Distracciones

2639 Words
—Tiene una cirugía de emergencia, doctor Roberts —me informa Cristine, dándome la tablilla de exámenes. Su mirada sigue fija en la mía y sé la razón, pero hago como que no me doy cuenta de nada. De todas maneras, siempre va a ser así con cualquier mujer a mi alrededor. —De acuerdo —afirmo y firmo los papeles para encargarme de la cirugía dentro de unos minutos. Pensaba que sería un procedimiento fácil, pero no fue así y tuve que quedarme más tiempo del que había planeado, sin poder ir a la universidad a dar clases. El decano se muestra bastante comprensivo al respecto y no es para menos, es el primer imprevisto y dudo mucho que vaya a tener algún otro, aunque no puedo estar cien por ciento seguro y se lo hago saber solo por si acaso. —Todo resultó perfectamente, imagino —dice el director Thompson con una sonrisa—. Su próxima clase es en una hora, profesor, seguramente estará más que listo. Tal parece que él y mi jefe en el hospital se habían puesto de acuerdo para alabarme sin necesidad, seguramente es algo a lo que debo acostumbrarme también en esta ciudad. Paso en alto la mirada de admiración de la profesora Tennynson, quien me ha pedido asiduamente que solo la llame "Rita", escena absurda siendo presenciada por una chica pelirroja que finge no estar mirando hacia donde estamos. —Podemos vernos a la hora del almuerzo —dice coqueta y con una sonrisa libidinosa, ni siquiera es una pregunta—. Quizás es algo nuevo para ti esto de dar clases, pero yo puedo darte algunas… —Gracias, profesora Tennynson, pero creo que lo tengo todo controlado —hablo de manera cortante, porque eso de morder la punta de un lapicero y mirarme de esa manera, es el colmo—. Si me disculpa, iré a preparar unas cosas para mi próxima clase. Creo que soy más amable de lo que se merece, no obstante, no puedo hacer una escena frente a la chica que nos mira con creciente interés, no quiero que se riegue por todo el campus que tengo algo que ver con esta mujer de cabello rojo chillón. Es verdad que debo terminar de preparar un video para una presentación en clase, pero mi deseo de alejarme de ella tiene más que ver con el deseo urgido que le sale por los poros. Creo que ni en un millón de años podría estar con ella. Cuando me dirijo al salón, llevo mi laptop y otros materiales. Los coloco sobre el escritorio, así como voy leyendo la lista de estudiantes que tengo a mi cargo para este día, donde busco rápidamente y sin pensarlo el nombre de Leilah. Luego de unos minutos, noto la hora y su ausencia, así que decido salir hasta el pasillo, donde la encuentro hablando con un chico rubio al que le besa la mejilla y éste le da una enorme sonrisa. No puedo concentrarme nuevamente en lo que estoy leyendo, ella al instante me nota y palidece un poco, pero se acerca hacia donde estoy, sabiendo que ya es hora de comenzar la clase. Me mira largo rato, y comienzo a sentirme extraño por la manera en que me mira, así que tengo que romper la sensación que se ha creado entre nosotros, que atribuyo a una evidente tensión s****l. —Si va a saltarse la clase, dígalo de una vez —vuelvo la mirada a mi carpeta. —¿Eh? —exclama sin entender. Alzo la mirada nuevamente y vuelvo la cabeza hacia el salón, esperando que entre de una buena vez. Incluso sostengo la puerta para que se dé cuenta de que la estoy esperando. Ella se pone nerviosa y lo hace rápidamente, sentándose en su lugar, al mismo tiempo que noto la mirada de todos (especialmente las mujeres), y un grupo de suspiros que están a punto de hacerme rodar los ojos. Reprimo una sonrisa al verla discutir con una chica rubia y doy comienzo a la clase con el dichoso video, bajando la pantalla blanca. Voy explicando las imágenes de las diapositivas, mientras noto la mirada atenta de todos en medio de la penumbra. Trato de ignorar la presencia de Leilah, que siento llamar mi atención poderosamente. Parece distraída y confirmo mis sospechas cuando luego de colocar un video, la veo mirarme fijamente y no a la pantalla. No toma notas y de pronto comienza a removerse inquieta en su asiento, sacándose la bufanda y alborotando su cabello. Trago saliva por lo sensualmente caliente y atractiva que se ve ahora, parece estar más interesada en recorrer mi cuerpo con sus ojos y aunque debería preocuparme por no estar prestando atención, descubro que es la excusa perfecta para tenerla a solas conmigo. Giro mi rostro hacia donde está, pero sin mirarla directamente. La veo moverse nuevamente, notando cada uno de mis movimientos y adrede elevo una de mis manos, rozando mis labios al recordar el beso y pasando la lengua