Siento mis facciones endurecidas y la oigo suspirar, mientras se acomoda en el asiento y junta las pierdas. Luce acalorada y demasiado sexy, así que prefiero no mirarla demasiado por ahora. Luego de unos segundos en que vuelvo a ser dueño de mí mismo. —¿Puedo elegir el número? —pregunta de pronto, insegura. —¿Número? —cuestiono sin voltear a mirarla, concentrado en manejar. —De la habitación —musita casi con vergüenza. Frunzo el ceño al adivinar sus intenciones y la miro, algo divertido. —Quieres tener sexo. Como siempre, se sonroja casi como un tomate, tartamudeando estúpidamente. —No… bueno… sí. Es sólo que... creí que el doce es su número favorito —su voz va apagándose paulatinamente. Aprieto la mandíbula cuando nombra que el número 12 es mi favorito y lleva toda la razón, fue