta parte del país, solamente encontré una, al parecer los dueños se mudaron hace unos años y desde entonces nadie había llegado. Resulta extraño porque la casa es sumamente linda, el vendedor me había mandado una foto de ella el mes pasado, la he visto bien y me ha parecido un buen lugar para vivir. Ibamos entrando a la ciudad, el vendedor iba en su auto delante mío y el camión de mudanza venía detrás de mí. El pueblo era algo tranquilo, divisé algunos bares, tiendas, cine, en fín, ya me pasaré a conocer mejor pa ciudad uno de éstos días, cuando deje la casa ordenada y me haya instalado. Me había matriculado en la preparatoria días antes de venir, al parecer tengo mi primer día el lunes, siendo sábado, supongo que tengo un día para acomodar todo. El vendedor entró a una especie de camino solitario, había un enorme portón el cuál estaba abierto, era un largo camino, a los alrededores habían árboles en fila que le daban al lugar un aspecto más decente. Las ojas estaban cayendo, era normal en ésta época del año. Y entonces, la vi. Mi nuevo hogar. En la foto se mira pequeña, obvio, pero no pensé que fuera tan grande... Y es solo para mí. ¿Cuántos cuartos tendrá? ¿unos diez?. Detuve el auto y salí de él, contemplando todo a mi alrededro. *** linda, ¿no? ********** el señor dirigiéndose a mí. Elevé mis dos cejas, perpleja. *¿Linda? Es enorme. ********** No pensé que fuese tan grande. El señor a mi lado sonrió, dándole una mirada rápida a la casa, para después apartar la cara. Fruncí el ceño ante su reacción. *¿Está todo bien? *** pregunté, cruzandome de brazos. ***, ********** rápidamente* Le diré a los muchachos que vayan metiendo sus cosas a la casa. Si quiere puede entrar a echarle un vistazo. *** dijo, caminando hacia el camión de la mudanza. Volví mi vista a la casa. No es que tenga tanto dinero para pagar esta casa, pero mis padres me habían dejado algo ahorrado. La inmobiliaria tenía esta casa a precio bajo y ni siquera sé porqué, cuando pregunté dijeron que porque estaban de aniversario y que aprovechara. En ese entonces quería estar sola cuánto antes. Dejé de lado mis pensamientos y me dispuse a caminar hacia la casa, subí los cinco escalones de la entrada y me detuve frente a la puerta. Saqué el juego de llaves de mi chaqueta y busqué la más grande, al encontrarla, la metí en la cerradura y, de inmediato, la puerta se abrió. Di un paso hacia adentro. Sentí un aire helado, más que afuera, me dio frío. La temperatura aquí adentro era más fría. Lo primero que no me gustó, supongo que me tendré que acostumbrar. Había una enorme escalera que daba al segundo piso. Estaba la sala, un sofá grande, dos pequeños, una mesita en medio y un tele grande de frente. Me pareció raro porque se supone que los muebles los pongo yo. Me dirigí a la cocina, ahí todo era de color blanco, la encimera, los cajones para guardar los cubiertos. Todo. Habían oyas, también. Más cosas que yo debí de poner. Salí de la cocina y subí las escaleras para ver cuál sería mi cuarto. Como lo suponía, había un pasillo enorme que parecía que no tenía fin y, en el camino, estaban muchas puertas. Las habitaciones. Caminé y abrí la primera puerta, no había nada, ni cama. Estaba vacía. Abrí la segunda: en esta estaba como un cuarto de juego, había un enorme sofá y otro televisor, bastante grande, frente a él. Tenía estanterias en donde varios discos para play station estaban. Esto es muy raro. En el lugar se sentía un olor muy peculiar, como a perfume de hombre, era un olor agradable incluso para mí. Sonreí inconscientemente y me quedé como embobada sintiendo el olor. Parpadeé varias veces para salir del trance en el que, sin querer, me había metido y salí de allí. Abrí la puerta de la par, encontrándome con una habitación bastante grande, tenía cama, estaba perfectamente arreglada, los colores de las paredes eran azul bajo, en este lugar en aroma que sentí más antes era más fuerte, más agradable. Toqué con la yema de mis dedos la fina tela que cubría el colchón. Parece que éste era el cuarto de algún chico. Volví a sonreír como boba sin saber por qué. Pero había tomado una decisión. Éste sería mi cuarto. *¡Señorita, Hannah, está todo listo! ******** gritar al