Evan
Me concentro en mi trabajo, antes de empezar a obsesionarme con los relojes.
Quizás la incertidumbre mayor es si va a atreverse a venir al Saint John ‘s y despertar sospechas, aunque ya me había asegurado de comentar que algunos alumnos de último año necesitaban repaso y que como buen profesor, había accedido a atenderlos sin causar problemas.
Estoy seguro que el doctor Wilkinson no opondrá resistencia, de hecho, se siente orgulloso por tenerme como parte de su personal.
—Doctor Roberts, necesito saber cuales son las instrucciones para la cirugía de la señora Harris —me dice una enfermera que creo se llama Esther. Está acompañada de otra que solo había visto una vez—. Agradezco mucho su ayuda.
—Soy Emily —se presenta la desconocida—. Apenas comencé hace unas semanas.
—Bienvenida —digo de manera escueta, mientras les voy explicando el procedimiento y el equipo que necesito a las 4.
Ni siquiera reparo por donde voy, hasta que noto que estoy cerca del puesto de enfermería.
—La anestesiólogo dijo que mandaría un reemplazo, está en su último trimestre de embarazo y ya ha solicitado el reposo —dice la de cabello oscuro.
—Me gusta conocer a mi equipo de trabajo, avisen al nuevo anestesiólogo que debe presentarse media hora antes… —me detengo al ver un rostro conocido frente a mí.
Ella ha venido.
Siento una sonrisa estirar mi mejilla sin siquiera pensarlo y le entrego la tablilla a una de las enfermeras, pero alzo una ceja al ver que carga una bata colgada en el bolso.
¿En serio pensaba que íbamos a repasar alguna clase? Bien, quizás hasta sea mejor así…
—Espérame en mi oficina —le extiendo mi llave y Leilah me mira boquiabierta, tomando el trozo de metal con manos temblorosas.
Ignoro las miradas de la jefe de enfermeras y las otras dos que me comían con la mirada y me dirijo a la oficina del director, para estar al tanto del nuevo equipo que había sido instalado y el nuevo personal de respaldo.
La reunión se extiende más de lo que esperaba, y es que no pensaba tardar más de quince minutos, pero el hombre frente a mí es un despliegue de halagos y cumplidos innecesarios.
No me queda de otra que aceptarlos y esperar a que Leilah no abandone el lugar, aburrida de esperar.
Afortunadamente, la puerta abre sin ningún esfuerzo y cuando la veo, cierro con seguro e inmediatamente noto que se tensa. Me quito la bata al igual que la corbata, sintiendo que comienzo a relajarme en su presencia, aunque su expresión me causa gracia.
Me inclino hacia adelante y apoyo mi cabeza en una mano, mirándola fijamente y sin tapujos. Me gusta tenerla a solas y sin ningún testigo estorboso.
—¿Eres novia de Alan? —es lo primero que pregunto, ni siquiera sé el porqué.
Parece sorprendida por mi pregunta, incluso tarda unos segundos que me hacen sentir algo impaciente.
—No —dice al final, segura de su respuesta.
Me quedo mirándola y ella se remueve incómoda en su asiento, lo que me causa gracia y al mismo tiempo me irrita. Parece que va a salir corriendo de un momento a otro.
—Yo...traigo los apuntes —dice rápidamente mientras registra su bolso.
Alzo las cejas, porque a pesar de las señales, no ha dado en el clavo todavía de lo que quiero con ella.
“Tiene que ser virgen, se nota a leguas la poca experiencia con los hombres”, pienso con satisfacción.
Es mejor dejarle las cosas claras.
—Haz las preguntas que tengas ahora, porque después no querrás hacerlas —comienzo a hablar, dejándola paralizada.
—¿Cómo dice? —balbucea sin entender, así que procedo a explicarle, no sin antes darle un vistazo de manera descarada a su cuerpo, y en especial a su escote.
Suelta un suspiro y me echo para atrás, apoyándome del respaldo.
—Tu estadía y la mía en la facultad van a estar en peligro si alguien comete una indiscreción —alzo una ceja, para que quede claro el mensaje.
Las hojas de sus manos se desparraman hasta su regazo, haciéndola ver más torpe.
—Me citó aquí para decirme que no diga nada sobre la otra noche —suelta el aire de golpe.
Mantengo mi expresión impasible, tratando de entender la connotación de sus palabras.
Parece frustrada, su mirada se oscurece y siento curiosidad porque de pronto se ve enojada. Tal parece que piensa que voy a pedirle silencio por lo que pasó la noche de la fiesta.
—No le he dicho a nadie —murmura, guardando la guía en su bolso.
Estrecho los ojos y la miro con curiosidad, aunque me causa gracia su molestia.
—Y no lo haré —espeta de mal humor—. No se preocupe, de todos modos nadie me creería.