también, bajando luego hasta mi barbilla. Noto que jadea y lucho para esconder una sonrisa y volver a concentrarme en el término de la clase. La rubia de antes le habla, mientras el resto de los estudiantes abandona el salón. Guardo mis cosas lentamente, mientras la escucho hablar a medias y siento su mirada nuevamente. —Ah, claro. El profe —dice en tono burlón y no puedo evitar ponerme alerta. ¿Acaso van a hablar de mí? Claro que no, es completamente absurdo. Su otra amiga de cabello n***o se une y apenas puedo escucharla, habla demasiado bajo. —Alan le pidió que lo ayudara con algo —dice Leilah—. Cuando se trata de él... No me entero ni de la mitad de la conversación, pero al final sé que hablan de chicos, porque la rubia le dice a la chica tímida que va a presentarle a alguien de otra clase. "¿Y Alan qué tiene que ver con eso? No seas tonto, Evan, es obvio que es porque Leilah quiere saber sobre él," pienso. Cuando nos dejan solos en el salón, la miro y aunque estaba guardando sus cosas, parece sentir mis ojos sobre ella, porque alza la mirada. La veo tensarse, pero no aparta la mirada de mí y cuando se queda mirando mis labios, seguramente recordando el beso de aquella noche, tengo que volver mi vista a otro lugar, porque las ganas que tengo de besarla nuevamente vuelven con fuerza. Finjo estar revisando algo en mi celular, cuando siento su presencia delante de mí, por lo que me llamo al autocontrol. —Buenas noches —balbucea, nerviosa. —Buenos días, ¿necesita algo? —alzo la mirada, mirándola con cierta indiferencia. Me levanto de la silla dispuesto a marcharme, pero la veo dudar demasiado sobre lo que va a hacer. Abre la boca y la vuelve a cerrar sin decir nada. ¿Acaso la pongo tan nerviosa? Enarco las cejas mientras me coloco el abrigo, viendo que está con el mismo aire distraído que tenía en la clase. ¿En qué estará pensando? —Alan —dice y siento mi expresión endurecerse—. Me pregunto si él… —Este no es lugar para hablar temas personales —a saber de dónde viene el enojo, quizás lo que realmente me irrita es que esté tan perdida. Leilah aprieta el libro de anatomía contra su pecho, balanceando el peso de mi cuerpo de manera nerviosa, seguramente buscando qué decir. —Entiendo —dice con una sonrisa falsa, dando un par de pasos atrás para salir del salón. —Olvidas algo —la detengo de nuevo y se vuelve a mí con ojos muy abiertos. "¿Acaso espera que diga algo sobre la otra noche? Qué interesante." Sonrío sin poderlo evitar, señalando con un gesto la silla donde estaba sentada y cuelga una colorida bufanda. Ella camina hasta allá y yo tomo un resumen de la clase, listo para llevar a cabo mi plan. —Mi abuela Anne de seguro me mata si la pierdo —dice con una mueca, luego de agarrarla. La miro detenidamente al volverse hacia mí, sus piernas no están enfundadas en una corta falda, pero su pose es suficiente para hacer volar mi imaginación. La veo mirarme nerviosa, de seguro imagina que la he estado mirando de nuevo y que bien que lo sepa, porque ya no soy capaz de contenerme. Sostengo unas cuantas hojas engrapadas y las alzo, ella se acerca lentamente para tomarlas. —Estaba distraída, señorita Ferguson —no puedo evitar hablar con tono insinuante, es imposible que no vea cuales son mis intenciones con ella. —Gracias —musita, y parece desilusionada—. Al menos tiene una guía… —se detiene al notar la nota adjunta a las hojas. —Se pondrá al corriente esta tarde —esta vez sí recojo mis cosas—. A las seis en el Saint John 's Medical Center. No llegue tarde. Camino hasta la salida con plena certeza de que van a asistir a mi invitación, aunque todavía no estoy cien por ciento seguro de que vaya a aceptar mi propuesta de tener sexo casual. *** Alan Temprano en la mañana La decisión de Rick está tomada y mi padre parece a punto de perder la cabeza. No puede creer que el brillante futuro de su hijo se vea afectado por haberse enamorado de una chica sin clase y además, interesada. Apenas he dicho algo algo al respecto, porque mi padre está de pésimo humor y en el fondo me alegra que Rick no le siga la corriente como siempre había hecho. —No puedo creer que tu hermano me haga esto —Elton parece no haber dormido en semanas—. ¿Por qué busca desautorizarme? —Querido, está enamorado —interviene mi madre, tomando su brazo con suavidad—. Todavía es joven y no entiende muchas cosas… —Pensé que estaba destinado a la grandeza, pero con esa mujercita a su lado… —me mira de pronto con reprobación—, espero que sepas escoger mejor y no traigas más desgracia a nuestra familia, Alan. ¿Más desgracia? ¿De qué diablos habla este hombre? —Ten por seguro que no lo