vendedor de la planta baja. Suspiré profundo y bajé inmediatamente. Los demás chicos habían dejado mis cajas en la sala. *****, ¿porqué la casa está amueblada? Usted no me dijo nada de eso. Se rascó la nuca algo nervios. Él era un señor como de unos cuarenta años, estaba calvo y con su pancita creciente. *****, los antiguos dueños no pudieron llevarse todo ésto, así que lo dejaron como un regalo. ********** mirando a otro lado*. Ellos eran gente de dinero, así que esto no les hacía falta. Miré el piso, suena convincente. ******, yo me tengo que ir porque está anocheciendo. *** dirigió a la puerta. ***, claro, gracias por todo. *** dije acompañándolo. ********** cosa me llamas, *** dio una última mirada. Asentí dudosa. El salió de la casa, se montó a su auto y se alejó, dejándome sola. Cerré la puerta con llave rápidamente y di la vuelta. Las luces estaban encendidas, todo estaba tranquilo. Me dirigí a la cocina para hacer algo de comer, pero me devolví a encender la tele. Dejé el canal en donde estaban presentando una película romántica. Caminé hacia la cocina, mientras sacaba mi teléfono celular y marcaba el numero de la tía Anna. Contestó de inmediato. *******, al fin llamas. *********. *** siento, el camino fue largo, apenas estoy llegando. *********, mientras abría la nevera. Arrugué la nariz al no gastarme mucho lo que veía. A la chica que recomendaron para que hiciera las compras y las viniera a dejar no le dieron bien la información. Se supone que traería comida instantánea, leche, huevos y fruta, no brocoli, zanahoria y yogurt. ¿Es encerio? No digo que el yogurt esté mal solo que... ******* algo preocupada, pero dime, ¿cómo es la casa? ********* con entusiasmo. *** grande y bonita. Los dueños anteriores dejaron muebles y eso. *********, sacando un yogurt y una manzana. Sí, solo había traído una miserable manzana. Mañana tendré que ir al super. **** es tener suerte. *****, se escuchó como si estaba partiendo algo del otro lado. ******. *********. Le di una mordida a la mazana y me senté en una silla de la no tan pequeña isla. *** echaremos mucho de menos aquí. ********, dejando de hacer lo que sea que estuviera haciendo. Me la imagino reteniendo las lágrimas. ****, ********. No me gusta el sentimentalismo. Escuchaba el ruido del televisor, pero en ese momento no se escuchó más. Como si lo hubieran apagado. Me quedé estática. ¡Hay, Dios! ¡Apagaron el tele! Mierda, ésto no está pasando. *** sé, lo sé, cariño. ******** que se sorbió la nariz. *** llamo después, ¿sí? Es que se descargó el teléfono. *** dije, mientras me ponía de pié y caminaba a paso lento hacia la sala. ***** bien. Cuídate. Colgué. Dejé el celular en la mesa y, armandome de valor, caminé a paso decidido hacia la sala. Al llegar, todo esaba igual, la única diferencia era el tele apagado. Miré a mi alrededor, en busca de algo extraño, pero no, no había nadie. Volví a encender el televisor y me convencí a mí misma de que quizá el tele estaba dañado y por eso se apagó sólo. Sí, eso debe de ser. Pero, por más extraño que se escuchara, de repente, no me sentía sola. *** Abrí los ojos, soñolienta y me fijé en el reloj: las 3:00 a.m. ¿Porqué me desperté a ésta hora? Arrugué la cara y me dispuse a volver a dormirme. Ésta cama era tan suave, se sentía super bien estar aquí. Pero, en el momento en que me iba a quedar dormida, sentí un peso detrás de mí, del otro exremo de la cama. Abrí los ojos asustada. Estaba de espalda. La cobija no me cubría los brazos y empecé a sentir frío. Más de lo normal. Mi piel se erizó y me llené de miedo. El corazón me empezó a latir a mil por hora. No era capaz de mover un solo músculo. ¡Incluso respirar era una dificultad!. Apreté los ojos con fuerza, rezando por dentro para que, sea lo que sea, se fuera. O quizá era producto de mi imaginación. Quiería convencerme de ello, pero al sentir unos brazos rodearme por la cintura, supe que no era así. Me levanté exaltada, con el corazón amenazando con salirse y encendí la luz rápidamente. No había nadie. Sin embargo, a la par mía, del otro exremo de la cama, estaba desarreglado, como si alguien segundos antes hubiera estado allí.
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