Se pone de pie y la sigo con la mirada, se dirige rápidamente hacia la puerta porque ha malinterpretado mis palabras. O al menos parte de ellas.
—Un momento —la detengo y se vuelve a regañadientes, mostrando su hermoso rostro enfurruñado.
—¿Nadie te creería? —alzo una ceja con curiosidad.
—No diré nada —dice,luego de apretar los labios en una línea fina.
Me acerco a ella lentamente, metiendo las manos en mis bolsillos y viendo que su cuerpo se tensa a medida que camino hasta donde está. Eso me parece excitante, su falta de experiencia me enciende.
—Crees que estoy rechazándote —ahora comprendo su actitud.
—Usted es mi profesor —balbucea, incluso se sonroja un poco—. Se le pasaron las copas...
Me molesta un poco que lo ponga como si no hubiese sido nada, y encima, como si fuese un ebrio sin noción.
—¿Te parecía borracho? —espeto algo irritado.
La veo negar con la cabeza gacha.
—Entonces no te estoy rechazando —me encojo de hombros y la veo alzar la mirada, deteniéndose en mis labios.
Está más que nerviosa, da un paso y se queda mirándome por largos segundos.
Su inseguridad me inquieta e irrita un poco a la vez, aunque estoy consciente de que su inocencia no le permite ser más osada para dejarse llevar por el deseo que siente a la par del mío.
Parece a punto de caerse y me quedo parado, esperando que decida elegir hacer lo que quiere sin que tenga que pedírselo, pero vacila demasiado cuando se acerca una vez más y estira su cuello, cerrando los ojos.
Nuevamente parece querer echarse a correr, frunce la nariz y espera, pero no me muevo de mi sitio, aunque ganas no me faltan.
—No va a besarme, ¿verdad? —apenas se oye su voz.
—No.
Se había alzado de puntillas y vuelve su posición al suelo con expresión turbada y desconcertada. Muerde sus labios y resopla.
—Si dudaste es porque no quieres hacerlo —expreso con voz calma, ignorando lo que bulle en mi interior—. No obligo ni seduzco niñas.
Nuevamente parece querer salir corriendo, así que abro la puerta para darle vía libre, pero de pronto se acerca a mí, uniendo sus labios a los míos.
Siento una explosión en mi torso, cierro la puerta como puedo e introduzco mi lengua en su boca, saboreando cada parte de su húmeda cavidad, con ella excitando rápidamente mi cuerpo cuando pega el suyo por completo.
Qué extraño, siento que mi eje se tambalea y luego, vuelve a ajustarse como si nada.
Comienzo a sentir su cuerpo temblar de deseo y el mío subir a pasos agigantados, mis dedos rozan sus brazos y sus labios se mueven en perfecta sincronía con los míos, la escucho jadear y eso me trae de vuelta a la realidad.
La aparto de ella y la increíble visión de sus labios hinchados, su piel perlada de sudor y el rostro enrojecido, hacen volar mi imaginación.
Ansío tenerla debajo de mí, gimiendo mi nombre, corriéndose a causa de mis fuertes embestidas contra su estrecha intimidad…
Unos toques en la puerta me hacen apartar esos pensamientos por el momento.
Ella carraspea y se aleja de mí un par de pasos atrás, los golpes vuelven a sonar y Leilah sacude la cabeza, apartándose. Abro antes de poder preguntarle la razón, aunque puedo tener una sospecha.
—Evan, creí que... —habla Peter, pensando que estoy solo en la oficina, aunque su expresión cambia al ver a Leilah.
Ella hace ademán de saludarlo, pero la expresión de mi hermano podría espantar a cualquiera.
El rostro de Leilah parece una bombilla de navidad y ni siquiera sé decir si es por lo que acabamos de hacer o por la vergüenza de que mi hermano casi nos haya pillado besándonos.
Me doy vuelta hacia mi escritorio, buscando lo que mi hermano seguramente vino a buscar. Ni siquiera recordaba que le había dicho que podía venir a esta hora a mi oficina, yo nunca olvido las cosas de esa manera.
—No sabía que estabas acompañado —ni siquiera me mira a mí—. ¿Vino Alan?
Reprimo las ganas de rodar los ojos. ¿A qué se debe su comentario? Está de más.
—Alan no tiene por qué venir al hospital —contengo mi tono, dándole el cheque.
—Hammer llamó —dice Peter molesto, seguramente por la presencia de Leilah aquí y más por su rostro enrojecido, sus labios hinchados y la puerta cerrada.
Es más que obvio que ha adivinado la situación.
—Hablamos más tarde —miro la salida, porque si bien es mi hermano, tampoco tiene que venir a atacarme ni mucho menos cuestionar mis decisiones.
—Claro, no interrumpo tus clases particulares —espeta con una sonrisa falsa, dejándonos solos.