haré, padre —digo con los dientes apretados, guardándome las ganas de reprocharle su favoritismo por Rick, como siempre. —¿Qué hay de Leilah, querido? —habla mi madre y siento un ligero sobresalto en el pecho—. Es una buena chica y se ve que te quiere mucho. Sí, me quiere y lo sé desde hace bastante tiempo, pero no quiero ilusionarla y que después nada funcione entre nosotros. Estoy seguro de que Neil no me lo perdonaría jamás. —Su padre está ligado a la política, no es una mala idea —dice Elton pensativo y no puedo hacer más que resoplar. No quiero a Leilah metida en esto, no con mi padre viéndola como trofeo. —¿Podríamos dejar de hablar de mi vida privada por una vez? —ruedo los ojos—. Leilah es mi amiga y su hermano Neil también, las relaciones sentimentales a veces no salen bien, no quiero manchar una amistad de años solo por mero interés, padre. —Estábamos hablando de Rick —dice mi madre, dándome una palmada en el brazo—. ¿Qué vamos a hacer con esa… ese asunto? —No lo sé todavía —replica Elton, pasando una mano por su rostro—. No sabía que podía ser tan rebelde, quizás se le está pegando de ti, Alan. —¿Yo? —reclamo ofendido—. ¿Por qué siempre tiene que ser mi culpa, padre? —Rick nunca se había atrevido a desobedecerme —se limita a decir, enderezando su corbata—. La última chica que tuviste de novia ni siquiera le llega a los talones a Leilah, ¿por qué no la consideramos en serio? —¿Nos? ¿Pero por qué hablas en plural? —espeto, comenzando a molestarme. —Eres parte de esta familia, Alan —dice mi padre, sombrío. —Ah, ahora de pronto sí me consideras digno de ser un Beresford —espeto con ironía—. Es que esto es el colmo, Rick es el que mete la pata y todos terminan hablando de mí y de las decisiones que debo tomar en mi vida. —Alan, no empieces… —Querido… —trata de decir mi madre, pero me aparto de ella, viendo incómodo el dolor en sus ojos. —¿Por qué siempre soy la segunda opción para ti, Elton? —le reclamo, pero él permanece impertérrito. Me irrita—. No voy a hacer lo que me pides solo porque de pronto se te ha ocurrido emparentar con los Ferguson, ¿sabes lo que vale mi amistad con Neil? No voy a decepcionarlo… —¿Cómo que no, si lo único que haces es decepcionarme a mí? —espeta de manera seca, dejándome paralizado. —¡Elton! —¡No intervengas, Diana! —espeta y siento mi sangre hervir. —¡No le grites a mi madre, Elton! —me pongo delante de él, mientras mamá intenta separarnos—. ¡No soy un niño y no voy a permitir que quieras pasar por encima de mí y tomar mis decisiones! La sonrisa cínica que se forma en su boca, casi me hace perder los estribos. —Tal vez creciste, pero nunca podrás ser como Rick, no hay punto de comparación —dice en tono despectivo, sacudiendo la cabeza—. Esta discusión acabó, estoy cansado y necesito una copa. —Yo te la traigo, querido… —comienza a decir mi madre, pero la detengo. —¿Acaso no puede hacerlo por sí mismo? —espeto con tono burlón—. ¿Sabes cuál es realmente tu problema, Elton? No soportas que no sea servil como Rick y mi madre, por eso me odias tanto, porque no estudié lo que tú querías y vivo como lo deseo sin ninguna clase de influencia tuya. —Y sigues bajo mi techo, por lo tanto, debes hacer lo que te digo, muchacho —taja seco. —Bien, si eso es lo que te molesta, buscaré desde ya un lugar dónde vivir —aprieto los puños a mis costados, aguantando las ganas de ponerme a gritar y quizás, darle un golpe a Elton en su cara de palo—. No necesito de ti ni de nadie para abrirme paso en la vida. —Hijo… —No soporto más esto, madre —le lanzo una mirada exasperada y subo las escaleras de dos en dos, escuchando el resto de la conversación. —Ese niñato… siempre queriendo llevarme la contraria —habla mi padre con tono amargo—. El único que no me había decepcionado era Rick y mira con lo que me sale. —No seas tan duro con ellos, Elton —dice mi madre con tono suave, eso me hace resoplar. —Rick por mucho es más hombre que Alan, siempre rebelde y con esa actitud desafiante… Me rehúso a escuchar más, así que entro a mi habitación dando un portazo y tomando mi celular. “¿Estás libre?” Lo envío a Leilah, notando que en el grupo de w******p, Neil nos recuerda la invitación para la fiesta en casa de sus padres, al que Leilah contesta el mensaje, pero ignora el mío. Frunzo el ceño y coloco unos signos de interrogación que tampoco responde. Poco después me digo que solamente había sido un impulso del momento, así que vuelvo a escribir, soltando el celular y recostándome de la cama con un resoplido. “Olvídalo”, le había colocado, sin siquiera recibir una respuesta.
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