Me acerco a Leilah nuevamente, haciendo caso omiso de las palabras de Peter, pero ella me mira con expresión de horror y da un paso atrás. Toma su bolso rápidamente y sale como si alguien la estuviera persiguiendo, está tan blanca como un papel.
Apenas sale del consultorio, resoplo de impaciencia por su inmadurez e indecisión. ¿Acaso es muy difícil decir sí o no?
Frunzo el ceño al entender que ha tomado una decisión, y aunque el deseo que me provoca su cercanía es casi tangible, no voy a ir detrás de ella por ninguna razón.
Como le había dicho: no obligo ni seduzco niñas, y tal parece que esta lo es demasiado para ser mi pareja s****l aunque sea por unos cuantos meses.
"Eso te pasa por meterte con una de tus alumnas", ataca mi conciencia.
Frunzo los labios, porque ya sabía que estar con ella debía ser todo un reto. Su timidez llega a ser desesperante, pero al mismo tiempo, me divierte verla tan fuera de sí cuando no puedo evitar mirarla y ella lo nota.
Hay algo de su ser que me atrae y no es solo su belleza, sus ojos hipnóticos o la sonrisa boba que se planta cuando a veces mira a Alan.
Mi pregunta fue solo para confirmar que nada existe entre ellos, pero Alan tiene una mirada que…
Peter entra de nuevo a mi oficina, mirándome con una ceja alzada. Ya sé lo que va a decirme, así que lo enfrento con la barbilla alzada, tal y como él detesta.
—¿Esa mujer? —dice con total desagrado, como si se tratara de una peste—. Creo que no hace falta recordarte que tiene cierta similitud con…
—No son iguales —lo interrumpo de manera seria—. Ya te dije que no tienes por qué meterte en este asunto, de todas formas…
Me quedo callado, porque ella había salido corriendo, dejándome con ganas de probar sus labios nuevamente. Y vaya que había probado muchos, pero los suyos son… no sé, algo que todavía intento descifrar.
Algo dulce, picante y ardiente al mismo tiempo.
Me había dejado tan ensimismado luego de probarlos, que tuve que dar un paso atrás y pedirle que se metiera a su casa, resentido por mi sentir y para que me dejara a solas con mis pensamientos.
Es un beso que no había sentido antes, pero ni siquiera sé el porqué.
—Se nota que es una total estúpida —Peter me saca de mis pensamientos y deshago mi gesto adusto, al notar su mirada cargada de escrutinio—. Va a terminar obsesionada contigo, yo que te lo digo. Conozco a las de su tipo.
Reprimo una sonrisa ante sus palabras.
—¿Conoces mucho a las mujeres? —inquiero con una ceja alzada—. No conocía esos dotes tuyos.
—Se ve a leguas que ya babea por ti, Evan —su tono se endurece—. Esto terminará mal, puedo sentirlo. Ella es tu alumna, eso te puede perjudicar en tu carrera.
Ladeo la cabeza, mirándolo con un poco de diversión.
—¿Y qué más puedes sentir? ¿Crees que estoy en peligro? —Peter resopla, al reconocer el tono burlón que uso para molestarlo—. Puedes estar tranquilo, hermano, ella ha salido huyendo como ratoncillo asustado.
Aunque ese hecho no me molesta, no puedo dejar de preguntarme qué pasa por su mente en estos momentos como para que actuara así.
He tenido varios acuerdos y muchas mujeres de todo tipo aceptaron; tanto el inicio, como los términos del contrato, así como la culminación del mismo.
¿Será porque ninguna de ellas me había rechazado antes?
—Entonces te rechazó —miro a Peter con el ceño fruncido, pensando si había leído mis pensamientos—. Vaya, ya no me cae tan mal la Lela esa.
—Es Leilah —resoplo y vuelvo a tomar asiento, tratando de deshacerme del ligero sentimiento de decepción que se forma en mi estómago sin mi permiso—. Y ya se fue, así que no hables…. hablemos más de ella.
Antes de seguir en mis asuntos, pienso en lo que había hecho en esa fiesta; algo simple; preguntarle a Rick sobre la "amiga" de Alan y su relación con la familia Beresford.
Ese vestido ajustado me había hecho imaginar las más impúdicas fantasías; sus gemidos y jadeos en mi oído, junto con su cuerpo impregnado de sudor y mis embestidas haciéndola enloquecer de placer.
Fue fácil sacarle información sin que sospechara nada, de todos modos, Rick es una persona noble, desinteresada y yo soy profesor de Leilah y amigo de su familia.
No tiene nada de malo.
Peter sólo se queda para comentar un par de cosas más y luego se marcha sin más, claramente satisfecho de que las cosas no fueran a más.
"Quizás es mejor así", pienso luego de un rato, mientras examino los papeles delante de mí.
Empujo fuera de mis pensamientos lo duro que me había puesto y la sensación de ardor y añoranza que tuve, sólo con unos besos de esa chiquilla llamada Leilah.